Primero lo denunció el columnista José Manuel Aponte con pelos y señales. Ahora el turno fue para el personero municipal Alfonso Campo Martínez, quien como testigo del caso se opuso a la inmovilización de algunos vehículos estacionados en zona permitida.
Por Luis Augusto González Pimienta
Primero lo denunció el columnista José Manuel Aponte con pelos y señales. Ahora el turno fue para el personero municipal Alfonso Campo Martínez, quien como testigo del caso se opuso a la inmovilización de algunos vehículos estacionados en zona permitida.
Relató este diario cómo iban a ser subidos a la grúa algunos vehículos situados en la calle 16 A entre carreras 6 y 7, lugar en donde no existe ninguna señal prohibitiva de parqueo. La oportuna intervención del personero lo impidió. Cumplió así con su función de defensor de los intereses de la sociedad. Le resta ejercer la función disciplinaria contra los implicados.
Este es un hecho de común ocurrencia en el que curiosamente participan los mismos protagonistas. No es sino hacer una revisión cuidadosa de los comparendos que se expiden en esa zona para comprobar que están involucrados los mismos agentes y las mismas grúas. Y si continúa el seguimiento se advertirá que los automotores van a parar a los mismos patios. Todo lo anterior sugiere un montaje en donde se aúnan servidores públicos y particulares para esquilmar al ciudadano de bien.
La noticia del viernes pasado da cuenta de que los agentes de tránsito adujeron obstrucción de la calle, lo que no es creíble, en tanto es una vía de un solo sentido bastante amplia para estacionar y transitar, simultáneamente. Igual viene sucediendo en la cuadra siguiente, es decir, en la calle 16 A entre carreras 7 y 8, en donde también se llevan los vehículos estacionados sin que exista señal que lo prohíba.
Y qué decir de la carrera 8 entre calles 14 y 15. Allí no está prohibido parquear y sin embargo levantan los vehículos. Un transeúnte cotidiano tiene determinado quién es el agente de tránsito que se aposta en la zona para “cumplir con su deber”. Cuenta que el policía llega, espera diez minutos y procede a llamar a la grúa. Coincide con lo expresado por el columnista Aponte, quien agregó que en su caso arguyeron un decreto municipal de abandono de vehículos. Si eso es cierto, deberá revisarse la norma para reformarla o revocarla pues se presta para abusos.
Otro punto crítico es el de los alrededores de la Olímpica de la carrera 9. Por los cuatro puntos cardinales está prohibido estacionar y solo existe un pequeñísimo parqueadero a considerable distancia como para ir cargando las compras. ¿Será que la única solución es dejar el vehículo encendido con un copiloto a bordo?
Resulta plausible que se trate de ordenar la caótica circulación vehicular de la ciudad. Pero parece kafkiano que se abuse continuamente de la comunidad mientras los delitos se incrementan en proporción geométrica.
Primero lo denunció el columnista José Manuel Aponte con pelos y señales. Ahora el turno fue para el personero municipal Alfonso Campo Martínez, quien como testigo del caso se opuso a la inmovilización de algunos vehículos estacionados en zona permitida.
Por Luis Augusto González Pimienta
Primero lo denunció el columnista José Manuel Aponte con pelos y señales. Ahora el turno fue para el personero municipal Alfonso Campo Martínez, quien como testigo del caso se opuso a la inmovilización de algunos vehículos estacionados en zona permitida.
Relató este diario cómo iban a ser subidos a la grúa algunos vehículos situados en la calle 16 A entre carreras 6 y 7, lugar en donde no existe ninguna señal prohibitiva de parqueo. La oportuna intervención del personero lo impidió. Cumplió así con su función de defensor de los intereses de la sociedad. Le resta ejercer la función disciplinaria contra los implicados.
Este es un hecho de común ocurrencia en el que curiosamente participan los mismos protagonistas. No es sino hacer una revisión cuidadosa de los comparendos que se expiden en esa zona para comprobar que están involucrados los mismos agentes y las mismas grúas. Y si continúa el seguimiento se advertirá que los automotores van a parar a los mismos patios. Todo lo anterior sugiere un montaje en donde se aúnan servidores públicos y particulares para esquilmar al ciudadano de bien.
La noticia del viernes pasado da cuenta de que los agentes de tránsito adujeron obstrucción de la calle, lo que no es creíble, en tanto es una vía de un solo sentido bastante amplia para estacionar y transitar, simultáneamente. Igual viene sucediendo en la cuadra siguiente, es decir, en la calle 16 A entre carreras 7 y 8, en donde también se llevan los vehículos estacionados sin que exista señal que lo prohíba.
Y qué decir de la carrera 8 entre calles 14 y 15. Allí no está prohibido parquear y sin embargo levantan los vehículos. Un transeúnte cotidiano tiene determinado quién es el agente de tránsito que se aposta en la zona para “cumplir con su deber”. Cuenta que el policía llega, espera diez minutos y procede a llamar a la grúa. Coincide con lo expresado por el columnista Aponte, quien agregó que en su caso arguyeron un decreto municipal de abandono de vehículos. Si eso es cierto, deberá revisarse la norma para reformarla o revocarla pues se presta para abusos.
Otro punto crítico es el de los alrededores de la Olímpica de la carrera 9. Por los cuatro puntos cardinales está prohibido estacionar y solo existe un pequeñísimo parqueadero a considerable distancia como para ir cargando las compras. ¿Será que la única solución es dejar el vehículo encendido con un copiloto a bordo?
Resulta plausible que se trate de ordenar la caótica circulación vehicular de la ciudad. Pero parece kafkiano que se abuse continuamente de la comunidad mientras los delitos se incrementan en proporción geométrica.