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Columnista - 2 febrero, 2013

“Creado por el Amor y para el amor…”

Por Marlon Javier Domínguez. Twitter: @majadoa En la segunda lectura del día de hoy (1 Co 12, 31 – 13, 13) escuchamos uno de los pasajes más bellos de la teología paulina: el himno a la caridad. He dedicado cierto tiempo a meditar las características del amor que enumera el apóstol y no puedo evitar que […]

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Por Marlon Javier Domínguez. Twitter: @majadoa

En la segunda lectura del día de hoy (1 Co 12, 31 – 13, 13) escuchamos uno de los pasajes más bellos de la teología paulina: el himno a la caridad. He dedicado cierto tiempo a meditar las características del amor que enumera el apóstol y no puedo evitar que resuenen en mi memoria las palabras de la más bella homilía nupcial que jamás haya escuchado. ¿El nombre del predicador? Por supuesto no lo mencionaré, pero él sabrá, sin duda, reconocer sus palabras en este escrito. Mi admiración y mi gratitud para aquél de quien un día escuché:

“El ser humano es esencialmente un ser creado por el Amor y para el amor, amor que da la vida, amor fecundo, amor estable, amor fiel”.

El mérito de la homilía a la que me refiero, y la cual he pasado una y otra vez por el corazón, no reside en la erudición de las palabras usadas, ni en los abundantes recursos de literatura o de oratoria que se usan para excitar la emoción del auditorio, tampoco en falacias argumentativas que pretenden forzar una conclusión; el mérito del predicador y de lo predicado reside en la transmisión de la Palabra de Dios y la aplicación de la misma a la realidad de la comunidad que escucha. Intentaré a continuación parafrasear lo que debería ser transcrito con puntos y comas:

Es imposible definir a Dios, puesto que definir es “enmarcar en un concepto” y Dios estará siempre muy por encima de todo razonamiento y discurso humano; la Sagrada Escritura, sin embargo, nos dice: “Dios es Amor”, y es precisamente el amor lo que le impulsó a crear el universo y todos los seres que en él se encuentran. Las creaturas todas están llenas de las perfecciones del Creador, pero hay un ser que lleva impreso en sí su imagen: el ser humano. El hombre y la mujer fueron hechos a semejanza de Dios inteligentes, libres y capaces de amar. El ser humano es esencialmente un ser creado por el Amor, creado por Dios.

Ahora bien, ¿Para qué creó Dios al ser humano? Para amar. ¿Cuál es la razón de su existir? El amor. Amar y ser amado es precisamente la realización de la existencia humana. El hombre es amado por Dios y responde con amor hacia su Creador, el hombre ama a sus semejantes y espera también ser amado por ellos. Amamos a nuestros padres y amigos, amamos a nuestros hijos y hasta decimos amar a uno que otro desconocido cuando el alcohol va surtiendo efecto en nuestro sistema nervioso, pero el tema que nos ocupa hoy es el amor que sentimos y expresamos por aquel o aquella con quien decidimos unir nuestra vida a través del matrimonio. ¿Cómo es ese amor? ¿Cuáles son sus características? Sólo mencionaremos cuatro.

Amor que da la vida. Amar es desvivirse por el otro, entregarse totalmente y sin reservas, darlo todo, dulce renuncia al propio yo para hacer feliz al tú amado.

Amor fecundo. El amor de los esposos no se limita a ellos, sino que está abierto al don de los hijos. Es en el hijo en donde se cumple plenamente la palabra de Dios que afirma: “y se harán los dos una sola carne”.

Amor estable. El amor de los esposos no puede ser voluble, inconstante, caprichoso, sino firme. El verdadero amor exige estabilidad: te amo hoy, te amo siempre. Muchos me discutirán esto último, algún día discutiremos.

Amor fiel. No se ama con un trocito del corazón, se ama con todo el corazón y, para tristeza de algunos, es imposible que el ser humano tenga dos y mucho menos veinte corazones. El amor es fiel y ama con exclusividad.

 

Columnista
2 febrero, 2013

“Creado por el Amor y para el amor…”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Marlon Javier Domínguez

Por Marlon Javier Domínguez. Twitter: @majadoa En la segunda lectura del día de hoy (1 Co 12, 31 – 13, 13) escuchamos uno de los pasajes más bellos de la teología paulina: el himno a la caridad. He dedicado cierto tiempo a meditar las características del amor que enumera el apóstol y no puedo evitar que […]


Por Marlon Javier Domínguez. Twitter: @majadoa

En la segunda lectura del día de hoy (1 Co 12, 31 – 13, 13) escuchamos uno de los pasajes más bellos de la teología paulina: el himno a la caridad. He dedicado cierto tiempo a meditar las características del amor que enumera el apóstol y no puedo evitar que resuenen en mi memoria las palabras de la más bella homilía nupcial que jamás haya escuchado. ¿El nombre del predicador? Por supuesto no lo mencionaré, pero él sabrá, sin duda, reconocer sus palabras en este escrito. Mi admiración y mi gratitud para aquél de quien un día escuché:

“El ser humano es esencialmente un ser creado por el Amor y para el amor, amor que da la vida, amor fecundo, amor estable, amor fiel”.

El mérito de la homilía a la que me refiero, y la cual he pasado una y otra vez por el corazón, no reside en la erudición de las palabras usadas, ni en los abundantes recursos de literatura o de oratoria que se usan para excitar la emoción del auditorio, tampoco en falacias argumentativas que pretenden forzar una conclusión; el mérito del predicador y de lo predicado reside en la transmisión de la Palabra de Dios y la aplicación de la misma a la realidad de la comunidad que escucha. Intentaré a continuación parafrasear lo que debería ser transcrito con puntos y comas:

Es imposible definir a Dios, puesto que definir es “enmarcar en un concepto” y Dios estará siempre muy por encima de todo razonamiento y discurso humano; la Sagrada Escritura, sin embargo, nos dice: “Dios es Amor”, y es precisamente el amor lo que le impulsó a crear el universo y todos los seres que en él se encuentran. Las creaturas todas están llenas de las perfecciones del Creador, pero hay un ser que lleva impreso en sí su imagen: el ser humano. El hombre y la mujer fueron hechos a semejanza de Dios inteligentes, libres y capaces de amar. El ser humano es esencialmente un ser creado por el Amor, creado por Dios.

Ahora bien, ¿Para qué creó Dios al ser humano? Para amar. ¿Cuál es la razón de su existir? El amor. Amar y ser amado es precisamente la realización de la existencia humana. El hombre es amado por Dios y responde con amor hacia su Creador, el hombre ama a sus semejantes y espera también ser amado por ellos. Amamos a nuestros padres y amigos, amamos a nuestros hijos y hasta decimos amar a uno que otro desconocido cuando el alcohol va surtiendo efecto en nuestro sistema nervioso, pero el tema que nos ocupa hoy es el amor que sentimos y expresamos por aquel o aquella con quien decidimos unir nuestra vida a través del matrimonio. ¿Cómo es ese amor? ¿Cuáles son sus características? Sólo mencionaremos cuatro.

Amor que da la vida. Amar es desvivirse por el otro, entregarse totalmente y sin reservas, darlo todo, dulce renuncia al propio yo para hacer feliz al tú amado.

Amor fecundo. El amor de los esposos no se limita a ellos, sino que está abierto al don de los hijos. Es en el hijo en donde se cumple plenamente la palabra de Dios que afirma: “y se harán los dos una sola carne”.

Amor estable. El amor de los esposos no puede ser voluble, inconstante, caprichoso, sino firme. El verdadero amor exige estabilidad: te amo hoy, te amo siempre. Muchos me discutirán esto último, algún día discutiremos.

Amor fiel. No se ama con un trocito del corazón, se ama con todo el corazón y, para tristeza de algunos, es imposible que el ser humano tenga dos y mucho menos veinte corazones. El amor es fiel y ama con exclusividad.