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Columnista - 25 abril, 2013

Así nació el Festival

Parecía la puerta de una iglesia, grande y ancha; por ahí ingresó un hombre que no media más de uno sesenta, pero se veía aún más pequeño; llevaba un sombrero blanco de paja, con una cinta negra y acordeón tercia´o a la espalda y allá al fondo de la casona, bajo un frondoso palo e mango, en sendas mecedoras de mimbre, dos hombres y dos mujeres conversaban animadamente; el músico aligeró el paso y con un ademán reverente saludó al cuarteto quitándose el sombrero. Serían las cuatro de la tarde de ese día de enero de 1968.

Boton Wpp

Por: Jorge Naín Ruiz

Parecía la puerta de una iglesia, grande y ancha; por ahí ingresó un hombre que no media más de uno sesenta, pero se veía aún más pequeño; llevaba un sombrero blanco de paja, con una cinta negra y acordeón tercia´o a la espalda y allá al fondo de la casona, bajo un frondoso palo e mango, en sendas mecedoras de mimbre, dos hombres y dos mujeres conversaban animadamente; el músico aligeró el paso y con un ademán reverente saludó al cuarteto quitándose el sombrero. Serían las cuatro de la tarde de ese día de enero de 1968.

Buenas tardes, Rafa; me dijiste que viniera y aquí estoy- expresó con una sonrisa el músico. –Bienvenido, Emilianito- dijo la más alta de las mujeres,  invitándolo a sentarse en un taburete de cuero que ya le tenían estratégicamente ubicado.

Continuó diciendo la esbelta dama de impecable vestido blanco largo y bordado a mano, quien no revelaba más de unos 25 años: – imagínate, Emilianito, que el señor Gobernador quiere escuchar tus notas y le pidió a Rafa que te llamara; entonces yo creo que aquí se va a armá es una parranda, porque el compa Andrés Becerra no demora en llegar.

De inmediato el hombre de acento “cachaco” se levantó de su mecedora y con un abrazo fuerte saludó al músico y le dijo: -Hace mucho tiempo quería conocerte; Rafa me ha hablado maravillas de cómo tocas el acordeón y ya he escuchado algunas composiciones tuyas; me cuentan que también eres bueno para la Piqueria. Bueno, hoy es el día que estaba esperando.

El hombre al que llamaban Emilianito se puso su acordeón al pecho e  inició la faena, nada menos que con La gota fría, sin caja ni guacharaca. La otra dama a quien todos llamaban doña Miriam, miró al Gobernador de reojo y le dijo: -Pollo, ese puede ser el primer Rey-

Consuelo, la del vestido blanco, le preguntó a Rafa: -Bueno y ¿tú no invitaste a “Colacho”?-  y este con una sonrisa sarcástica y señalando la gran puerta de la casona le dijo: -Míralo ahí a´onde viene con su camina´o parsimonioso y su bendito sombrero.

Emilianito se levantó del taburete y recibió al otro músico con un abrazo fuerte; detrás de “Colacho” venían el cajero y el guacharaquero, y se cumplió lo que Consuelo había pronosticado.

Esa tarde Alfonso López, el Gobernador, Consuelo Araújo, La Cacica; Andrés Becerra, Miriam Pupo y Rafael Escalona llegaron a la conclusión de que a la fiesta de la Leyenda Vallenata había que incorporarle una competencia de acordeoneros…

Así nació el festival.

 

 

Columnista
25 abril, 2013

Así nació el Festival

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

Parecía la puerta de una iglesia, grande y ancha; por ahí ingresó un hombre que no media más de uno sesenta, pero se veía aún más pequeño; llevaba un sombrero blanco de paja, con una cinta negra y acordeón tercia´o a la espalda y allá al fondo de la casona, bajo un frondoso palo e mango, en sendas mecedoras de mimbre, dos hombres y dos mujeres conversaban animadamente; el músico aligeró el paso y con un ademán reverente saludó al cuarteto quitándose el sombrero. Serían las cuatro de la tarde de ese día de enero de 1968.


Por: Jorge Naín Ruiz

Parecía la puerta de una iglesia, grande y ancha; por ahí ingresó un hombre que no media más de uno sesenta, pero se veía aún más pequeño; llevaba un sombrero blanco de paja, con una cinta negra y acordeón tercia´o a la espalda y allá al fondo de la casona, bajo un frondoso palo e mango, en sendas mecedoras de mimbre, dos hombres y dos mujeres conversaban animadamente; el músico aligeró el paso y con un ademán reverente saludó al cuarteto quitándose el sombrero. Serían las cuatro de la tarde de ese día de enero de 1968.

Buenas tardes, Rafa; me dijiste que viniera y aquí estoy- expresó con una sonrisa el músico. –Bienvenido, Emilianito- dijo la más alta de las mujeres,  invitándolo a sentarse en un taburete de cuero que ya le tenían estratégicamente ubicado.

Continuó diciendo la esbelta dama de impecable vestido blanco largo y bordado a mano, quien no revelaba más de unos 25 años: – imagínate, Emilianito, que el señor Gobernador quiere escuchar tus notas y le pidió a Rafa que te llamara; entonces yo creo que aquí se va a armá es una parranda, porque el compa Andrés Becerra no demora en llegar.

De inmediato el hombre de acento “cachaco” se levantó de su mecedora y con un abrazo fuerte saludó al músico y le dijo: -Hace mucho tiempo quería conocerte; Rafa me ha hablado maravillas de cómo tocas el acordeón y ya he escuchado algunas composiciones tuyas; me cuentan que también eres bueno para la Piqueria. Bueno, hoy es el día que estaba esperando.

El hombre al que llamaban Emilianito se puso su acordeón al pecho e  inició la faena, nada menos que con La gota fría, sin caja ni guacharaca. La otra dama a quien todos llamaban doña Miriam, miró al Gobernador de reojo y le dijo: -Pollo, ese puede ser el primer Rey-

Consuelo, la del vestido blanco, le preguntó a Rafa: -Bueno y ¿tú no invitaste a “Colacho”?-  y este con una sonrisa sarcástica y señalando la gran puerta de la casona le dijo: -Míralo ahí a´onde viene con su camina´o parsimonioso y su bendito sombrero.

Emilianito se levantó del taburete y recibió al otro músico con un abrazo fuerte; detrás de “Colacho” venían el cajero y el guacharaquero, y se cumplió lo que Consuelo había pronosticado.

Esa tarde Alfonso López, el Gobernador, Consuelo Araújo, La Cacica; Andrés Becerra, Miriam Pupo y Rafael Escalona llegaron a la conclusión de que a la fiesta de la Leyenda Vallenata había que incorporarle una competencia de acordeoneros…

Así nació el festival.