Extraordinariamente grande, inmenso, el paso de alejo por el folclor vallenato, ante todo con la humildad con que lo cultivó y proyectó entre sus seguidores, que cada día fue y es más.
Por Celso Guerra
Extraordinariamente grande, inmenso, el paso de alejo por el folclor vallenato, ante todo con la humildad con que lo cultivó y proyectó entre sus seguidores, que cada día fue y es más.
A pesar de ser uno de los estilos musicales que más gustó por su originalidad y preciosas melodías, no contó el maestro Durán, con una escuela que siguiera sus pasos y lamentablemente su estilo se fue con su muerte, como él mismo lo vaticinó en su canción “Mi estilo se va conmigo”.
Gilberto Alejandro Durán Díaz, deambuló por las diferentes poblaciones de nuestro caribe, llevando alegría con sus bellas melodías a esas lejanas, olvidadas y empobrecidas aldeas de nuestra región, que siempre lo acogieron con cariño, a donde el solo hecho de llegar, era una proeza.
Era un ídolo entre la gente de sus misma condición social, pero faltaba más, porque esta era simplemente una popularidad muy parroquial, para el talento natural de semejante artista campesino de esta condición musical.
Para ese entonces, hasta sus oídos llegó el rumor de un primer encuentro de acordeoneros que se escenificaría por primera vez en Valledupar, en 1968, hasta aquí llegó sin ningún tipo de ínfulas, los favoritos eran otros, y porque su condición natural no se lo permitía.
Además este evento según sus propias palabras, le generaría popularidad entre los habitantes de estas tierras.
Llego y venció,el haber ganado el primer festival vallenato, ante tan encopetados rivales, y el cubrimiento periodístico de diferentes medios de carácter local y nacional, le abrió “al Negro Grande”, horizontes insospechados a su música y también para que su figura color de ébano, se encumbrara como un mito de folclor.
La primera parada de nuestro primer Rey Vallenato, después del festival, fueron las olimpiadas culturales de Méjico, a lasque fue invitado, como ganador del festival vallenato; estas justas se hicieron a la par de las deportivas en ese mismo año.
Al país de los manitos, Alejo, fue acompañado por su guacharaquero, José Manuel Tapias; en la caja“el Niño” Arrieta, sus eternos compañeros, y como invitado especial, estuvo Pablo López.
La maestra interpretación, sencillez y pureza de sus canciones impactaron a las diferentes delegaciones del mundo que estuvieron presentes en esta competencia cultural, que le valió a Alejo, el reconocimiento del jurado, que le otorgó medalla de oro por tan impecables interpretaciones.
A su regreso de Méjico, le llovieron múltiples ofertas para grabar sus canciones, a la cual antes de ser rey, accedía previo pago del acetato. Su música fue requerida en diferentes escenarios de Colombia, en los cuales no tenían cabida porque no eran conocidos por la férrea discriminación que hubo en el país por esta música, además sus cantos fueron requeridos por las noveles figuras que venían surgiendo en el folclor.
Que el festival vallenato dio a conocer el talento de Alejo es tan innegable, que él mismo lo pregonó, no desconocemos a El Paso como su patria chica, pero si Valledupar reclama sus restos, es para seguir colmándole de gloria.
Extraordinariamente grande, inmenso, el paso de alejo por el folclor vallenato, ante todo con la humildad con que lo cultivó y proyectó entre sus seguidores, que cada día fue y es más.
Por Celso Guerra
Extraordinariamente grande, inmenso, el paso de alejo por el folclor vallenato, ante todo con la humildad con que lo cultivó y proyectó entre sus seguidores, que cada día fue y es más.
A pesar de ser uno de los estilos musicales que más gustó por su originalidad y preciosas melodías, no contó el maestro Durán, con una escuela que siguiera sus pasos y lamentablemente su estilo se fue con su muerte, como él mismo lo vaticinó en su canción “Mi estilo se va conmigo”.
Gilberto Alejandro Durán Díaz, deambuló por las diferentes poblaciones de nuestro caribe, llevando alegría con sus bellas melodías a esas lejanas, olvidadas y empobrecidas aldeas de nuestra región, que siempre lo acogieron con cariño, a donde el solo hecho de llegar, era una proeza.
Era un ídolo entre la gente de sus misma condición social, pero faltaba más, porque esta era simplemente una popularidad muy parroquial, para el talento natural de semejante artista campesino de esta condición musical.
Para ese entonces, hasta sus oídos llegó el rumor de un primer encuentro de acordeoneros que se escenificaría por primera vez en Valledupar, en 1968, hasta aquí llegó sin ningún tipo de ínfulas, los favoritos eran otros, y porque su condición natural no se lo permitía.
Además este evento según sus propias palabras, le generaría popularidad entre los habitantes de estas tierras.
Llego y venció,el haber ganado el primer festival vallenato, ante tan encopetados rivales, y el cubrimiento periodístico de diferentes medios de carácter local y nacional, le abrió “al Negro Grande”, horizontes insospechados a su música y también para que su figura color de ébano, se encumbrara como un mito de folclor.
La primera parada de nuestro primer Rey Vallenato, después del festival, fueron las olimpiadas culturales de Méjico, a lasque fue invitado, como ganador del festival vallenato; estas justas se hicieron a la par de las deportivas en ese mismo año.
Al país de los manitos, Alejo, fue acompañado por su guacharaquero, José Manuel Tapias; en la caja“el Niño” Arrieta, sus eternos compañeros, y como invitado especial, estuvo Pablo López.
La maestra interpretación, sencillez y pureza de sus canciones impactaron a las diferentes delegaciones del mundo que estuvieron presentes en esta competencia cultural, que le valió a Alejo, el reconocimiento del jurado, que le otorgó medalla de oro por tan impecables interpretaciones.
A su regreso de Méjico, le llovieron múltiples ofertas para grabar sus canciones, a la cual antes de ser rey, accedía previo pago del acetato. Su música fue requerida en diferentes escenarios de Colombia, en los cuales no tenían cabida porque no eran conocidos por la férrea discriminación que hubo en el país por esta música, además sus cantos fueron requeridos por las noveles figuras que venían surgiendo en el folclor.
Que el festival vallenato dio a conocer el talento de Alejo es tan innegable, que él mismo lo pregonó, no desconocemos a El Paso como su patria chica, pero si Valledupar reclama sus restos, es para seguir colmándole de gloria.