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Columnista - 19 julio, 2013

Día de la Independencia

La emancipación al margen de las circunstancias políticas representó un costo de transpiración de sangre en el campo de batalla, respirando aire contaminado con la pólvora que expelían los fusiles de chispa fabricados de hierro fundido.

Boton Wpp

Por Luis Elquis Díaz

La emancipación al margen de las circunstancias políticas representó un costo de transpiración de sangre en el campo de batalla, respirando aire contaminado con la pólvora que expelían los fusiles de chispa fabricados de hierro fundido.

La construcción de la Republica genero divergencias y una lucha insignificante en la concepción de la doctrina política. Los intereses Federalistas y Centralistas quedaron en la historia bajo la denominación despectiva de la patria boba.

El antagonismo político hace parte de nuestro ADN, argumento propicio para la edificación de las bases de la Democracia. Somos una nación relativamente joven, que con alegría disipa las penas de cada capítulo de su historia.

Hoy nuestro país conmemora 203 años de independencia en medio de una convulsión similar a la acaecida en 1810. El Catatumbo es el escenario que procura dar un grito no de independencia sino de llamado al Estado. El método utilizado por los quejosos es rudimentario, no obstante, congénito, pues de esta manera hemos zanjado todas nuestras diferencias. 

El Gobierno del Presidente Santos, en un acto gallardo y también osado, decidió que la mejor manera para encontrar convergencias es a través del dialogo, para seguir construyendo nación, desde una perspectiva institucional y no impuesta.

El dominio del territorio y la posesión de la tierra no permiten la solidificación de las bases, porque mientras se dialoga armónicamente en la habana, en el país la población que ha sido desplazada y despojada reclama sus derechos con la presunta complicidad de los simpatizantes o militantes de las FARC.  

La estructura de la composición genética del pueblo colombiano, acostumbrada al fragor del combate, tiene preferencias por la continuidad del ejercicio guerrero para aniquilar a las FARC. El optimismo frente al proceso de paz es mínimo, por las circunstancias, los antecedentes y por los atizadores que constantemente alimentan el morbo.

Sin embargo, terminar el conflicto con las FARC, es apenas un eslabón para construir nación, es la primera evocación de gloria inmarcesible. 

Nuestro estado debe implementar reformas, económicas, institucionales y comerciales en especial en el sector agropecuario, objeto esencial de nuestras discordancias, sin incurrir en procesos de expropiación de la propiedad legítima, solo en los casos donde hubo desplazamiento forzado y despojo.

Bajo estas condiciones recobran vigencia la figura de las Zonas de Reserva Campesina, creadas en el Capítulo XIII de la Ley 160 de 1994, para brindar reconocimiento al campesinado colombiano, garantizar el desarrollo agropecuario y como recaudo de nuestra seguridad alimentaria.

 

Columnista
19 julio, 2013

Día de la Independencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

La emancipación al margen de las circunstancias políticas representó un costo de transpiración de sangre en el campo de batalla, respirando aire contaminado con la pólvora que expelían los fusiles de chispa fabricados de hierro fundido.


Por Luis Elquis Díaz

La emancipación al margen de las circunstancias políticas representó un costo de transpiración de sangre en el campo de batalla, respirando aire contaminado con la pólvora que expelían los fusiles de chispa fabricados de hierro fundido.

La construcción de la Republica genero divergencias y una lucha insignificante en la concepción de la doctrina política. Los intereses Federalistas y Centralistas quedaron en la historia bajo la denominación despectiva de la patria boba.

El antagonismo político hace parte de nuestro ADN, argumento propicio para la edificación de las bases de la Democracia. Somos una nación relativamente joven, que con alegría disipa las penas de cada capítulo de su historia.

Hoy nuestro país conmemora 203 años de independencia en medio de una convulsión similar a la acaecida en 1810. El Catatumbo es el escenario que procura dar un grito no de independencia sino de llamado al Estado. El método utilizado por los quejosos es rudimentario, no obstante, congénito, pues de esta manera hemos zanjado todas nuestras diferencias. 

El Gobierno del Presidente Santos, en un acto gallardo y también osado, decidió que la mejor manera para encontrar convergencias es a través del dialogo, para seguir construyendo nación, desde una perspectiva institucional y no impuesta.

El dominio del territorio y la posesión de la tierra no permiten la solidificación de las bases, porque mientras se dialoga armónicamente en la habana, en el país la población que ha sido desplazada y despojada reclama sus derechos con la presunta complicidad de los simpatizantes o militantes de las FARC.  

La estructura de la composición genética del pueblo colombiano, acostumbrada al fragor del combate, tiene preferencias por la continuidad del ejercicio guerrero para aniquilar a las FARC. El optimismo frente al proceso de paz es mínimo, por las circunstancias, los antecedentes y por los atizadores que constantemente alimentan el morbo.

Sin embargo, terminar el conflicto con las FARC, es apenas un eslabón para construir nación, es la primera evocación de gloria inmarcesible. 

Nuestro estado debe implementar reformas, económicas, institucionales y comerciales en especial en el sector agropecuario, objeto esencial de nuestras discordancias, sin incurrir en procesos de expropiación de la propiedad legítima, solo en los casos donde hubo desplazamiento forzado y despojo.

Bajo estas condiciones recobran vigencia la figura de las Zonas de Reserva Campesina, creadas en el Capítulo XIII de la Ley 160 de 1994, para brindar reconocimiento al campesinado colombiano, garantizar el desarrollo agropecuario y como recaudo de nuestra seguridad alimentaria.