Se termina este 2024 y llega la hora de hacer balances. Sin duda fue un año movido, complejo y, en el caso personal, tomamos decisiones inesperadas y drásticas pero coherentes.
Se termina este 2024 y llega la hora de hacer balances. Sin duda fue un año movido, complejo y, en el caso personal, tomamos decisiones inesperadas y drásticas pero coherentes.
El país no la pasó bien, la economía está atravesando un fuerte proceso de ralentización que en nada favorece el crecimiento. El costo de vida está por las nubes, no se ven soluciones para esto ni en el corto ni en el mediano plazo, basta esperar a que termine este gobierno para volver a soñar.
Los impuestos nos están ahogando a todos, aquí no hay distingos de clase social. Y, en este sentido, no solo el ejecutivo tiene responsabilidad, el Congreso es también culpable al avalar esa avalancha tributaria en contra de todos. Obviamente esto pudo ser peor, pero las bajas calificaciones que diariamente reciben Petro y su recua por el desgobierno que adelantan, sumado a que las elecciones están cada vez más cerca, llevaron a que el legislativo no se inmolara con el exguerrillero, y le puso el “tatequieto” con la no aprobación de varios proyectos de ley que habrían empeorado la situación -meta que sí tenía el gobierno-.
Pero, ¿cómo pinta el 2025? Pues depende del tema. Hay cositas que pintan bien y otras no tanto. Los temas nacionales seguirán bajo la dirección de un gobierno corrupto e impúdico, que no gestiona y que pierde cada vez más maniobrabilidad. Otros, como el deportivo, permiten proyectar éxitos y fracasos.
Seguramente clasificaremos al mundial del 2026 pero en lo que respecta a los deportes en los que el Estado financia a los deportistas y su preparación, la cosa “está peluda”. El enorme recorte en estos rubros nos encaminará al fracaso en resultados y clasificaciones a eventos internacionales.
Se habla de la posibilidad de racionamientos de agua y gas, que ojalá no se den pero que, en caso de suceder, no nos deberían coger fuera de base. No hay gestión en los temas de los servicios públicos, no hay inversión en el sector minero energético, y mucho menos, en la búsqueda de reservas de petróleo y gas. Ecopetrol seguro continuará con su lamentable caída y la burocracia seguirá creciendo para pagar favores y construir alianzas del tipo que Petro siempre cuestionó y maldijo.
La mal llamada “Paz total” seguirá de “capa caída”, el ELN seguirá gobernando varias zonas de Colombia y las masacres no cesarán. No hay una política de Estado decente en este sentido, el caos se ha tomado las negociaciones y no hay resultados. La JEP tampoco avanzará para condenar al secretariado de las FARC, movimiento guerrillero que está más vivo que antes y que, gracias a Santos y a la politiquería, ahora tiene congresistas sentados en el capitolio expiando culpas y jugando el rol de adalides de la moral y las buenas costumbres.
En estas columnas seguiremos llamando las cosas por su nombre y aclararemos las falsas verdades de las bodegas petristas.
En conclusión, si queremos tener un buen 2025, la invitación es a seguir trabajando por este país, por nosotros, a pensar positivo, a creer que las cosas sí van a mejorar y que es posible un cambio, que Dios pondrá sus ojos en esta Colombia que seguro le duele y que quiere ver feliz. Apostemos por eso, por lo que depende directamente de cada uno de nosotros, disfrutemos lo que tenemos, cuidemoslo y cerremos los ojos cada noche pidiendo que la mañana siguiente sea mejor que la anterior.
Es cuestión de tiempo para que cese esta oscura etapa de la historia nacional, para que demostremos que la lección se aprendió, que evidenciamos en nuestra propia tierra que la izquierda es una muy eficiente máquina de producción de pobreza y miseria, que el extrañar tiempos pasados nos permita valorarlos y quererlos repetir.
Sea esta la oportunidad de desearles un gran 2025, lleno de bendiciones y de buenas noticias, de salud, de trabajo, prosperidad, unión familiar, cada vez falta menos para que volvamos a sonreír.
Mientras tanto, apostemos por alejar a nuestros niños de la pólvora. Superamos los 650 quemados en el país, no hay derecho. Dejemos su manipulación a los expertos y no arriesguemos más la salud de los menores. ¡Feliz año!
Por: Jorge Eduardo Ávila.
Se termina este 2024 y llega la hora de hacer balances. Sin duda fue un año movido, complejo y, en el caso personal, tomamos decisiones inesperadas y drásticas pero coherentes.
Se termina este 2024 y llega la hora de hacer balances. Sin duda fue un año movido, complejo y, en el caso personal, tomamos decisiones inesperadas y drásticas pero coherentes.
El país no la pasó bien, la economía está atravesando un fuerte proceso de ralentización que en nada favorece el crecimiento. El costo de vida está por las nubes, no se ven soluciones para esto ni en el corto ni en el mediano plazo, basta esperar a que termine este gobierno para volver a soñar.
Los impuestos nos están ahogando a todos, aquí no hay distingos de clase social. Y, en este sentido, no solo el ejecutivo tiene responsabilidad, el Congreso es también culpable al avalar esa avalancha tributaria en contra de todos. Obviamente esto pudo ser peor, pero las bajas calificaciones que diariamente reciben Petro y su recua por el desgobierno que adelantan, sumado a que las elecciones están cada vez más cerca, llevaron a que el legislativo no se inmolara con el exguerrillero, y le puso el “tatequieto” con la no aprobación de varios proyectos de ley que habrían empeorado la situación -meta que sí tenía el gobierno-.
Pero, ¿cómo pinta el 2025? Pues depende del tema. Hay cositas que pintan bien y otras no tanto. Los temas nacionales seguirán bajo la dirección de un gobierno corrupto e impúdico, que no gestiona y que pierde cada vez más maniobrabilidad. Otros, como el deportivo, permiten proyectar éxitos y fracasos.
Seguramente clasificaremos al mundial del 2026 pero en lo que respecta a los deportes en los que el Estado financia a los deportistas y su preparación, la cosa “está peluda”. El enorme recorte en estos rubros nos encaminará al fracaso en resultados y clasificaciones a eventos internacionales.
Se habla de la posibilidad de racionamientos de agua y gas, que ojalá no se den pero que, en caso de suceder, no nos deberían coger fuera de base. No hay gestión en los temas de los servicios públicos, no hay inversión en el sector minero energético, y mucho menos, en la búsqueda de reservas de petróleo y gas. Ecopetrol seguro continuará con su lamentable caída y la burocracia seguirá creciendo para pagar favores y construir alianzas del tipo que Petro siempre cuestionó y maldijo.
La mal llamada “Paz total” seguirá de “capa caída”, el ELN seguirá gobernando varias zonas de Colombia y las masacres no cesarán. No hay una política de Estado decente en este sentido, el caos se ha tomado las negociaciones y no hay resultados. La JEP tampoco avanzará para condenar al secretariado de las FARC, movimiento guerrillero que está más vivo que antes y que, gracias a Santos y a la politiquería, ahora tiene congresistas sentados en el capitolio expiando culpas y jugando el rol de adalides de la moral y las buenas costumbres.
En estas columnas seguiremos llamando las cosas por su nombre y aclararemos las falsas verdades de las bodegas petristas.
En conclusión, si queremos tener un buen 2025, la invitación es a seguir trabajando por este país, por nosotros, a pensar positivo, a creer que las cosas sí van a mejorar y que es posible un cambio, que Dios pondrá sus ojos en esta Colombia que seguro le duele y que quiere ver feliz. Apostemos por eso, por lo que depende directamente de cada uno de nosotros, disfrutemos lo que tenemos, cuidemoslo y cerremos los ojos cada noche pidiendo que la mañana siguiente sea mejor que la anterior.
Es cuestión de tiempo para que cese esta oscura etapa de la historia nacional, para que demostremos que la lección se aprendió, que evidenciamos en nuestra propia tierra que la izquierda es una muy eficiente máquina de producción de pobreza y miseria, que el extrañar tiempos pasados nos permita valorarlos y quererlos repetir.
Sea esta la oportunidad de desearles un gran 2025, lleno de bendiciones y de buenas noticias, de salud, de trabajo, prosperidad, unión familiar, cada vez falta menos para que volvamos a sonreír.
Mientras tanto, apostemos por alejar a nuestros niños de la pólvora. Superamos los 650 quemados en el país, no hay derecho. Dejemos su manipulación a los expertos y no arriesguemos más la salud de los menores. ¡Feliz año!
Por: Jorge Eduardo Ávila.