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Columnista - 17 febrero, 2013

Un árbol me duele en todo el cuerpo

Cuando el poeta Jorge Luis Borges, quiso expresar la alianza de los recuerdos que en su interior había dejado su enamorada, breve y original escribió: una mujer me duele en todo el cuerpo

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Por  José Atuesta Mindiola

 

Cuando el poeta  Jorge Luis Borges, quiso expresar la alianza de los recuerdos que en su interior había dejado su enamorada, breve y original escribió: una mujer me duele en todo el cuerpo. Imitando este verso, para resaltar la alianza que hay entre los árboles y la vida, hoy escribo: Un  árbol me duele en todo el cuerpo.


La vida gira en torno a los árboles: son los guardianes del cauce de  los ríos,  albergues protectores de los pájaros y monumentos en la policromía del paisaje. Cuando se habla de los árboles,  por extensión se incluyen todas las especies vegetales, y su misión fundamental es la fotosíntesis, proceso que se realiza con la ayuda de la energía del sol para transformar  los minerales y el gas carbónico en alimentos. Los alimentos fabricados por la fotosíntesis hacen posible  la vida de todos los seres del reino animal, y demás mediante este proceso los vegetales producen el  oxígeno que necesitan los seres aeróbicos para la respiración.


Un árbol en la ciudad es más que una sombra que aprieta  recuerdos y emociones en la agitada ceremonia de las calles. Es un escudo de la contaminación de los ruidos y de los gases. El árbol es un aliado  defensor  del ambiente: siente, llora, canta y espera siempre morir de pie. Con sus flores  deletrean los colores de la luz. Un árbol es para el mendigo el sombrero de su alcoba y del  perro la pared de su llovizna. Un árbol es testigo  de la noche que avanza con el miedo y de los enamorados un baúl que esconde sus cuchicheos.


Afortunado los viven rodeado de árboles. Valledupar es una bella ciudad, tierra sagrada para los arboles de mangos, de robles, de olivos,  y también para las especies nativas,  como los campanos, los orejeros, los corazonfinos y los corpulentos caracolíes que ya casi están en extinción, y los cañaguates que por sus flores de esplendor amarillo, muchos confunden con el árbol los puy (Ambos pertenecen a la misma familia, las bignoniáceas, pero el puy florece en abril con las primeras lluvias).


En verano los árboles sobrellevan la sed, y los ríos padecen la sequía por la ausencia del camino vegetal. En la ciudad,  en ocasiones, los árboles son afectados por las manos inexpertas de los podadores, que lo dejan sin ramas y sin hojas. Y en los cerros son calcinados por la inclemencia de las llamas; a veces por  descuidos del ser humano o por efectos de la naturaleza con las fuertes brisas y la intensidad de calor: Si los rayos del sol irradian la superficie de un vidrio de aumento pueden ocasionar el fuego, o la fuerza del viento levanta una rama y esta lanza una piedra y al caer sobre otra puede producir una chispa de candela. No siempre existen pirómanos, a veces son accidentes artificiales o naturales.


Es deber de las instituciones promover la cultura de protección y defensa de los árboles. Un árbol vive para darle vida a la vida; entibiado de luz, imponente brinda sus colores y sus gemidos son lamentos cuando el filo tronante del metal le roba el derecho a morir de pie. Cada vez que se mata a un árbol se abren más caminos al desierto.  Un árbol, también reclama la presencia de otros árboles. Nadie quiere estar solo. La soledad es carbón que deja el relámpago.

 

Columnista
17 febrero, 2013

Un árbol me duele en todo el cuerpo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

Cuando el poeta Jorge Luis Borges, quiso expresar la alianza de los recuerdos que en su interior había dejado su enamorada, breve y original escribió: una mujer me duele en todo el cuerpo


Por  José Atuesta Mindiola

 

Cuando el poeta  Jorge Luis Borges, quiso expresar la alianza de los recuerdos que en su interior había dejado su enamorada, breve y original escribió: una mujer me duele en todo el cuerpo. Imitando este verso, para resaltar la alianza que hay entre los árboles y la vida, hoy escribo: Un  árbol me duele en todo el cuerpo.


La vida gira en torno a los árboles: son los guardianes del cauce de  los ríos,  albergues protectores de los pájaros y monumentos en la policromía del paisaje. Cuando se habla de los árboles,  por extensión se incluyen todas las especies vegetales, y su misión fundamental es la fotosíntesis, proceso que se realiza con la ayuda de la energía del sol para transformar  los minerales y el gas carbónico en alimentos. Los alimentos fabricados por la fotosíntesis hacen posible  la vida de todos los seres del reino animal, y demás mediante este proceso los vegetales producen el  oxígeno que necesitan los seres aeróbicos para la respiración.


Un árbol en la ciudad es más que una sombra que aprieta  recuerdos y emociones en la agitada ceremonia de las calles. Es un escudo de la contaminación de los ruidos y de los gases. El árbol es un aliado  defensor  del ambiente: siente, llora, canta y espera siempre morir de pie. Con sus flores  deletrean los colores de la luz. Un árbol es para el mendigo el sombrero de su alcoba y del  perro la pared de su llovizna. Un árbol es testigo  de la noche que avanza con el miedo y de los enamorados un baúl que esconde sus cuchicheos.


Afortunado los viven rodeado de árboles. Valledupar es una bella ciudad, tierra sagrada para los arboles de mangos, de robles, de olivos,  y también para las especies nativas,  como los campanos, los orejeros, los corazonfinos y los corpulentos caracolíes que ya casi están en extinción, y los cañaguates que por sus flores de esplendor amarillo, muchos confunden con el árbol los puy (Ambos pertenecen a la misma familia, las bignoniáceas, pero el puy florece en abril con las primeras lluvias).


En verano los árboles sobrellevan la sed, y los ríos padecen la sequía por la ausencia del camino vegetal. En la ciudad,  en ocasiones, los árboles son afectados por las manos inexpertas de los podadores, que lo dejan sin ramas y sin hojas. Y en los cerros son calcinados por la inclemencia de las llamas; a veces por  descuidos del ser humano o por efectos de la naturaleza con las fuertes brisas y la intensidad de calor: Si los rayos del sol irradian la superficie de un vidrio de aumento pueden ocasionar el fuego, o la fuerza del viento levanta una rama y esta lanza una piedra y al caer sobre otra puede producir una chispa de candela. No siempre existen pirómanos, a veces son accidentes artificiales o naturales.


Es deber de las instituciones promover la cultura de protección y defensa de los árboles. Un árbol vive para darle vida a la vida; entibiado de luz, imponente brinda sus colores y sus gemidos son lamentos cuando el filo tronante del metal le roba el derecho a morir de pie. Cada vez que se mata a un árbol se abren más caminos al desierto.  Un árbol, también reclama la presencia de otros árboles. Nadie quiere estar solo. La soledad es carbón que deja el relámpago.