PALABRAS DE VIDA ETERNA Por. Marlon Javier DomínguezTwitter: @majadoa Era una época difícil. Las huestes de un poderoso rey extranjero vigilaban la nación y obligaban a los ciudadanos al pago de onerosos impuestos, el deseo de libertad estaba más latente que nunca en el corazón de aquel pueblo que suspiraba por el momento en que […]
PALABRAS DE VIDA ETERNA
Por. Marlon Javier Domínguez
Twitter: @majadoa
Era una época difícil. Las huestes de un poderoso rey extranjero vigilaban la nación y obligaban a los ciudadanos al pago de onerosos impuestos, el deseo de libertad estaba más latente que nunca en el corazón de aquel pueblo que suspiraba por el momento en que surgiera un verdadero rey, líder de un épico ejército capaz de expulsar de la tierra sagrada a los invasores y devolver a Israel la gloria que había alcanzado en algún tiempo. La libertad era sólo un concepto, en lugar de rendir honor al único y verdadero Dios había que inclinarse ante la figura despótica de un hombre que se autoproclamó hijo de una divinidad, las intenciones dobles estaban a la orden del día y eran multitud los que hacían lema de su existencia el famoso refrán “a Dios orando y con el mazo dando”.
… Y entonces, en el desierto, resonó una voz que se atrevió a denunciar las injusticias, a llamar a la conversión los corazones de quienes se encontraban adormecidos y cómodamente instalados en la ilusoria tranquilidad que causa el poder y en la resignada tristeza producto de toda una vida vivida bajo la opresión de los tiranos. Era una voz diferente, el ímpetu de la juventud la caracterizaba, su arrobo, su osadía y su valor enardecieron los ánimos de muchos y su eco se propagó como las chispas en un cañaveral. Era una voz inconforme, con la autoridad suficiente para denunciar el mal y para invitar al cambio verdadero, era la voz de Juan.
Las gentes, emocionadas por la posibilidad de ser libres, acudían a aquél extraño personaje que hablaba con palabras fuertes pero siempre verdaderas y, movidos por la verdad de sus afirmaciones, le lanzaban una de las preguntas cruciales de la vida humana: ¿Qué tenemos que hacer?
Dos mil años después esta cuestión no ha perdido vigencia: ¿Qué tenemos que hacer? Equivale a decir ¿cómo debo comportarme? ¿Cuál debe ser mi actitud? Y la respuesta de Juan es tan válida como la pregunta de sus interlocutores: “que cada quien haga bien lo que debe hacer”. Tan sencillo como eso. La vida sería diferente si de veras cada quien pusiera todo su empeño en ello, cada día me convenzo más de que éste es uno de los tantos secretos de la felicidad… Ama, ríe, lucha, llora, sufre, conquista, disfruta, emociónate, trabaja, comprométete, pero ¡Hazlo bien!
Que las palabras de Juan, el Bautista, que trae el Evangelio de este domingo nos ayuden a reflexionar sobre la necesidad de realizar bien nuestra labor como padres, madres, hijos, empleados, independientes, servidores públicos, autoridad, escritores, comerciantes, transportadores o lo que sea que hagamos… El mundo necesita personas comprometidas, el mundo merece personas de una sola palabra y de un solo corazón, hombres y mujeres capaces de levantar la voz y luchar por sus derechos, pero también capaces de cumplir con sus deberes… El mundo, hoy como ayer, suspira por el momento en que todas las aspiraciones del corazón humano se vean satisfechas y ello será imposible mientras la mediocridad o los intereses mezquinos sigan siendo las líneas rectoras de las existencias… Haz bien lo que haces.
Post Scriptum: Comenzó la novena de Navidad, oremos por la Paz.
PALABRAS DE VIDA ETERNA Por. Marlon Javier DomínguezTwitter: @majadoa Era una época difícil. Las huestes de un poderoso rey extranjero vigilaban la nación y obligaban a los ciudadanos al pago de onerosos impuestos, el deseo de libertad estaba más latente que nunca en el corazón de aquel pueblo que suspiraba por el momento en que […]
PALABRAS DE VIDA ETERNA
Por. Marlon Javier Domínguez
Twitter: @majadoa
Era una época difícil. Las huestes de un poderoso rey extranjero vigilaban la nación y obligaban a los ciudadanos al pago de onerosos impuestos, el deseo de libertad estaba más latente que nunca en el corazón de aquel pueblo que suspiraba por el momento en que surgiera un verdadero rey, líder de un épico ejército capaz de expulsar de la tierra sagrada a los invasores y devolver a Israel la gloria que había alcanzado en algún tiempo. La libertad era sólo un concepto, en lugar de rendir honor al único y verdadero Dios había que inclinarse ante la figura despótica de un hombre que se autoproclamó hijo de una divinidad, las intenciones dobles estaban a la orden del día y eran multitud los que hacían lema de su existencia el famoso refrán “a Dios orando y con el mazo dando”.
… Y entonces, en el desierto, resonó una voz que se atrevió a denunciar las injusticias, a llamar a la conversión los corazones de quienes se encontraban adormecidos y cómodamente instalados en la ilusoria tranquilidad que causa el poder y en la resignada tristeza producto de toda una vida vivida bajo la opresión de los tiranos. Era una voz diferente, el ímpetu de la juventud la caracterizaba, su arrobo, su osadía y su valor enardecieron los ánimos de muchos y su eco se propagó como las chispas en un cañaveral. Era una voz inconforme, con la autoridad suficiente para denunciar el mal y para invitar al cambio verdadero, era la voz de Juan.
Las gentes, emocionadas por la posibilidad de ser libres, acudían a aquél extraño personaje que hablaba con palabras fuertes pero siempre verdaderas y, movidos por la verdad de sus afirmaciones, le lanzaban una de las preguntas cruciales de la vida humana: ¿Qué tenemos que hacer?
Dos mil años después esta cuestión no ha perdido vigencia: ¿Qué tenemos que hacer? Equivale a decir ¿cómo debo comportarme? ¿Cuál debe ser mi actitud? Y la respuesta de Juan es tan válida como la pregunta de sus interlocutores: “que cada quien haga bien lo que debe hacer”. Tan sencillo como eso. La vida sería diferente si de veras cada quien pusiera todo su empeño en ello, cada día me convenzo más de que éste es uno de los tantos secretos de la felicidad… Ama, ríe, lucha, llora, sufre, conquista, disfruta, emociónate, trabaja, comprométete, pero ¡Hazlo bien!
Que las palabras de Juan, el Bautista, que trae el Evangelio de este domingo nos ayuden a reflexionar sobre la necesidad de realizar bien nuestra labor como padres, madres, hijos, empleados, independientes, servidores públicos, autoridad, escritores, comerciantes, transportadores o lo que sea que hagamos… El mundo necesita personas comprometidas, el mundo merece personas de una sola palabra y de un solo corazón, hombres y mujeres capaces de levantar la voz y luchar por sus derechos, pero también capaces de cumplir con sus deberes… El mundo, hoy como ayer, suspira por el momento en que todas las aspiraciones del corazón humano se vean satisfechas y ello será imposible mientras la mediocridad o los intereses mezquinos sigan siendo las líneas rectoras de las existencias… Haz bien lo que haces.
Post Scriptum: Comenzó la novena de Navidad, oremos por la Paz.