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Columnista - 18 noviembre, 2012

Megalomanía de un deseo

Cortísimo metraje Por Jarol Ferreira Acosta “La vida es mi arte.” Jack Kerouac 1. Aprovechando el chance Freddy había llegado a visitarme, mientras un familiar que trabajaba en la zona terminaba sus ocupaciones y le daba el aventón de regreso  a su casa, lejos de la mía. Freddy era una especie de muchacho beat contemporáneo […]

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Cortísimo metraje

Por Jarol Ferreira Acosta

“La vida es mi arte.”
Jack Kerouac

1. Aprovechando el chance Freddy había llegado a visitarme, mientras un familiar que trabajaba en la zona terminaba sus ocupaciones y le daba el aventón de regreso  a su casa, lejos de la mía. Freddy era una especie de muchacho beat contemporáneo en busca de malgastar un poco de tiempo, que al saber que podía hacerlo conmigo mientras  la jornada laboral de su familiar daba por concluida no dudó en golpear duro el portón de mi covacha.

2. Me contó que hace unos años, al entrar a la universidad conoció a quien para él era la más bonita del lugar, por no decir que las demás eran horribles. La muchacha tenía novio,  pero él no dejo de hacerle saber que le gustaba. Al principio  hacían juntos las tareas universitarias, pero cuando él le calentaba el oído ella le recalcaba que tenía novio. Por ejemplo: si iban a salir a hacer algún trabajo juntos y él se le acercaba, ella le decía que cuidado porque su novio trabajaba cerca y que de pronto los podía ver él o alguien que podría mal interpretar e irle a chismear. El tipo como que la mantenía o le daba cosas, y la mantenía también muy bien sexualmente porque la vieja permanecía encerrada en una burbuja exclusivamente para él.

3. Todo el tiempo se la pasaba diciendo que amaba a su novio, pero él se daba cuenta de que también había química entre ellos y que lo que ella sentía era miedo de que otras personas en el curso se dieran cuenta de que se gustaban y que en algún momento fueran a decirle al novio que algo pasaba ahí; porque además existía la amenaza de una hermana del novio, que también estudiaba con ellos y con la que no se llevaba bien; eran enemigas porque resulta que ese novio también tenía esposa, así que ella venía siendo La Otra. El novio tenía esposa e hijos, en cambio ella…

4. Una vez, de sopetón, ella le dijo- No te voy a hablar más, no quiero que digan que yo gusto de ti. Entonces- pa ‘qué fue eso- le gustaba mas todavía. Todo el día solo viendo a través de los ojos de esa vieja, cuando pasaba al frente a una exposición el quedaba anonadado. Así que una vez no se aguantó, y  por Facebook le preguntó: ¿Será que la manera más inteligente de acabar las cosas con alguien es dejando de hablar con esa persona? A lo que ella le respondió- Yo no te puedo hablar yo no te puedo hablar yo no te puedo hablar. Entonces, sintiéndose impotente, adolorido y sin nada que perder, se atrevió a escribirle unas líneas virtuales.

5. Antes que a mí pero después de publicarlo en Facebook, cuando lo tuvo impreso, sabiendo que la muchacha nunca le iba a responder pero emocionado por el alcance emocional que consideraba había logrado a través de la nobleza de la literatura, decidió imprimir el texto y mostrárselo a un autodenominado poeta que, con ínfulas de crítico literario, le dijo que eso no tenia construcción y por lo tanto no era nada, mucho menos poesía- dándoselas de intelectual moderno revolucionario, trasnochado en pleno siglo veintiuno. Sin embargo, el sentimiento que representaba el papelito era tan fuerte que  hizo que Freddy, a pesar de la rotunda descalificación del supuesto conocedor, fuera incapaz de desecharlo. En lugar de eso decidió guardarlo en su billetera, junto a un condón viejo , un almanaque del año pasado y los últimos saldos de su cuenta de ahorros que escupió el cajero automático las últimas veces que al visitarlo para pedirle plata le dijo que no, hasta el momento en el que me contó esta historia y debido a mi interés decidió sacarlo de su cartera gastada en el bolsillo trasero de su bluyín roto, desplegarlo  y  recitar para mí los versos libres dedicados al cuerpo inalcanzable de esa muchacha que nunca fue, y que consignó bajo el título: Megalomanía de un deseo.

Columnista
18 noviembre, 2012

Megalomanía de un deseo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Cortísimo metraje Por Jarol Ferreira Acosta “La vida es mi arte.” Jack Kerouac 1. Aprovechando el chance Freddy había llegado a visitarme, mientras un familiar que trabajaba en la zona terminaba sus ocupaciones y le daba el aventón de regreso  a su casa, lejos de la mía. Freddy era una especie de muchacho beat contemporáneo […]


Cortísimo metraje

Por Jarol Ferreira Acosta

“La vida es mi arte.”
Jack Kerouac

1. Aprovechando el chance Freddy había llegado a visitarme, mientras un familiar que trabajaba en la zona terminaba sus ocupaciones y le daba el aventón de regreso  a su casa, lejos de la mía. Freddy era una especie de muchacho beat contemporáneo en busca de malgastar un poco de tiempo, que al saber que podía hacerlo conmigo mientras  la jornada laboral de su familiar daba por concluida no dudó en golpear duro el portón de mi covacha.

2. Me contó que hace unos años, al entrar a la universidad conoció a quien para él era la más bonita del lugar, por no decir que las demás eran horribles. La muchacha tenía novio,  pero él no dejo de hacerle saber que le gustaba. Al principio  hacían juntos las tareas universitarias, pero cuando él le calentaba el oído ella le recalcaba que tenía novio. Por ejemplo: si iban a salir a hacer algún trabajo juntos y él se le acercaba, ella le decía que cuidado porque su novio trabajaba cerca y que de pronto los podía ver él o alguien que podría mal interpretar e irle a chismear. El tipo como que la mantenía o le daba cosas, y la mantenía también muy bien sexualmente porque la vieja permanecía encerrada en una burbuja exclusivamente para él.

3. Todo el tiempo se la pasaba diciendo que amaba a su novio, pero él se daba cuenta de que también había química entre ellos y que lo que ella sentía era miedo de que otras personas en el curso se dieran cuenta de que se gustaban y que en algún momento fueran a decirle al novio que algo pasaba ahí; porque además existía la amenaza de una hermana del novio, que también estudiaba con ellos y con la que no se llevaba bien; eran enemigas porque resulta que ese novio también tenía esposa, así que ella venía siendo La Otra. El novio tenía esposa e hijos, en cambio ella…

4. Una vez, de sopetón, ella le dijo- No te voy a hablar más, no quiero que digan que yo gusto de ti. Entonces- pa ‘qué fue eso- le gustaba mas todavía. Todo el día solo viendo a través de los ojos de esa vieja, cuando pasaba al frente a una exposición el quedaba anonadado. Así que una vez no se aguantó, y  por Facebook le preguntó: ¿Será que la manera más inteligente de acabar las cosas con alguien es dejando de hablar con esa persona? A lo que ella le respondió- Yo no te puedo hablar yo no te puedo hablar yo no te puedo hablar. Entonces, sintiéndose impotente, adolorido y sin nada que perder, se atrevió a escribirle unas líneas virtuales.

5. Antes que a mí pero después de publicarlo en Facebook, cuando lo tuvo impreso, sabiendo que la muchacha nunca le iba a responder pero emocionado por el alcance emocional que consideraba había logrado a través de la nobleza de la literatura, decidió imprimir el texto y mostrárselo a un autodenominado poeta que, con ínfulas de crítico literario, le dijo que eso no tenia construcción y por lo tanto no era nada, mucho menos poesía- dándoselas de intelectual moderno revolucionario, trasnochado en pleno siglo veintiuno. Sin embargo, el sentimiento que representaba el papelito era tan fuerte que  hizo que Freddy, a pesar de la rotunda descalificación del supuesto conocedor, fuera incapaz de desecharlo. En lugar de eso decidió guardarlo en su billetera, junto a un condón viejo , un almanaque del año pasado y los últimos saldos de su cuenta de ahorros que escupió el cajero automático las últimas veces que al visitarlo para pedirle plata le dijo que no, hasta el momento en el que me contó esta historia y debido a mi interés decidió sacarlo de su cartera gastada en el bolsillo trasero de su bluyín roto, desplegarlo  y  recitar para mí los versos libres dedicados al cuerpo inalcanzable de esa muchacha que nunca fue, y que consignó bajo el título: Megalomanía de un deseo.