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Columnista - 17 marzo, 2013

¡Bingo y por orden de llegada!

La oficina estaba llena de gente que esperaba ver realizado el sueño de tener una pensión. La manos apretaban papeles que una y otra vez les fueron devueltos porque faltaba una firma o porque la cédula no estaba ampliada lo suficiente o por muchos trámites, dispendiosos, fatigosos, desgastantes

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Por Mary Daza Orozco

 

La oficina estaba llena de gente que esperaba ver realizado el sueño de tener una pensión. La manos apretaban papeles que una y otra vez les fueron devueltos porque faltaba una firma o porque la cédula no estaba ampliada lo suficiente o por muchos trámites, dispendiosos, fatigosos, desgastantes. Por fin, algunos obtuvieron una ficha (o ficho) para ser atendidos. Me llamó la atención el color de los cuadritos de plástico con un número: amarillos, negros, rosado, rojo. El calor era tan fuerte que parecía dos calores juntos, las pocas sillas era para los que las ganaban como en el juego que de niños provocaba tantas peleas.

 

Después de un rato de pie, le gané la carrera a un joven y me senté al borde de una silla y luego llegó la amiga que me acompañaba y allí, como expertas malabaristas, nos sentamos, presentimos que la espera iba a ser larga y lo fue, pero en medio de la paciencia de los que allí esperaban, del calor a las once de la mañana y del ambiente enrarecido cuajado de sudores, porque el aire acondicionado era insuficiente, me divertí, ¡sí que fue bueno!

 

Por fin supe para qué eran las fichas (o fichos como dicen en el interior del país y aquí se está metiendo la palabrita sin ningún recato) cuando escuché las voces de las señoritas que atendían: ¡el uno amarillo!, gritaba una y el poseedor del cuadrito pasaba para ser atendido; otra vez: el tres verde, el cinco rojo y así sucesivamente, hubo un momento en el que me olvidé dónde estaba y se me ocurrió, decir en voz alta, ¡Bingo!, algunos se rieron, otros por el cansancio solo me miraron con un remedo de sonrisa. Era un bingo en el que el premio era la atención, bendita atención. Y ese es el sistema que utilizan en Colpensiones para atender

 

Qué curiosa manera de atender, cada oficina se inventa sus modos de llamar a la gente que cada día se hace más numerosa en los reclamos o peticiones de cualquier índole, reclamos y peticiones a los que se tiene derecho.

 

Si vamos a la mayoría de los consultorios médicos hay otra manera de atención: le dan la cita para un día determinado y para una hora determinada, usted llega puntual y la señorita, a veces amable, otras en que lo más común es que se crea dueña del médico y del consultorio o que esté aburrida de la vida, le dice: siéntese, uno mira y mira, no hay adonde, y sigue la voz repelente: le toca el turno doce; se protesta, pero, señorita me citaron a las dos y media, contesta con infinita pereza, siéntese que es por orden de llegada, No hay más que recostarse contra la pared mientras se desocupa una silla para cumplir con la orden de sentarse y hacer acopio de paciencia. En algunas partes le dan prioridad a las embarazadas, a los de la tercera edad o a los de sillas de ruedas, pero en otras no importa porque ¡es por orden de llegada!

 

La culpa en el segundo caso es de las EPS, dicen los encargados que mandan enfermos por cantidades abismales, todos son urgentes, dolencias que hay que atender, ¿por qué no puede el médico, con su equipo de trabajo, buscar orden y un poco de elegancia en su consulta? Quitar el botellón de agua seco y añoso, tener el baño en perfecto estado, (en el Centro Médico El Rosario lo tienen con llave, es decir, no existe); ¿no puede organizarse todo para que la cita sea a la hora programada? Yo creo que eso se quedó así. Y este espacio, de Mi columna, no da para comentar otros casos, en oficinas de otras índoles.

 

Sin embargo, me gustó el jueguito en Colpensiones, por lo menos se le apunta a ganarse un cartón inexistente de un bingo de colores extraños.

 

 

Columnista
17 marzo, 2013

¡Bingo y por orden de llegada!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

La oficina estaba llena de gente que esperaba ver realizado el sueño de tener una pensión. La manos apretaban papeles que una y otra vez les fueron devueltos porque faltaba una firma o porque la cédula no estaba ampliada lo suficiente o por muchos trámites, dispendiosos, fatigosos, desgastantes


Por Mary Daza Orozco

 

La oficina estaba llena de gente que esperaba ver realizado el sueño de tener una pensión. La manos apretaban papeles que una y otra vez les fueron devueltos porque faltaba una firma o porque la cédula no estaba ampliada lo suficiente o por muchos trámites, dispendiosos, fatigosos, desgastantes. Por fin, algunos obtuvieron una ficha (o ficho) para ser atendidos. Me llamó la atención el color de los cuadritos de plástico con un número: amarillos, negros, rosado, rojo. El calor era tan fuerte que parecía dos calores juntos, las pocas sillas era para los que las ganaban como en el juego que de niños provocaba tantas peleas.

 

Después de un rato de pie, le gané la carrera a un joven y me senté al borde de una silla y luego llegó la amiga que me acompañaba y allí, como expertas malabaristas, nos sentamos, presentimos que la espera iba a ser larga y lo fue, pero en medio de la paciencia de los que allí esperaban, del calor a las once de la mañana y del ambiente enrarecido cuajado de sudores, porque el aire acondicionado era insuficiente, me divertí, ¡sí que fue bueno!

 

Por fin supe para qué eran las fichas (o fichos como dicen en el interior del país y aquí se está metiendo la palabrita sin ningún recato) cuando escuché las voces de las señoritas que atendían: ¡el uno amarillo!, gritaba una y el poseedor del cuadrito pasaba para ser atendido; otra vez: el tres verde, el cinco rojo y así sucesivamente, hubo un momento en el que me olvidé dónde estaba y se me ocurrió, decir en voz alta, ¡Bingo!, algunos se rieron, otros por el cansancio solo me miraron con un remedo de sonrisa. Era un bingo en el que el premio era la atención, bendita atención. Y ese es el sistema que utilizan en Colpensiones para atender

 

Qué curiosa manera de atender, cada oficina se inventa sus modos de llamar a la gente que cada día se hace más numerosa en los reclamos o peticiones de cualquier índole, reclamos y peticiones a los que se tiene derecho.

 

Si vamos a la mayoría de los consultorios médicos hay otra manera de atención: le dan la cita para un día determinado y para una hora determinada, usted llega puntual y la señorita, a veces amable, otras en que lo más común es que se crea dueña del médico y del consultorio o que esté aburrida de la vida, le dice: siéntese, uno mira y mira, no hay adonde, y sigue la voz repelente: le toca el turno doce; se protesta, pero, señorita me citaron a las dos y media, contesta con infinita pereza, siéntese que es por orden de llegada, No hay más que recostarse contra la pared mientras se desocupa una silla para cumplir con la orden de sentarse y hacer acopio de paciencia. En algunas partes le dan prioridad a las embarazadas, a los de la tercera edad o a los de sillas de ruedas, pero en otras no importa porque ¡es por orden de llegada!

 

La culpa en el segundo caso es de las EPS, dicen los encargados que mandan enfermos por cantidades abismales, todos son urgentes, dolencias que hay que atender, ¿por qué no puede el médico, con su equipo de trabajo, buscar orden y un poco de elegancia en su consulta? Quitar el botellón de agua seco y añoso, tener el baño en perfecto estado, (en el Centro Médico El Rosario lo tienen con llave, es decir, no existe); ¿no puede organizarse todo para que la cita sea a la hora programada? Yo creo que eso se quedó así. Y este espacio, de Mi columna, no da para comentar otros casos, en oficinas de otras índoles.

 

Sin embargo, me gustó el jueguito en Colpensiones, por lo menos se le apunta a ganarse un cartón inexistente de un bingo de colores extraños.