Nunca imaginé que las grandes campañas publicitarias de las disqueras que se engullen la jugosa torta discográfica del vallenato tuviera tan funestos resultados para nuestra autentica identidad musical.
Por Julio C. Oñate Martínez
Nunca imaginé que las grandes campañas publicitarias de las disqueras que se engullen la jugosa torta discográfica del vallenato tuviera tan funestos resultados para nuestra autentica identidad musical.
Décadas atrás era el pueblo quien tenía absoluta libertad para elegir los temas de su preferencia y que por demanda popular llegaban a convertirse en verdaderos éxitos de gran frescura en el tiempo.
El arraigo en el gusto popular era mas profundo, era el pueblo quien elegía y lo que el pueblo elige, lo cuida, lo conserva y algo le queda en el corazón.
Fue la época esplendorosa de los auténticos juglares, de grandes maestros de la composición y muchísimos creativos que con talento y calidad contribuyeron con su grano de arena a que el edificio del vallenato fuese mas solido y esplendido; pero los años pasaron, las cosas cambiaron y la brújula señalo hacia otro rumbo orientada por los magos de la comercialización del disco.
Surgió entonces la figura del “Tema Objetivo” sobre el cual se canaliza toda la promoción y estrategias que puedan redundar en una mayor demanda de un nuevo álbum musical.
Coordinado esto y amarrado con los programadores de las estaciones radiales, se comienza a machacar sin descanso el bendito objetivo hasta posicionarlo, imponerlo y convertirlo en un exitazo salido de este laboratorio comercial.
Las otras canciones del disco, tan buenas como “El Objetivo” o mejores, pasan desapercibidas en la radio y por ende en los seguidores del artista, negándoles en esta forma el derecho a ser escuchadas.
Es entendible entonces que a los barones del CD les importa un pepino el valor folclórico o histórico de lo que producen, ya que su negocio es vender discos y ganar plata, ojalá y tengan que afincarse en una práctica depredadora y malsana como la descrita.
Los intérpretes del vallenato ya sean del ayer, del presente o los que comienzan a asomarse, cada vez ponen mayor esmero y cuidado en ubicar los mejores temas para grabar, aguzando el oído, piden conceptos y se asesoran tratando de llegar al mayor nivel artístico posible, siempre con animo y buena fé para así contribuir al mayor soporte de este folclor que hoy les da brillo y consagra, siempre convencidos que su cuento tendrá un final feliz.
No hay derecho entonces para que a la hora de la verdad, sea quien menos conoce el vallenato, porque jamás lo tomó al pie de la vaca, que no lo entiende y que no lo siente el encargado de decidir que es lo que nos va a representar ojalá y sea momentáneamente.
El edificio que con tanto ingenio construimos tiene fisuras, se resquebraja, ¿será que podremos ser capaces de evitar su desmoronamiento?.
Nunca imaginé que las grandes campañas publicitarias de las disqueras que se engullen la jugosa torta discográfica del vallenato tuviera tan funestos resultados para nuestra autentica identidad musical.
Por Julio C. Oñate Martínez
Nunca imaginé que las grandes campañas publicitarias de las disqueras que se engullen la jugosa torta discográfica del vallenato tuviera tan funestos resultados para nuestra autentica identidad musical.
Décadas atrás era el pueblo quien tenía absoluta libertad para elegir los temas de su preferencia y que por demanda popular llegaban a convertirse en verdaderos éxitos de gran frescura en el tiempo.
El arraigo en el gusto popular era mas profundo, era el pueblo quien elegía y lo que el pueblo elige, lo cuida, lo conserva y algo le queda en el corazón.
Fue la época esplendorosa de los auténticos juglares, de grandes maestros de la composición y muchísimos creativos que con talento y calidad contribuyeron con su grano de arena a que el edificio del vallenato fuese mas solido y esplendido; pero los años pasaron, las cosas cambiaron y la brújula señalo hacia otro rumbo orientada por los magos de la comercialización del disco.
Surgió entonces la figura del “Tema Objetivo” sobre el cual se canaliza toda la promoción y estrategias que puedan redundar en una mayor demanda de un nuevo álbum musical.
Coordinado esto y amarrado con los programadores de las estaciones radiales, se comienza a machacar sin descanso el bendito objetivo hasta posicionarlo, imponerlo y convertirlo en un exitazo salido de este laboratorio comercial.
Las otras canciones del disco, tan buenas como “El Objetivo” o mejores, pasan desapercibidas en la radio y por ende en los seguidores del artista, negándoles en esta forma el derecho a ser escuchadas.
Es entendible entonces que a los barones del CD les importa un pepino el valor folclórico o histórico de lo que producen, ya que su negocio es vender discos y ganar plata, ojalá y tengan que afincarse en una práctica depredadora y malsana como la descrita.
Los intérpretes del vallenato ya sean del ayer, del presente o los que comienzan a asomarse, cada vez ponen mayor esmero y cuidado en ubicar los mejores temas para grabar, aguzando el oído, piden conceptos y se asesoran tratando de llegar al mayor nivel artístico posible, siempre con animo y buena fé para así contribuir al mayor soporte de este folclor que hoy les da brillo y consagra, siempre convencidos que su cuento tendrá un final feliz.
No hay derecho entonces para que a la hora de la verdad, sea quien menos conoce el vallenato, porque jamás lo tomó al pie de la vaca, que no lo entiende y que no lo siente el encargado de decidir que es lo que nos va a representar ojalá y sea momentáneamente.
El edificio que con tanto ingenio construimos tiene fisuras, se resquebraja, ¿será que podremos ser capaces de evitar su desmoronamiento?.