José M. Aponte Martínez Hace varios días estuve en Riohacha, que después de Villanueva mi pueblo querido y Valledupar mi ciudad del alma, es la población que más quiero y una de las alternativas para pasar mis últimos años, si los vallenatos. Porque ellos son así, resuelven desterrarme con la única acusación grave de que […]
José M. Aponte Martínez
Hace varios días estuve en Riohacha, que después de Villanueva mi pueblo querido y Valledupar mi ciudad del alma, es la población que más quiero y una de las alternativas para pasar mis últimos años, si los vallenatos.
Porque ellos son así, resuelven desterrarme con la única acusación grave de que yo quiero más al Valle que ellos, ya que no desaprovechan oportunidad para echarle vainas a todos los que no somos de aquí, pero especialmente a los villanueveros “que nos hemos apoderado de todo y en todo estamos metidos”.
¿Y por qué Riohacha? Porque su gente es única, buena, abierta, servicial y franca y allá me siento bien y actúo como Pedro por su casa; no es como dicen que Riohacha está lo mismo, que no avanza, que está estancada y el tiempo se paró, porque la ciudad no ha evolucionado. Hay un Riohacha nuevo y grande, pues cuando lo conocí, la población comenzaba en el Mercado y la Policía hasta la Primera que se extendía a la Divina Pastora y al Sur hasta empalmar con la carretera,.
En esa época a Dibulla; era una pequeña aldea donde se vivía sabroso y seguro, donde se comía delicioso en la casa pensión de doña Imelda Pinedo, adornada de un ramillete de bellas y esculturales mujeres, sus hijas: Beatriz, Silvia, La Cuchi y Ena, que me querían como a un hermano e Imelda como un hijo; vivía en el moderno y bello edificio de Retra en la Plaza Federmán, a quien muchas veces enmaicené e iba con frecuencia, casi todos los días al Teatro Aurora, tomaba Costeñita y compraba el Siglo en el Almacén Ruby, comprábamos cuando estaba en la buena que era muy pocas veces Whisky donde Doña Teresa Márquez, otra mamá que tenía.
Pues las relaciones con los Vidal Márquez eran familiares, ya que Rufino Vidal, su hijo mayor se casó con mi tía Amanda Martínez y se volvió provinciano; cuando el bolsillo estaba malongo comprábamos con el Viejo, Enriquito, Lucky, El Negro Gómez y Chema Pérez, especialmente, churro donde Geño Chassaigne, a donde mandábamos a Lucho Pugliesse “Cara e Vaca” a comprarlo,.
También donde Chentico Cúrvelo y el buen cliente era ahí el Negro Gómez, pero el mejor era el de Totoña Cotes en la Segunda cerca de la casa de una monona espectacular en belleza y trato, a quien tengo rato de no ver, Josefa Christopher; la señora Totoña no le fiaba a Lucky, porque no le pagaba, en cambio a mí me despachaba hasta por galones y lo mezclábamos con Vino Pedrito y jugo de naranja y a esa bebida le pusimos “El Viejo”, porque Hermes fue quien la inventó.
Pero bueno, retomando el tema, Riohacha sí ha avanzado, hay edificios buenos y lujosos, barrios bonitos y residenciales a la orilla del mar, buenos hoteles, colegios, aunque falta un bilingûe, universidades, clínicas, comercio movido y heterogéneo, inquietudes intelectuales y periódicos diarios como este, El Diario del Norte, Clubes Sociales, barrios nuevos con casas cómodas por todas partes, pero, ahí va el perononón.
Todas esas bellezas adolecen de un común denominador, el agua, que tienen ahí cerquita con el Ranchería y que no han podido llevar en forma abundante a las tuberías para calmar las necesidades de los riohacheros.
Hace 50 años salí de Villanueva, donde hay un buen acueducto, en el bus mixto de un riohachero bueno como son ellos, el “Chico García”, que después de repartir hielo, dulces, almojábanas y queso a todas los resguardos que había, 8 ó 10 horas después llegaba a Riohacha al Hotel Padilla, que era el mejor y ahí dormí, cuando me levanté y abrí la pluma, me di cuenta de que era de lujo.
Pues no había ni gota y me informaron que había que bañarse en el patio con unos potes de aluminio grandes para sacar el agua de unos tanques de 55 galones y que sí no había traído vestido de baño, en la gaveta de un pequeño clóset estaba uno, me lo encasqueté y me di un buen baño, pues me eché más de 100 potes, excediéndome en el consumo que era de 25, pues así decía un letrero que había en el patio: “Ahorre Agua, no se eche más de 25 potes”.
Hoy me cuentan y en la próxima ida el 2 de febrero lo verificaré, que la situación no ha cambiado y Riohacha sigue lo mismo con ese problema acuífero y muy deteriorado en el Centro, en donde la casa de los Daes, Emilio Vence y una bella, bellísima que ocupó la primera página de este periódico están que se caen.
Lo mismo dicen del Palacio Departamental, que está inmundo y los riohacheros manifiestan que a ese provinciano, refiriéndose al señor gobernador Kiko Gómez eso no le importa, pero yo sé que sí le importa y que el 13 va a ser el año del despegue de Riohacha con agua a bordo.
José M. Aponte Martínez Hace varios días estuve en Riohacha, que después de Villanueva mi pueblo querido y Valledupar mi ciudad del alma, es la población que más quiero y una de las alternativas para pasar mis últimos años, si los vallenatos. Porque ellos son así, resuelven desterrarme con la única acusación grave de que […]
José M. Aponte Martínez
Hace varios días estuve en Riohacha, que después de Villanueva mi pueblo querido y Valledupar mi ciudad del alma, es la población que más quiero y una de las alternativas para pasar mis últimos años, si los vallenatos.
Porque ellos son así, resuelven desterrarme con la única acusación grave de que yo quiero más al Valle que ellos, ya que no desaprovechan oportunidad para echarle vainas a todos los que no somos de aquí, pero especialmente a los villanueveros “que nos hemos apoderado de todo y en todo estamos metidos”.
¿Y por qué Riohacha? Porque su gente es única, buena, abierta, servicial y franca y allá me siento bien y actúo como Pedro por su casa; no es como dicen que Riohacha está lo mismo, que no avanza, que está estancada y el tiempo se paró, porque la ciudad no ha evolucionado. Hay un Riohacha nuevo y grande, pues cuando lo conocí, la población comenzaba en el Mercado y la Policía hasta la Primera que se extendía a la Divina Pastora y al Sur hasta empalmar con la carretera,.
En esa época a Dibulla; era una pequeña aldea donde se vivía sabroso y seguro, donde se comía delicioso en la casa pensión de doña Imelda Pinedo, adornada de un ramillete de bellas y esculturales mujeres, sus hijas: Beatriz, Silvia, La Cuchi y Ena, que me querían como a un hermano e Imelda como un hijo; vivía en el moderno y bello edificio de Retra en la Plaza Federmán, a quien muchas veces enmaicené e iba con frecuencia, casi todos los días al Teatro Aurora, tomaba Costeñita y compraba el Siglo en el Almacén Ruby, comprábamos cuando estaba en la buena que era muy pocas veces Whisky donde Doña Teresa Márquez, otra mamá que tenía.
Pues las relaciones con los Vidal Márquez eran familiares, ya que Rufino Vidal, su hijo mayor se casó con mi tía Amanda Martínez y se volvió provinciano; cuando el bolsillo estaba malongo comprábamos con el Viejo, Enriquito, Lucky, El Negro Gómez y Chema Pérez, especialmente, churro donde Geño Chassaigne, a donde mandábamos a Lucho Pugliesse “Cara e Vaca” a comprarlo,.
También donde Chentico Cúrvelo y el buen cliente era ahí el Negro Gómez, pero el mejor era el de Totoña Cotes en la Segunda cerca de la casa de una monona espectacular en belleza y trato, a quien tengo rato de no ver, Josefa Christopher; la señora Totoña no le fiaba a Lucky, porque no le pagaba, en cambio a mí me despachaba hasta por galones y lo mezclábamos con Vino Pedrito y jugo de naranja y a esa bebida le pusimos “El Viejo”, porque Hermes fue quien la inventó.
Pero bueno, retomando el tema, Riohacha sí ha avanzado, hay edificios buenos y lujosos, barrios bonitos y residenciales a la orilla del mar, buenos hoteles, colegios, aunque falta un bilingûe, universidades, clínicas, comercio movido y heterogéneo, inquietudes intelectuales y periódicos diarios como este, El Diario del Norte, Clubes Sociales, barrios nuevos con casas cómodas por todas partes, pero, ahí va el perononón.
Todas esas bellezas adolecen de un común denominador, el agua, que tienen ahí cerquita con el Ranchería y que no han podido llevar en forma abundante a las tuberías para calmar las necesidades de los riohacheros.
Hace 50 años salí de Villanueva, donde hay un buen acueducto, en el bus mixto de un riohachero bueno como son ellos, el “Chico García”, que después de repartir hielo, dulces, almojábanas y queso a todas los resguardos que había, 8 ó 10 horas después llegaba a Riohacha al Hotel Padilla, que era el mejor y ahí dormí, cuando me levanté y abrí la pluma, me di cuenta de que era de lujo.
Pues no había ni gota y me informaron que había que bañarse en el patio con unos potes de aluminio grandes para sacar el agua de unos tanques de 55 galones y que sí no había traído vestido de baño, en la gaveta de un pequeño clóset estaba uno, me lo encasqueté y me di un buen baño, pues me eché más de 100 potes, excediéndome en el consumo que era de 25, pues así decía un letrero que había en el patio: “Ahorre Agua, no se eche más de 25 potes”.
Hoy me cuentan y en la próxima ida el 2 de febrero lo verificaré, que la situación no ha cambiado y Riohacha sigue lo mismo con ese problema acuífero y muy deteriorado en el Centro, en donde la casa de los Daes, Emilio Vence y una bella, bellísima que ocupó la primera página de este periódico están que se caen.
Lo mismo dicen del Palacio Departamental, que está inmundo y los riohacheros manifiestan que a ese provinciano, refiriéndose al señor gobernador Kiko Gómez eso no le importa, pero yo sé que sí le importa y que el 13 va a ser el año del despegue de Riohacha con agua a bordo.