2017 ha cerrado con el proceso de desmovilización y reintegro a la vida civil y política de los integrantes de la guerrilla más vieja del mundo. No ha sido ni será fácil, ha encontrado serias resistencias en sectores significativos de la vida política nacional. Es razonable que esto ocurra, todo conflicto armado deja profundas heridas […]
2017 ha cerrado con el proceso de desmovilización y reintegro a la vida civil y política de los integrantes de la guerrilla más vieja del mundo. No ha sido ni será fácil, ha encontrado serias resistencias en sectores significativos de la vida política nacional. Es razonable que esto ocurra, todo conflicto armado deja profundas heridas en la sociedad, difíciles de sanar.
Lo más importante es que la violencia desaparezca de las tierras de nuestra patria y que la guerrilla avance rápido hacia el total desarme y reincorporación a la vida civil y política. Nada mejor para la salud de la República que el fin de la guerra sea definitivo. Entre más rápido sea la negociación para la superación del conflicto armado no internacional, mejor consenso se puede lograr. Esto lo confirma la división que existe ante el acuerdo con las Farc.
Tal división se tiene que superar, como se hace con las diferencias políticas en una democracia: con diálogo y la más amplia deliberación pública entre los sectores. Asimismo, se supera con propuestas políticas que vayan más allá de un acuerdo de paz con un grupo armado y que tenga por finalidad que las instituciones políticas contribuyan a la salud de la República. No debemos permanecer divididos por el acuerdo. Malo o bueno, hay libertad para calificarlo.
Existe una realidad incontrovertible. Un movimiento armado ha desaparecido. En este contexto, es preciso recordar las reflexiones del realista Maquiavelo, que en un libro Discursos sobre la primera década de Tito Livio, refiriéndose a Lucio Léntulo, decía: “Afirmó que siempre había que defender la patria, con ignominia o con gloria pues si el ejército se salvaba, Roma tendría la oportunidad de vengar la ignominia, mientras que si moría gloriosamente Roma y su libertad estaría perdida”.
Muchas vidas se han salvado gracias al acuerdo de paz, malo o bueno, pero se han salvado. El año 2018 tiene que ser el de la lucha política por una mejor democracia en el país. Dejar atrás la guerra, nos permite o nos permitirá, no pensar en ella, sino en cómo mejorar las instituciones democráticas en la república para que el bien común se consolide y no sufra los embates de la corrupción y el desgobierno. “El bien común lo es todo”, lo afirma Maquiavelo en la misma obra:
“(…) lo que hace grandes a las ciudades es la tutela del bien común, no del interés privado. Y lo cierto es que las repúblicas son las únicas que miran por el bien común y todo lo subordinan a este propósito”.
Los intereses privados son muy respetables en su mayoría, pero lo que hace grande a las repúblicas es el propósito de lucha por el bien común. En este contexto, el 2018 se nos abre como una gran oportunidad para la deliberación política y la selección de buenas propuestas para que el bien común salga triunfante en la contienda electoral. Este es el debate central de la democracia.
Es por este motivo, que el año 2018 no puede ser desperdiciado por la sociedad civil en discusiones que no tengan al bien común como el centro de la deliberación política. La democracia se fortalece con la defensa y práctica de procedimientos democráticos. Se requiere que, en la contienda electoral, se garantice la pulcritud, transparencia y la igualdad en el trato a los partidos y movimientos, y que el lenguaje sea respetuoso y proactivo.
2017 ha cerrado con el proceso de desmovilización y reintegro a la vida civil y política de los integrantes de la guerrilla más vieja del mundo. No ha sido ni será fácil, ha encontrado serias resistencias en sectores significativos de la vida política nacional. Es razonable que esto ocurra, todo conflicto armado deja profundas heridas […]
2017 ha cerrado con el proceso de desmovilización y reintegro a la vida civil y política de los integrantes de la guerrilla más vieja del mundo. No ha sido ni será fácil, ha encontrado serias resistencias en sectores significativos de la vida política nacional. Es razonable que esto ocurra, todo conflicto armado deja profundas heridas en la sociedad, difíciles de sanar.
Lo más importante es que la violencia desaparezca de las tierras de nuestra patria y que la guerrilla avance rápido hacia el total desarme y reincorporación a la vida civil y política. Nada mejor para la salud de la República que el fin de la guerra sea definitivo. Entre más rápido sea la negociación para la superación del conflicto armado no internacional, mejor consenso se puede lograr. Esto lo confirma la división que existe ante el acuerdo con las Farc.
Tal división se tiene que superar, como se hace con las diferencias políticas en una democracia: con diálogo y la más amplia deliberación pública entre los sectores. Asimismo, se supera con propuestas políticas que vayan más allá de un acuerdo de paz con un grupo armado y que tenga por finalidad que las instituciones políticas contribuyan a la salud de la República. No debemos permanecer divididos por el acuerdo. Malo o bueno, hay libertad para calificarlo.
Existe una realidad incontrovertible. Un movimiento armado ha desaparecido. En este contexto, es preciso recordar las reflexiones del realista Maquiavelo, que en un libro Discursos sobre la primera década de Tito Livio, refiriéndose a Lucio Léntulo, decía: “Afirmó que siempre había que defender la patria, con ignominia o con gloria pues si el ejército se salvaba, Roma tendría la oportunidad de vengar la ignominia, mientras que si moría gloriosamente Roma y su libertad estaría perdida”.
Muchas vidas se han salvado gracias al acuerdo de paz, malo o bueno, pero se han salvado. El año 2018 tiene que ser el de la lucha política por una mejor democracia en el país. Dejar atrás la guerra, nos permite o nos permitirá, no pensar en ella, sino en cómo mejorar las instituciones democráticas en la república para que el bien común se consolide y no sufra los embates de la corrupción y el desgobierno. “El bien común lo es todo”, lo afirma Maquiavelo en la misma obra:
“(…) lo que hace grandes a las ciudades es la tutela del bien común, no del interés privado. Y lo cierto es que las repúblicas son las únicas que miran por el bien común y todo lo subordinan a este propósito”.
Los intereses privados son muy respetables en su mayoría, pero lo que hace grande a las repúblicas es el propósito de lucha por el bien común. En este contexto, el 2018 se nos abre como una gran oportunidad para la deliberación política y la selección de buenas propuestas para que el bien común salga triunfante en la contienda electoral. Este es el debate central de la democracia.
Es por este motivo, que el año 2018 no puede ser desperdiciado por la sociedad civil en discusiones que no tengan al bien común como el centro de la deliberación política. La democracia se fortalece con la defensa y práctica de procedimientos democráticos. Se requiere que, en la contienda electoral, se garantice la pulcritud, transparencia y la igualdad en el trato a los partidos y movimientos, y que el lenguaje sea respetuoso y proactivo.