Por Indalecio Dangond El proyecto de “ley de baldíos” radicado ante el Congreso y posteriormente retirado por el Ministro de Agricultura Rubén Darío Lizarralde -en un tiempo record-, es una clara señal que en este gobierno cada quien va por su lado y no hay quien los coordine desde Palacio. No es la primera, ni […]
Por Indalecio Dangond
El proyecto de “ley de baldíos” radicado ante el Congreso y posteriormente retirado por el Ministro de Agricultura Rubén Darío Lizarralde -en un tiempo record-, es una clara señal que en este gobierno cada quien va por su lado y no hay quien los coordine desde Palacio.
No es la primera, ni será la última reculada del Presidente Juan Manuel Santos. Ya lo había hecho con las reformas a la justicia y a la educación. Aquí no sabemos quien maneja la agenda del agro. Un día manda el Alto Comisionado de Paz Sergio Jaramillo, el otro el día quien decide la agenda son los Ministros del Interior Aurelio Iragorri y el de Hacienda y Crédito Publico, Mauricio Cárdenas. En esta caos institucional, los únicos aprovechados son los hermanos godos y el Movimiento Dignidad Agropecuaria.
Estimo, admiro y respeto al ministro Rubén Darío Lizarralde, pero la reculada que se pegó con el proyecto de ley sobre baldíos -por orden desde La Habana y del Presidente-, lo dejó muy mal parado ante la opinión pública y los gremios de la producción agropecuaria. Encima de haber perdido el 60% de sus funciones por sus inhabilidades y el 30% por estar mal rodeado de recomendados clientelistas godos, ahora enredó su credibilidad ante los colombianos. Es mejor que renuncie, todavía está a tiempo de salir con honorabilidad.
¿Quién habrá sido el torpe que aconsejó al ministro Lizarralde presentar un proyecto de ley tan endeble en su contenido y a escasamente dos semanas de cerrarse esta legislatura? Si en estos seis meses el ausentismo de los congresistas ha sido bastante evidente, menos van a ir a trabajar en plena Navidad!
Nunca había visto tantos proyectos de ley para proteger el agro, pero tampoco había visto en mi vida, un campo tan desprotegido por un gobierno. El economista y político soviético Nikolai Bukharin decía que “En la economía las soluciones rinden mas que los problemas; en la política, los problemas valen mas mucho mas que las soluciones”. Infortunadamente el Presidente Juan Manuel Santos ha conducido la locomotora del agro con políticos clientelistas y no economistas expertos en desarrollo agroindustrial.
¿Qué hacer? Si la solución estuviera en mis manos, mandaría a recoger toda la legislación que existe sobre el agro y me sentaría dos meses con los congresistas de la comisión quinta, los presidentes de los gremios de la producción agropecuaria y los representantes de los campismos a configurar una política de Estado para el sector agropecuario, que recoja la visión de todos los sectores políticos y sociales del país y que sea funcional a los intereses estratégicos de la nación. Definir por ejemplo, a través una planeación estratégica (POT rural), el aprovechamiento de nuestros suelos. Aquí existe el mito que nuestras tierras son ideales para todo tipo de cultivos, sembramos en las montañas y criamos ganado en la planicie, aprovechando menos del 5% de las tierras de nuestra región.
Señor Presidente, como dice el refrán “Por mas que madrugues no amanecerá mas temprano”. Las reculadas aun en las trochas, no son buenas. Recapacite!
Por Indalecio Dangond El proyecto de “ley de baldíos” radicado ante el Congreso y posteriormente retirado por el Ministro de Agricultura Rubén Darío Lizarralde -en un tiempo record-, es una clara señal que en este gobierno cada quien va por su lado y no hay quien los coordine desde Palacio. No es la primera, ni […]
Por Indalecio Dangond
El proyecto de “ley de baldíos” radicado ante el Congreso y posteriormente retirado por el Ministro de Agricultura Rubén Darío Lizarralde -en un tiempo record-, es una clara señal que en este gobierno cada quien va por su lado y no hay quien los coordine desde Palacio.
No es la primera, ni será la última reculada del Presidente Juan Manuel Santos. Ya lo había hecho con las reformas a la justicia y a la educación. Aquí no sabemos quien maneja la agenda del agro. Un día manda el Alto Comisionado de Paz Sergio Jaramillo, el otro el día quien decide la agenda son los Ministros del Interior Aurelio Iragorri y el de Hacienda y Crédito Publico, Mauricio Cárdenas. En esta caos institucional, los únicos aprovechados son los hermanos godos y el Movimiento Dignidad Agropecuaria.
Estimo, admiro y respeto al ministro Rubén Darío Lizarralde, pero la reculada que se pegó con el proyecto de ley sobre baldíos -por orden desde La Habana y del Presidente-, lo dejó muy mal parado ante la opinión pública y los gremios de la producción agropecuaria. Encima de haber perdido el 60% de sus funciones por sus inhabilidades y el 30% por estar mal rodeado de recomendados clientelistas godos, ahora enredó su credibilidad ante los colombianos. Es mejor que renuncie, todavía está a tiempo de salir con honorabilidad.
¿Quién habrá sido el torpe que aconsejó al ministro Lizarralde presentar un proyecto de ley tan endeble en su contenido y a escasamente dos semanas de cerrarse esta legislatura? Si en estos seis meses el ausentismo de los congresistas ha sido bastante evidente, menos van a ir a trabajar en plena Navidad!
Nunca había visto tantos proyectos de ley para proteger el agro, pero tampoco había visto en mi vida, un campo tan desprotegido por un gobierno. El economista y político soviético Nikolai Bukharin decía que “En la economía las soluciones rinden mas que los problemas; en la política, los problemas valen mas mucho mas que las soluciones”. Infortunadamente el Presidente Juan Manuel Santos ha conducido la locomotora del agro con políticos clientelistas y no economistas expertos en desarrollo agroindustrial.
¿Qué hacer? Si la solución estuviera en mis manos, mandaría a recoger toda la legislación que existe sobre el agro y me sentaría dos meses con los congresistas de la comisión quinta, los presidentes de los gremios de la producción agropecuaria y los representantes de los campismos a configurar una política de Estado para el sector agropecuario, que recoja la visión de todos los sectores políticos y sociales del país y que sea funcional a los intereses estratégicos de la nación. Definir por ejemplo, a través una planeación estratégica (POT rural), el aprovechamiento de nuestros suelos. Aquí existe el mito que nuestras tierras son ideales para todo tipo de cultivos, sembramos en las montañas y criamos ganado en la planicie, aprovechando menos del 5% de las tierras de nuestra región.
Señor Presidente, como dice el refrán “Por mas que madrugues no amanecerá mas temprano”. Las reculadas aun en las trochas, no son buenas. Recapacite!