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Editorial - 27 febrero, 2013

Paro cafetero, una crisis que afecta al Cesar

Los cafeteros se fueron a paro por considerar que no tienen garantías para el negocio. Los precios del grano a nivel internacional, la revaluación del peso frente al dólar, el cambio del paquete tecnológico para competir a nivel mundial, las deudas refinanciadas, el manejo de la Federación Nacional de Cafeteros, entre otras circunstancias tienen en […]

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Los cafeteros se fueron a paro por considerar que no tienen garantías para el negocio. Los precios del grano a nivel internacional, la revaluación del peso frente al dólar, el cambio del paquete tecnológico para competir a nivel mundial, las deudas refinanciadas, el manejo de la Federación Nacional de Cafeteros, entre otras circunstancias tienen en jaque al gremio.

El país está conmocionado por el paro de los cultivadores de café en todas sus categorías y en todos los puntos geográficos que fueron la columna vertebral del crecimiento económico y desarrollo social que imprimieron aroma a la identidad de Colombia como Nación. Desde la taza de “Colombian Cofee” en el concurso de Miss Universo hasta el impulso a los ciclistas en el viejo continente, pasando por la trilla, banco, entidades de investigación y desarrollo tecnológico, educación rural y la Flota Mercante Gran Colombiana, granos de orgullo por más de cien años en nuestra economía. No se puede olvidar que esta realidad se construyó en las épocas del Estado intervencionista y de apoyo selectivo, coadyuvado por las excelentes condiciones bióticas de los suelos de nuestras cordilleras y sistemas montañosos, un clima moderado y buenas prácticas agrícolas que posicionaron nuestro café con el mote del “más suave” y exquisito aroma.

Nuestras ventajas comparativas fueron base primordial para construir la industria del café. Mientras el sistema industrial de Estados Unidos y Europa se reinventaba con el paso de las guerras mundiales, nuestro grano se apreció por sus propiedades estimulantes, lastimosamente no aprendimos que el negocio requería imprimir valor a los pasos siguientes: bebidas y alimentos, siempre protegidos por la existencia de un pacto mundial de precios y cuotas ente países productores y consumidores y un sistema de devaluación monetaria que nos brindaba preferencia ante otros países productores. A nivel regional y gozando de dos sistemas montañosos como la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, también recibimos beneficios de esa economía cafetera. Pueblos como Manaure, Pueblo Bello, San José de Oriente, Medialuna, Curumaní, Rio de Oro y muchos otros sitios deben su importancia a la dinámica socioeconómica y política del café.

Hacia mediados de los años 90 del pasado siglo XXI y de la mano con la teoría de las ventajas competitivas y la tendencia globalizadora de mercados, los países consumidores hunden el pacto del café y con este se inicia una crisis en la estructura conocida de la economía cafetera. Países del Sudeste Asiático, Centroamérica y del golfo de Guinea en África como Vietnam, Costa de Marfil y otros, aprovecharon su mano de obra barata e inundaron el mercado reduciendo la cotización internacional del grano. Y las grandes tostadoras de café propiciaron este escenario, pues abarataron las mezclas entre granos robustos y suaves, realizaron otra revolución en los alimentos con base en café, profundizando la penetración de mercados liberalizados en todo el mundo: incluido nosotros.

Era y es necesario transformar el sistema productivo del café, pues las condiciones cambiaron y es necesario adaptarse y originar respuesta, si bien Fedecafé con el apoyo del Gobierno inició toda una estrategia de reconversión: Juan Valdez y variedades orgánicas así como adaptación y tolerancia al cambio climático, estos se ven con paciencia. En nuestras sierras, olvidadas por el Estado en inversión que las conecte a los mercados, se pierde el café en invierno y muchas veces en el suelo pues no alcanzan las manos para recogerlo. Según cifras de los conocedores del tema, el café en el Cesar genera más de 20.000 jornales y un movimiento financiero superior a los 100.000 millones por cosecha.  

Ambas partes: gobierno y cafeteros tienen razón y tienen culpas ¿quién cederá ante las presiones? Mientras tanto uno de los pocos productos que tiene ventajas reales para competir en los TLC refleja la fragilidad de nuestra economía.

 

Editorial
27 febrero, 2013

Paro cafetero, una crisis que afecta al Cesar

Los cafeteros se fueron a paro por considerar que no tienen garantías para el negocio. Los precios del grano a nivel internacional, la revaluación del peso frente al dólar, el cambio del paquete tecnológico para competir a nivel mundial, las deudas refinanciadas, el manejo de la Federación Nacional de Cafeteros, entre otras circunstancias tienen en […]


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Los cafeteros se fueron a paro por considerar que no tienen garantías para el negocio. Los precios del grano a nivel internacional, la revaluación del peso frente al dólar, el cambio del paquete tecnológico para competir a nivel mundial, las deudas refinanciadas, el manejo de la Federación Nacional de Cafeteros, entre otras circunstancias tienen en jaque al gremio.

El país está conmocionado por el paro de los cultivadores de café en todas sus categorías y en todos los puntos geográficos que fueron la columna vertebral del crecimiento económico y desarrollo social que imprimieron aroma a la identidad de Colombia como Nación. Desde la taza de “Colombian Cofee” en el concurso de Miss Universo hasta el impulso a los ciclistas en el viejo continente, pasando por la trilla, banco, entidades de investigación y desarrollo tecnológico, educación rural y la Flota Mercante Gran Colombiana, granos de orgullo por más de cien años en nuestra economía. No se puede olvidar que esta realidad se construyó en las épocas del Estado intervencionista y de apoyo selectivo, coadyuvado por las excelentes condiciones bióticas de los suelos de nuestras cordilleras y sistemas montañosos, un clima moderado y buenas prácticas agrícolas que posicionaron nuestro café con el mote del “más suave” y exquisito aroma.

Nuestras ventajas comparativas fueron base primordial para construir la industria del café. Mientras el sistema industrial de Estados Unidos y Europa se reinventaba con el paso de las guerras mundiales, nuestro grano se apreció por sus propiedades estimulantes, lastimosamente no aprendimos que el negocio requería imprimir valor a los pasos siguientes: bebidas y alimentos, siempre protegidos por la existencia de un pacto mundial de precios y cuotas ente países productores y consumidores y un sistema de devaluación monetaria que nos brindaba preferencia ante otros países productores. A nivel regional y gozando de dos sistemas montañosos como la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, también recibimos beneficios de esa economía cafetera. Pueblos como Manaure, Pueblo Bello, San José de Oriente, Medialuna, Curumaní, Rio de Oro y muchos otros sitios deben su importancia a la dinámica socioeconómica y política del café.

Hacia mediados de los años 90 del pasado siglo XXI y de la mano con la teoría de las ventajas competitivas y la tendencia globalizadora de mercados, los países consumidores hunden el pacto del café y con este se inicia una crisis en la estructura conocida de la economía cafetera. Países del Sudeste Asiático, Centroamérica y del golfo de Guinea en África como Vietnam, Costa de Marfil y otros, aprovecharon su mano de obra barata e inundaron el mercado reduciendo la cotización internacional del grano. Y las grandes tostadoras de café propiciaron este escenario, pues abarataron las mezclas entre granos robustos y suaves, realizaron otra revolución en los alimentos con base en café, profundizando la penetración de mercados liberalizados en todo el mundo: incluido nosotros.

Era y es necesario transformar el sistema productivo del café, pues las condiciones cambiaron y es necesario adaptarse y originar respuesta, si bien Fedecafé con el apoyo del Gobierno inició toda una estrategia de reconversión: Juan Valdez y variedades orgánicas así como adaptación y tolerancia al cambio climático, estos se ven con paciencia. En nuestras sierras, olvidadas por el Estado en inversión que las conecte a los mercados, se pierde el café en invierno y muchas veces en el suelo pues no alcanzan las manos para recogerlo. Según cifras de los conocedores del tema, el café en el Cesar genera más de 20.000 jornales y un movimiento financiero superior a los 100.000 millones por cosecha.  

Ambas partes: gobierno y cafeteros tienen razón y tienen culpas ¿quién cederá ante las presiones? Mientras tanto uno de los pocos productos que tiene ventajas reales para competir en los TLC refleja la fragilidad de nuestra economía.