BITÁCORA Por: Oscar Ariza Daza Cada día, por efecto de la modernidad, el hombre se refugia profundamente en el materialismo, lo que lo ha llevado a experimentar una angustia por subsistir o ser alguien. Desafortunadamente, el referente para mostrarse como exitoso en el siglo XXI ha sido el progreso financiero, ocasionando que sus intereses sociales […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza Daza
Cada día, por efecto de la modernidad, el hombre se refugia profundamente en el materialismo, lo que lo ha llevado a experimentar una angustia por subsistir o ser alguien. Desafortunadamente, el referente para mostrarse como exitoso en el siglo XXI ha sido el progreso financiero, ocasionando que sus intereses sociales y económicos con frecuencia, se confundan con los sentimientos y la espiritualidad, pues se valora a los otros en función del dinero y las comodidades. Esto ha llevado a la cosificación del ser, es decir, el hombre vuelto cosa, con un valor económico o poder que sobrepasa su dimensión humana y espiritual.
Muchos buscan una relación de pareja basada más en la estabilidad económica que en la emocional, otros prefieren abandonar su perfil profesional, por otro distinto, pero más lucrativo y una gran mayoría inicia una búsqueda espiritual, no con el objetivo de encontrar salvación de su alma, sino la satisfacción de sus necesidades materiales; llegan a las iglesias buscando bendiciones económicas, algunas veces soportadas en promesas bíblicassacadas de contexto para sustentar su estrategia transaccionaly potencializadas poralgunos predicadores desde la televisión, la radio y en púlpitos, quienes sostienen la premisa de:“Dios te va a bendecir con tal que bendigas a la iglesia”.
Esta búsqueda del materialismo como condición sine quanon para crecer, ha hecho que el hombre ante la falta de control, se refugie en antivalores que hoy se defienden como valor absoluto a seguir.Como si el fin justificara los medios, se apela a la hipocresía, al engaño y al fingimiento con tal de conseguir lo deseado.
Lamentablemente el ser humano está entrando en una época en la que vive según su conveniencia y el interés que pueda representarle ciertas relaciones sociales, económicas y sentimentales; incluso su relación con Dios ha entrado en una etapa transaccional, mediada por la búsqueda de la riqueza o comodidad que sobrepasa la necesidad de su salvación espiritual, de esa apertura a la singularidad espiritual de la que habla Max Scheler.
Equivocadamente, hoy el hombre busca el camino del progreso material como termómetro de su nivel espiritual; es decir, se tiene la creencia que crecer económicamente, es señal de que Dios está de nuestra parte. Cuando se manosea la palabra de Dios, llevándola fuera de contexto o volviéndola frase de cajón como: “Dios no quiere que vivamos en pobreza, Dios promete bendecirte si los honras, Dios te ha llamado a vivir como rey, es deseo de Dios que tengas más dinero”, quienes no tienen un conocimiento claro de la doctrina pueden entender que los cristianos deben buscar más la prosperidad material o económica en la tierra, que empezar a buscar su salvación atesorando en el cielo.
Así las cosas, los creyentes comienzan a orar y a pedirle a Dios por más prosperidad financiera volviendo la relación con el Señor, más utilitarista que espiritual, centrando su vida más en la búsqueda del dinero, es por eso que muchas veces cuando la bendición económica llega, la persona se aleja de la iglesia, pues su objeto de deseo está satisfecho. La Biblia en 1 Timoteo 6:9,10, nos advierte de eso diciéndonos que “Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores”.
Es necesario aclarar que la prosperidad financiera no es mala en sí misma, tampoco es pecado gozar de estabilidad económica a través de ingresos altos o tener comodidades. Dios bendice cuando le place, pero aferrarnos a la fuerza del dinero y no a la búsqueda de la salvación puede llevarnos a tergiversar el centro de nuestra espiritualidad que es Cristo, porque si bien es cierto que el dinero es tan necesario hoy, también es cierto que el mismo dinero es fuente de toda descomposición y nos puede condenar sino tenemos equilibrio espiritual, “Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón.” Dice el evangelio de Lucas 12: 34.
@Oscararizadaza
BITÁCORA Por: Oscar Ariza Daza Cada día, por efecto de la modernidad, el hombre se refugia profundamente en el materialismo, lo que lo ha llevado a experimentar una angustia por subsistir o ser alguien. Desafortunadamente, el referente para mostrarse como exitoso en el siglo XXI ha sido el progreso financiero, ocasionando que sus intereses sociales […]
BITÁCORA
Por: Oscar Ariza Daza
Cada día, por efecto de la modernidad, el hombre se refugia profundamente en el materialismo, lo que lo ha llevado a experimentar una angustia por subsistir o ser alguien. Desafortunadamente, el referente para mostrarse como exitoso en el siglo XXI ha sido el progreso financiero, ocasionando que sus intereses sociales y económicos con frecuencia, se confundan con los sentimientos y la espiritualidad, pues se valora a los otros en función del dinero y las comodidades. Esto ha llevado a la cosificación del ser, es decir, el hombre vuelto cosa, con un valor económico o poder que sobrepasa su dimensión humana y espiritual.
Muchos buscan una relación de pareja basada más en la estabilidad económica que en la emocional, otros prefieren abandonar su perfil profesional, por otro distinto, pero más lucrativo y una gran mayoría inicia una búsqueda espiritual, no con el objetivo de encontrar salvación de su alma, sino la satisfacción de sus necesidades materiales; llegan a las iglesias buscando bendiciones económicas, algunas veces soportadas en promesas bíblicassacadas de contexto para sustentar su estrategia transaccionaly potencializadas poralgunos predicadores desde la televisión, la radio y en púlpitos, quienes sostienen la premisa de:“Dios te va a bendecir con tal que bendigas a la iglesia”.
Esta búsqueda del materialismo como condición sine quanon para crecer, ha hecho que el hombre ante la falta de control, se refugie en antivalores que hoy se defienden como valor absoluto a seguir.Como si el fin justificara los medios, se apela a la hipocresía, al engaño y al fingimiento con tal de conseguir lo deseado.
Lamentablemente el ser humano está entrando en una época en la que vive según su conveniencia y el interés que pueda representarle ciertas relaciones sociales, económicas y sentimentales; incluso su relación con Dios ha entrado en una etapa transaccional, mediada por la búsqueda de la riqueza o comodidad que sobrepasa la necesidad de su salvación espiritual, de esa apertura a la singularidad espiritual de la que habla Max Scheler.
Equivocadamente, hoy el hombre busca el camino del progreso material como termómetro de su nivel espiritual; es decir, se tiene la creencia que crecer económicamente, es señal de que Dios está de nuestra parte. Cuando se manosea la palabra de Dios, llevándola fuera de contexto o volviéndola frase de cajón como: “Dios no quiere que vivamos en pobreza, Dios promete bendecirte si los honras, Dios te ha llamado a vivir como rey, es deseo de Dios que tengas más dinero”, quienes no tienen un conocimiento claro de la doctrina pueden entender que los cristianos deben buscar más la prosperidad material o económica en la tierra, que empezar a buscar su salvación atesorando en el cielo.
Así las cosas, los creyentes comienzan a orar y a pedirle a Dios por más prosperidad financiera volviendo la relación con el Señor, más utilitarista que espiritual, centrando su vida más en la búsqueda del dinero, es por eso que muchas veces cuando la bendición económica llega, la persona se aleja de la iglesia, pues su objeto de deseo está satisfecho. La Biblia en 1 Timoteo 6:9,10, nos advierte de eso diciéndonos que “Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores”.
Es necesario aclarar que la prosperidad financiera no es mala en sí misma, tampoco es pecado gozar de estabilidad económica a través de ingresos altos o tener comodidades. Dios bendice cuando le place, pero aferrarnos a la fuerza del dinero y no a la búsqueda de la salvación puede llevarnos a tergiversar el centro de nuestra espiritualidad que es Cristo, porque si bien es cierto que el dinero es tan necesario hoy, también es cierto que el mismo dinero es fuente de toda descomposición y nos puede condenar sino tenemos equilibrio espiritual, “Pues donde tengan ustedes su tesoro, allí estará también su corazón.” Dice el evangelio de Lucas 12: 34.
@Oscararizadaza