Carlos Holmes Trujillo y Oscar Iván Zuluaga, dos figuras representativas del “Puro Centro Democrático”, -expresión partidista que de Centro no tiene nada porque su postura ideológica está más a la derecha que el mismo Partido Conservador-
Raúl Bermúdez Márquez
Carlos Holmes Trujillo y Oscar Iván Zuluaga, dos figuras representativas del “Puro Centro Democrático”, -expresión partidista que de Centro no tiene nada porque su postura ideológica está más a la derecha que el mismo Partido Conservador-, en entrevista concedida a la Revista Semana y haciendo las veces de aguafiestas de las esperanzas de paz de la gran mayoría de los colombianos, vociferan ante el país que llegó la hora de “acabar con el show de la Habana”.
Es decir, basta de conversaciones con la insurgencia y de aquí en adelante que se siga intensificando el estruendo de las bombas, el traqueteo de las ametralladoras y el silbido de las balas cuyos destinatarios en la mayoría de los casos, no son combatientes sino la inerme población civil que es la que ha llevado la peor parte en este absurdo y estéril conflicto interno que ya abarca más de medio siglo de la historia del país.
La justificación no puede ser más sesgada y en correspondencia con el mesianismo uribista que considera que todo lo que no se articule a los “tres huevitos” de la “seguridad democrática” está condenado al fracaso. En afirmaciones tan endebles como temerariasubican al proceso de paz como la principal causa de la desaceleración de la economía en el país.
Según los precandidatos uribistasel debilitamiento de las condiciones de seguridad democrática y los riesgos de lo que se está discutiendo en La Habana afectan la confianza de los hogares que se refleja en menor consumo y afecta la confianza de los inversionistas que se traduce en menor crecimiento de la inversión extranjera.
Y todas esas piruetas retóricas, desprovistas de cualquier soporte técnico o económico, tienen como propósito hacerle creer el país que el mesías está vivo y que como en la época de Jesús todo aquel que no busque el amparo de su túnica –del poncho en este caso-, es un descarriado que transita indefectiblemente haciael escarnio infernal. Un amigo catalogaba las expresiones de Holmes y Zuluaga como sofismas. Y puede tener razón. Lo grave es que no son de distracción, sino sofismas guerreristas.
Muy lejos estuve de apoyar la elección de Juan Manuel Santos como presidente de la República. Pero tal como se plantean hoy las cosas en el panorama político, para el electorado la disyuntiva parece reducirse a escoger entre la posibilidad de seguir apostándole al difícil camino de una paz negociada o de volver a reeditar épocas aciagas donde la convivencia pacífica depende de un triunfo militar cuya condición sine qua non es sacrificar las demandas sociales de la población en función de seguir financiando los gastos propios de una guerra centenaria.
Carlos Holmes Trujillo y Oscar Iván Zuluaga, dos figuras representativas del “Puro Centro Democrático”, -expresión partidista que de Centro no tiene nada porque su postura ideológica está más a la derecha que el mismo Partido Conservador-
Raúl Bermúdez Márquez
Carlos Holmes Trujillo y Oscar Iván Zuluaga, dos figuras representativas del “Puro Centro Democrático”, -expresión partidista que de Centro no tiene nada porque su postura ideológica está más a la derecha que el mismo Partido Conservador-, en entrevista concedida a la Revista Semana y haciendo las veces de aguafiestas de las esperanzas de paz de la gran mayoría de los colombianos, vociferan ante el país que llegó la hora de “acabar con el show de la Habana”.
Es decir, basta de conversaciones con la insurgencia y de aquí en adelante que se siga intensificando el estruendo de las bombas, el traqueteo de las ametralladoras y el silbido de las balas cuyos destinatarios en la mayoría de los casos, no son combatientes sino la inerme población civil que es la que ha llevado la peor parte en este absurdo y estéril conflicto interno que ya abarca más de medio siglo de la historia del país.
La justificación no puede ser más sesgada y en correspondencia con el mesianismo uribista que considera que todo lo que no se articule a los “tres huevitos” de la “seguridad democrática” está condenado al fracaso. En afirmaciones tan endebles como temerariasubican al proceso de paz como la principal causa de la desaceleración de la economía en el país.
Según los precandidatos uribistasel debilitamiento de las condiciones de seguridad democrática y los riesgos de lo que se está discutiendo en La Habana afectan la confianza de los hogares que se refleja en menor consumo y afecta la confianza de los inversionistas que se traduce en menor crecimiento de la inversión extranjera.
Y todas esas piruetas retóricas, desprovistas de cualquier soporte técnico o económico, tienen como propósito hacerle creer el país que el mesías está vivo y que como en la época de Jesús todo aquel que no busque el amparo de su túnica –del poncho en este caso-, es un descarriado que transita indefectiblemente haciael escarnio infernal. Un amigo catalogaba las expresiones de Holmes y Zuluaga como sofismas. Y puede tener razón. Lo grave es que no son de distracción, sino sofismas guerreristas.
Muy lejos estuve de apoyar la elección de Juan Manuel Santos como presidente de la República. Pero tal como se plantean hoy las cosas en el panorama político, para el electorado la disyuntiva parece reducirse a escoger entre la posibilidad de seguir apostándole al difícil camino de una paz negociada o de volver a reeditar épocas aciagas donde la convivencia pacífica depende de un triunfo militar cuya condición sine qua non es sacrificar las demandas sociales de la población en función de seguir financiando los gastos propios de una guerra centenaria.