Los escritores de su tiempo dejaron su concepto del gran Hemingway. El mundo literario celebra este mes el 60 aniversario de la partida de Ernest Hemingway, aquel escritor y cronista, taurino y viajero, cazador y pescador, romántico y guerrero que fue capaz de terminar sus días por su propio impulso mortal. Para algunos críticos de […]
Los escritores de su tiempo dejaron su concepto del gran Hemingway. El mundo literario celebra este mes el 60 aniversario de la partida de Ernest Hemingway, aquel escritor y cronista, taurino y viajero, cazador y pescador, romántico y guerrero que fue capaz de terminar sus días por su propio impulso mortal.
Para algunos críticos de su obra fue un reportero de guerra, para otros amante de los toros y para algún despistado, un consumidor de ron de la Cuba de aquellos años, cuando la isla era el gran burdel del mundo y el socialismo no asomaba sus narices por el Caribe.
Es claro que para los admiradores de su obra, una gran mayoría, fue un vagabundo elegante, viajero imprudente, reportero estrella y hábil cronista de sucesos en los que estuvo como testigo, incluso como protagonista.
Los lectores seguimos leyéndolo, sus obras, desde ‘Fiesta’, ‘Muerte en la tarde’, ‘Por quien doblas las campanas’, ‘Las nieves del Kilimanjaro’ y la inolvidable ‘El Viejo y el mar’; aún lloramos al ver la angustia de Santiago en Cabo blanco, pero al igual unos rones en el Floridita calmaban los pesares. Con esa corta novela, tal vez la más leída y popular, ganó el premio Pulitzer y un año después el nobel de literatura en 1954.
¡Ay!, entre ellos James Joyce, de quien afirmó: es un buen escritor, escribe tal como es, nos gusta. Es un campesino grande y poderoso, tan fuerte como un búfalo. Faulkner dijo que Ernest aprendió por si solo un modelo, un método que podía usar y se atuvo a él, sin enredar por ahí, intentado experimentar; y Klaus Mann anotó que es un autor ante el que solo cabe someterse. Él se amalgama lo mejor de la tradición americana y europea, Hemingway es un americano europeizado, pero sus raíces americanas son muy profundas. Todo lo anterior leído en una de las tantas biografías, en este caso la de Anthony Burgess.
Ahora cuando han pasado seis décadas de aquel disparo con su escopeta, sigue el latido y el sonido de sus letras enamorando a viejos y nuevos escritores y amantes de las letras; muchas epidemias han pasado por África, mucho ron, tabaco, y política por Cuba; miles de cosas en su país natal, igual muchos cambios en los actuales creadores de historias. No importa ser guerrero, alcohólico, cazador y amanta de la fiesta brava, hoy criticada, vapuleada por los defensores de animales, los mismos que tienen casas para sus mascotas y tienen a sus padres y abuelos abandonados en parques y asilos, así es la humanidad, desde siempre.
Hay muchos temas vallenatos para estos días, desde quienes tiran piedras para que no se realicen los Juegos Bolivarianos, los que no quieren vacunarse porque les inyectan un chip y lo siguen a todas partes; los payasos de las redes que encuentran anacondas en el río Guatapurí, y los idiotas que les creen y los que anhelas porque abran grandes eventos para que los artistas locales tengan sus presentaciones y saluden a los mismos de siempre, en las canciones de siempre.
Sigamos apostándole al Cesar y a Valledupar, con sus dolencias, carencias, realidades y sueños, pensemos que algo bueno puede suceder, volvamos a ser positivistas por un rato, nada cuesta, en cambio el negativismo y el pesimismo lo arruina todo, que nadie nos robe la alegría dijo el Papa, lo demás lo esperamos. Fe intacta. Abrazos.
Los escritores de su tiempo dejaron su concepto del gran Hemingway. El mundo literario celebra este mes el 60 aniversario de la partida de Ernest Hemingway, aquel escritor y cronista, taurino y viajero, cazador y pescador, romántico y guerrero que fue capaz de terminar sus días por su propio impulso mortal. Para algunos críticos de […]
Los escritores de su tiempo dejaron su concepto del gran Hemingway. El mundo literario celebra este mes el 60 aniversario de la partida de Ernest Hemingway, aquel escritor y cronista, taurino y viajero, cazador y pescador, romántico y guerrero que fue capaz de terminar sus días por su propio impulso mortal.
Para algunos críticos de su obra fue un reportero de guerra, para otros amante de los toros y para algún despistado, un consumidor de ron de la Cuba de aquellos años, cuando la isla era el gran burdel del mundo y el socialismo no asomaba sus narices por el Caribe.
Es claro que para los admiradores de su obra, una gran mayoría, fue un vagabundo elegante, viajero imprudente, reportero estrella y hábil cronista de sucesos en los que estuvo como testigo, incluso como protagonista.
Los lectores seguimos leyéndolo, sus obras, desde ‘Fiesta’, ‘Muerte en la tarde’, ‘Por quien doblas las campanas’, ‘Las nieves del Kilimanjaro’ y la inolvidable ‘El Viejo y el mar’; aún lloramos al ver la angustia de Santiago en Cabo blanco, pero al igual unos rones en el Floridita calmaban los pesares. Con esa corta novela, tal vez la más leída y popular, ganó el premio Pulitzer y un año después el nobel de literatura en 1954.
¡Ay!, entre ellos James Joyce, de quien afirmó: es un buen escritor, escribe tal como es, nos gusta. Es un campesino grande y poderoso, tan fuerte como un búfalo. Faulkner dijo que Ernest aprendió por si solo un modelo, un método que podía usar y se atuvo a él, sin enredar por ahí, intentado experimentar; y Klaus Mann anotó que es un autor ante el que solo cabe someterse. Él se amalgama lo mejor de la tradición americana y europea, Hemingway es un americano europeizado, pero sus raíces americanas son muy profundas. Todo lo anterior leído en una de las tantas biografías, en este caso la de Anthony Burgess.
Ahora cuando han pasado seis décadas de aquel disparo con su escopeta, sigue el latido y el sonido de sus letras enamorando a viejos y nuevos escritores y amantes de las letras; muchas epidemias han pasado por África, mucho ron, tabaco, y política por Cuba; miles de cosas en su país natal, igual muchos cambios en los actuales creadores de historias. No importa ser guerrero, alcohólico, cazador y amanta de la fiesta brava, hoy criticada, vapuleada por los defensores de animales, los mismos que tienen casas para sus mascotas y tienen a sus padres y abuelos abandonados en parques y asilos, así es la humanidad, desde siempre.
Hay muchos temas vallenatos para estos días, desde quienes tiran piedras para que no se realicen los Juegos Bolivarianos, los que no quieren vacunarse porque les inyectan un chip y lo siguen a todas partes; los payasos de las redes que encuentran anacondas en el río Guatapurí, y los idiotas que les creen y los que anhelas porque abran grandes eventos para que los artistas locales tengan sus presentaciones y saluden a los mismos de siempre, en las canciones de siempre.
Sigamos apostándole al Cesar y a Valledupar, con sus dolencias, carencias, realidades y sueños, pensemos que algo bueno puede suceder, volvamos a ser positivistas por un rato, nada cuesta, en cambio el negativismo y el pesimismo lo arruina todo, que nadie nos robe la alegría dijo el Papa, lo demás lo esperamos. Fe intacta. Abrazos.