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Editorial - 8 febrero, 2013

La Mala hora del Carbón

Con la suspensión del puerto de Drummond por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales- ANLA, la probable del tren de FENOCO desde la noche de hoy por orden de Corpocesar, la huelga en Cerrejón, y el conflicto en la mina La Francia, no son buenas las noticias para la industria vital para la economía y el empleo del Cesar, La Guajira y el Magdalena, y de buena parte de la nacional.

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Con la suspensión del puerto de Drummond por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales- ANLA, la probable del tren de FENOCO desde la noche de hoy por orden de Corpocesar, la huelga en Cerrejón, y el conflicto en la mina La Francia, no son buenas las noticias para la industria vital para la economía y el empleo del Cesar, La Guajira y el Magdalena, y de buena parte de la nacional. A ese contexto social, laboral y ambiental adverso se suma, en la actual coyuntura, una caída de los precios internacionales, asociado a la persistencia de la crisis económica de los países más desarrollados y al descubrimiento de un tipo de gas en los Estados Unidos que viene sustituyendo las calderas de carbón. Los precios que llegaron en los últimos años a niveles de US 100 FOB tonelada han caído en un 40%.

De hecho, con las medidas señaladas, se paran las exportaciones de carbones térmicos de Colombia que al año se van aproximando a los 100 millones de toneladas anuales y la noticia, como es de esperar, producirá un efecto allende las fronteras.
De no superarse en los próximos días la parálisis el efecto sobre la región será inmenso. Esta industria genera en Valledupar y sus alrededores más de 20.000 buenos empleos directos.
Hacemos un llamado a las autoridades nacionales, a las departamentales, a las organizaciones sociales, gremiales y sindicales a hacer sus mayores y mejores esfuerzos para superar la situación.
Las omisiones del Estado, la prepotencia de las empresas multinacionales, en particular las que operan en el Cesar, el pasivo ambiental y social que han generado y su baja sintonía con las aspiraciones locales, deben llevarnos a un nuevo Acuerdo de Sostenibilidad de la Industria Minera Regional. Ese marco debe precisar los roles reguladores y supervisores del Estado a nivel nacional y sub-nacional, los serios compromisos de las empresas, la participación de los gremios, de los sindicatos, de gobernadores y alcaldes y de las comunidades.
Propugnar por la coexistencia de la explotación minera y el medio ambiente, como se hace en Canadá, Noruega o Australia, por la armónica relación obrero-patronal, por el uso adecuado y transparente de las regalías, que progresivamente se reducirán, por las compras de bienes y servicios locales, por la generación de empleos, la mejora de las infraestructuras viales, férreas y portuarias (como barreras férreas anti-ruido, puentes peatonales o el cargue directo a buques), una relación más dinámica y proactiva con los pueblos de la comarca por parte de las empresas, y que como es obvio, porque se mantengan niveles de competitividad en los mercados mundiales de nuestros carbones.
Sintomático de esa crisis y la mala imagen que la industria tiene en nuestros pueblos es que en los últimos días varios se hayan opuesto a proyectos carboeléctricos. En otra coyuntura aparecería como razonable aprovechar los carbones propios para generar energía eléctrica en Colombia y no afuera, ahorrando el trasiego del mineral hasta los puertos, dándole valor agregado al recurso natural. Acaso Antioquia deja de construir más y más embalses para convertirse de la mano de EPM en una potencia de generación de energía?

¿Cuánto durará el carbón térmico como fuente casi que única de la economía regional? No lo sabemos.
Bajo ese Acuerdo de Sostenibilidad de la Industria Minera Regional, que proponemos, si todos ponen de su parte, empresarios, trabajadores y gobiernos y la opinión pública bien informada, el futuro no será negro y la región disfrutará sanamente los últimos años de esta, hoy su vital actividad minera.

Editorial
8 febrero, 2013

La Mala hora del Carbón

Con la suspensión del puerto de Drummond por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales- ANLA, la probable del tren de FENOCO desde la noche de hoy por orden de Corpocesar, la huelga en Cerrejón, y el conflicto en la mina La Francia, no son buenas las noticias para la industria vital para la economía y el empleo del Cesar, La Guajira y el Magdalena, y de buena parte de la nacional.


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Con la suspensión del puerto de Drummond por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales- ANLA, la probable del tren de FENOCO desde la noche de hoy por orden de Corpocesar, la huelga en Cerrejón, y el conflicto en la mina La Francia, no son buenas las noticias para la industria vital para la economía y el empleo del Cesar, La Guajira y el Magdalena, y de buena parte de la nacional. A ese contexto social, laboral y ambiental adverso se suma, en la actual coyuntura, una caída de los precios internacionales, asociado a la persistencia de la crisis económica de los países más desarrollados y al descubrimiento de un tipo de gas en los Estados Unidos que viene sustituyendo las calderas de carbón. Los precios que llegaron en los últimos años a niveles de US 100 FOB tonelada han caído en un 40%.

De hecho, con las medidas señaladas, se paran las exportaciones de carbones térmicos de Colombia que al año se van aproximando a los 100 millones de toneladas anuales y la noticia, como es de esperar, producirá un efecto allende las fronteras.
De no superarse en los próximos días la parálisis el efecto sobre la región será inmenso. Esta industria genera en Valledupar y sus alrededores más de 20.000 buenos empleos directos.
Hacemos un llamado a las autoridades nacionales, a las departamentales, a las organizaciones sociales, gremiales y sindicales a hacer sus mayores y mejores esfuerzos para superar la situación.
Las omisiones del Estado, la prepotencia de las empresas multinacionales, en particular las que operan en el Cesar, el pasivo ambiental y social que han generado y su baja sintonía con las aspiraciones locales, deben llevarnos a un nuevo Acuerdo de Sostenibilidad de la Industria Minera Regional. Ese marco debe precisar los roles reguladores y supervisores del Estado a nivel nacional y sub-nacional, los serios compromisos de las empresas, la participación de los gremios, de los sindicatos, de gobernadores y alcaldes y de las comunidades.
Propugnar por la coexistencia de la explotación minera y el medio ambiente, como se hace en Canadá, Noruega o Australia, por la armónica relación obrero-patronal, por el uso adecuado y transparente de las regalías, que progresivamente se reducirán, por las compras de bienes y servicios locales, por la generación de empleos, la mejora de las infraestructuras viales, férreas y portuarias (como barreras férreas anti-ruido, puentes peatonales o el cargue directo a buques), una relación más dinámica y proactiva con los pueblos de la comarca por parte de las empresas, y que como es obvio, porque se mantengan niveles de competitividad en los mercados mundiales de nuestros carbones.
Sintomático de esa crisis y la mala imagen que la industria tiene en nuestros pueblos es que en los últimos días varios se hayan opuesto a proyectos carboeléctricos. En otra coyuntura aparecería como razonable aprovechar los carbones propios para generar energía eléctrica en Colombia y no afuera, ahorrando el trasiego del mineral hasta los puertos, dándole valor agregado al recurso natural. Acaso Antioquia deja de construir más y más embalses para convertirse de la mano de EPM en una potencia de generación de energía?

¿Cuánto durará el carbón térmico como fuente casi que única de la economía regional? No lo sabemos.
Bajo ese Acuerdo de Sostenibilidad de la Industria Minera Regional, que proponemos, si todos ponen de su parte, empresarios, trabajadores y gobiernos y la opinión pública bien informada, el futuro no será negro y la región disfrutará sanamente los últimos años de esta, hoy su vital actividad minera.