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Columnista - 28 diciembre, 2016

Un 2016 para la historia

El proceso de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, el plebiscito del dos de octubre, la aprobación del matrimonio civil para parejas homosexuales, la mayoritaria aquiescencia legislativa a una cuestionada y gravosa reforma tributaria, la venta de un gran activo estatal como lo fue Isagen, las múltiples destituciones a funcionarios públicos, el caso […]

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El proceso de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, el plebiscito del dos de octubre, la aprobación del matrimonio civil para parejas homosexuales, la mayoritaria aquiescencia legislativa a una cuestionada y gravosa reforma tributaria, la venta de un gran activo estatal como lo fue Isagen, las múltiples destituciones a funcionarios públicos, el caso Pretelt, la reunión del papa Francisco con el nobel de paz Juan Manuel Santos y el senador Álvaro Uribe Vélez, el fatal, reprochable y vil asesinato de la niña Yuliana Samboni, son algunas de las noticias que han hecho de este 2016 un año bastante movido, un año que quedará indeleble en la memoria de todos los connacionales, un año que indubitablemente quedará para la historia.

He querido escribir mi última columna de opinión de este año con el propósito de hacer unas pequeñas reflexiones de lo que nos deja este agitado 2016.

Este fue un año con altos y bajos en la esfera nacional. Por ejemplo, en el plebiscito para refrendar los acuerdos de La Habana se pudo corroborar, una vez, más la inmadurez política y democrática que padecemos en Colombia. Falta mucha cultura política, mucha responsabilidad a la hora de afrontar retos democráticos de esta categoría. Aún no hemos concebido lo importante que es construir una sociedad con ética y valores, hemos optado por las vías de hecho, por los insultos, agravios y malas conductas, lo cual coadyuva al degeneramiento social de las comunidades.

Por otro lado, cada día son más las personas que deshonran la función pública en Colombia. Se han tomado la administración estatal como un fortín mercantil en el que buscan lucrarse por los senderos de la ilicitud y para mostrar sus procederes indecentes ante la sociedad colombiana.

Nuestros gobernadores, alcaldes, diputados, concejales, congresistas, día tras día siguen contrariando los mandatos que emanan del pueblo una vez son elegidos, quebrantando así, vulgarmente, uno de los principios rectores más sagrados de la función oficial, el de confianza.

Lo dije en mi cuenta de Twitter hace unos días: “Sin duda alguna, la función pública del país necesita oxigenarse, está ávida de un personal humano decente, con compromiso social”.

Un tema que también necesita de mucha atención es el de los organismos de control. La Procuraduría, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo son entidades que tienen que estar alejadas de toda clase de politiquería e intereses ajenos a su naturaleza, contrario sensu, estas deben estar en un constante fortalecimiento de sus estructuras para lograr consumar los fines para los que fueron creados, de esa manera se contribuye a la cimentación de un Estado armónico. Lo mismo pasa con la Fiscalía General de la Nación, órgano que debe actuar con más eficacia y compromiso en el desarrollo de sus labores indagatorias e investigativas, y no centrar su mirada en cosas que nada tiene que ver con su encargo constitucional.

Este año que está por culminar, me atrevería a decir que ha sido uno de los más intrincados de nuestra cronología. Un año lleno de tristezas, alegrías, llantos, reconciliación, violencia, esperanza, corrupción, y que además de eso nos rememora que hay mucho que reflexionar, pero ante todo, mucho que mejorar.

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Adenda: En este 2016 fue un enorme placer haber compartido con ustedes mis posiciones y puntos de vista a través de este medio. El otro año esperen muchas más columnas de este servidor. Letras y opinión. ¡Un fuerte abrazo!

Columnista
28 diciembre, 2016

Un 2016 para la historia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Camilo Pinto

El proceso de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, el plebiscito del dos de octubre, la aprobación del matrimonio civil para parejas homosexuales, la mayoritaria aquiescencia legislativa a una cuestionada y gravosa reforma tributaria, la venta de un gran activo estatal como lo fue Isagen, las múltiples destituciones a funcionarios públicos, el caso […]


El proceso de paz entre el Gobierno Nacional y las Farc, el plebiscito del dos de octubre, la aprobación del matrimonio civil para parejas homosexuales, la mayoritaria aquiescencia legislativa a una cuestionada y gravosa reforma tributaria, la venta de un gran activo estatal como lo fue Isagen, las múltiples destituciones a funcionarios públicos, el caso Pretelt, la reunión del papa Francisco con el nobel de paz Juan Manuel Santos y el senador Álvaro Uribe Vélez, el fatal, reprochable y vil asesinato de la niña Yuliana Samboni, son algunas de las noticias que han hecho de este 2016 un año bastante movido, un año que quedará indeleble en la memoria de todos los connacionales, un año que indubitablemente quedará para la historia.

He querido escribir mi última columna de opinión de este año con el propósito de hacer unas pequeñas reflexiones de lo que nos deja este agitado 2016.

Este fue un año con altos y bajos en la esfera nacional. Por ejemplo, en el plebiscito para refrendar los acuerdos de La Habana se pudo corroborar, una vez, más la inmadurez política y democrática que padecemos en Colombia. Falta mucha cultura política, mucha responsabilidad a la hora de afrontar retos democráticos de esta categoría. Aún no hemos concebido lo importante que es construir una sociedad con ética y valores, hemos optado por las vías de hecho, por los insultos, agravios y malas conductas, lo cual coadyuva al degeneramiento social de las comunidades.

Por otro lado, cada día son más las personas que deshonran la función pública en Colombia. Se han tomado la administración estatal como un fortín mercantil en el que buscan lucrarse por los senderos de la ilicitud y para mostrar sus procederes indecentes ante la sociedad colombiana.

Nuestros gobernadores, alcaldes, diputados, concejales, congresistas, día tras día siguen contrariando los mandatos que emanan del pueblo una vez son elegidos, quebrantando así, vulgarmente, uno de los principios rectores más sagrados de la función oficial, el de confianza.

Lo dije en mi cuenta de Twitter hace unos días: “Sin duda alguna, la función pública del país necesita oxigenarse, está ávida de un personal humano decente, con compromiso social”.

Un tema que también necesita de mucha atención es el de los organismos de control. La Procuraduría, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo son entidades que tienen que estar alejadas de toda clase de politiquería e intereses ajenos a su naturaleza, contrario sensu, estas deben estar en un constante fortalecimiento de sus estructuras para lograr consumar los fines para los que fueron creados, de esa manera se contribuye a la cimentación de un Estado armónico. Lo mismo pasa con la Fiscalía General de la Nación, órgano que debe actuar con más eficacia y compromiso en el desarrollo de sus labores indagatorias e investigativas, y no centrar su mirada en cosas que nada tiene que ver con su encargo constitucional.

Este año que está por culminar, me atrevería a decir que ha sido uno de los más intrincados de nuestra cronología. Un año lleno de tristezas, alegrías, llantos, reconciliación, violencia, esperanza, corrupción, y que además de eso nos rememora que hay mucho que reflexionar, pero ante todo, mucho que mejorar.

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Adenda: En este 2016 fue un enorme placer haber compartido con ustedes mis posiciones y puntos de vista a través de este medio. El otro año esperen muchas más columnas de este servidor. Letras y opinión. ¡Un fuerte abrazo!