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Columnista - 21 junio, 2021

100.000 muertos por el covid-19, ¡qué dolor!

Es una cifra escalofriante, Colombia llegó a 100.000 muertos desde el inicio de la pandemia, es como si hubiese desaparecido la población de La Dorada, Caldas, de ese tamaño es la tragedia, todos tenemos un amigo,  un familiar o un conocido que murió de covid-19. Todos los días vemos las redes sociales inundadas de cintas negras, […]

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Es una cifra escalofriante, Colombia llegó a 100.000 muertos desde el inicio de la pandemia, es como si hubiese desaparecido la población de La Dorada, Caldas, de ese tamaño es la tragedia, todos tenemos un amigo,  un familiar o un conocido que murió de covid-19. Todos los días vemos las redes sociales inundadas de cintas negras, el país llegó a 600 muertos diarios. Nadie imaginó la dimensión de esto, ningún país estaba preparado, ni tampoco gobierno alguno, hemos enfrentado y seguimos enfrentando una situación muy dura que se convirtió en nuestra mayor amenaza, vivir nunca antes fue tan valorado. 

La pandemia nos arrolló, sobre todo a América, donde el virus se ensañó con sus habitantes, en EEUU ya pasaron de 600.000 muertos, pese a que fueron de los primeros en lograr una vacuna a través de sus farmacéuticas y de los más efectivos en la vacunación, pero el manejo erróneo del expresidente Donald Trump aceleró el caos del que ahora tratan de salir. Y si nos remitimos a Latinoamérica, la situación es devastadora: Brasil acaba de superar los 500.000 muertos y continúa con una alta cifra de contagios que no se detiene, se mantienen en un pico del cual no han podido salir, cuentan hasta 2.000 muertos por día, con varias cepas, en especial la variante India, lo que tiene al país contra la pared en materia sanitaria y económica, con un presidente que, de lejos, es el que peor ha manejado la pandemia y hoy afronta muchas protestas en las calles, lo que puede acelerar aún más el contagio y, por ende, agravar la crisis. 

México no se queda atrás, ya completa 230.000 muertes; tampoco Argentina, donde las medidas no han dado resultado y siguen con las clínicas y hospitales a tope; Chile, a pesar de tener la vacunación adelantada, volvió a cuarentena, lo que demuestra que es un virus muy traicionero y no se puede subestimar; Venezuela tiene un subregistro enorme, su población muere en silencio, sin que el mundo se entere y sin acceso a vacunas. De Colombia, ni hablar; acá entramos en el sálvese quien pueda, promovido por el gobierno Duque,  que se quedó sin estrategias para disminuir los contagios y aprovechó el desorden del paro para desentenderse de sus responsabilidades.

Junio ha sido el peor mes de la pandemia con un promedio de 4.000 muertos por semana, lo que indica que estamos todavía muy lejos de lograr una rebaja por temas de vacunación, en la cual estamos bastante rezagados, sin contar la población que no quiere vacunarse por información falsa sobre las repercusiones de los biológicos. Si queremos lograr un avance a la nueva normalidad es necesario apostarle a una vacunación más efectiva y rápida como están haciendo en EEUU e Israel. 

Sin embargo, la gran realidad de todo este proceso es una sola, quienes hemos salido vivos debemos agradecer a Dios; el sentimiento general de gente lamentándose porque han perdido negocios, fortunas, empleos y temas materiales; nos toca aceptar que mientras hay vida, hay esperanza. Esas 100.000 muertes deben llevarnos a entender que todos los que hemos afrontado este difícil momento somos unos bendecidos y tenemos la obligación moral con las víctimas de reactivarnos, de seguir soñando, somos una generación resiliente, estamos logrando superar el momento más difícil del mundo en mucho tiempo, quizás el más crítico de toda su historia reciente, entonces tenemos que levantar la mirada y seguir soñando, seguir adelante para dejar la pandemia, eso sí, con base en la solidaridad, el optimismo y la integración de los pueblos. 

Soy de los convencidos de que sí podemos ser mejores seres humanos, después de que una enfermedad nos mostró lo vulnerables que somos; ni los ricos, ni los pobres, ni los blancos, ni los negros, ni los políticos, ni los obreros, nadie se escapó del miedo que generó la pandemia, somos seres frágiles llenos de ilusiones y miedos, y seguro nos vamos a recuperar para decir ¡Lo logramos!

Columnista
21 junio, 2021

100.000 muertos por el covid-19, ¡qué dolor!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

Es una cifra escalofriante, Colombia llegó a 100.000 muertos desde el inicio de la pandemia, es como si hubiese desaparecido la población de La Dorada, Caldas, de ese tamaño es la tragedia, todos tenemos un amigo,  un familiar o un conocido que murió de covid-19. Todos los días vemos las redes sociales inundadas de cintas negras, […]


Es una cifra escalofriante, Colombia llegó a 100.000 muertos desde el inicio de la pandemia, es como si hubiese desaparecido la población de La Dorada, Caldas, de ese tamaño es la tragedia, todos tenemos un amigo,  un familiar o un conocido que murió de covid-19. Todos los días vemos las redes sociales inundadas de cintas negras, el país llegó a 600 muertos diarios. Nadie imaginó la dimensión de esto, ningún país estaba preparado, ni tampoco gobierno alguno, hemos enfrentado y seguimos enfrentando una situación muy dura que se convirtió en nuestra mayor amenaza, vivir nunca antes fue tan valorado. 

La pandemia nos arrolló, sobre todo a América, donde el virus se ensañó con sus habitantes, en EEUU ya pasaron de 600.000 muertos, pese a que fueron de los primeros en lograr una vacuna a través de sus farmacéuticas y de los más efectivos en la vacunación, pero el manejo erróneo del expresidente Donald Trump aceleró el caos del que ahora tratan de salir. Y si nos remitimos a Latinoamérica, la situación es devastadora: Brasil acaba de superar los 500.000 muertos y continúa con una alta cifra de contagios que no se detiene, se mantienen en un pico del cual no han podido salir, cuentan hasta 2.000 muertos por día, con varias cepas, en especial la variante India, lo que tiene al país contra la pared en materia sanitaria y económica, con un presidente que, de lejos, es el que peor ha manejado la pandemia y hoy afronta muchas protestas en las calles, lo que puede acelerar aún más el contagio y, por ende, agravar la crisis. 

México no se queda atrás, ya completa 230.000 muertes; tampoco Argentina, donde las medidas no han dado resultado y siguen con las clínicas y hospitales a tope; Chile, a pesar de tener la vacunación adelantada, volvió a cuarentena, lo que demuestra que es un virus muy traicionero y no se puede subestimar; Venezuela tiene un subregistro enorme, su población muere en silencio, sin que el mundo se entere y sin acceso a vacunas. De Colombia, ni hablar; acá entramos en el sálvese quien pueda, promovido por el gobierno Duque,  que se quedó sin estrategias para disminuir los contagios y aprovechó el desorden del paro para desentenderse de sus responsabilidades.

Junio ha sido el peor mes de la pandemia con un promedio de 4.000 muertos por semana, lo que indica que estamos todavía muy lejos de lograr una rebaja por temas de vacunación, en la cual estamos bastante rezagados, sin contar la población que no quiere vacunarse por información falsa sobre las repercusiones de los biológicos. Si queremos lograr un avance a la nueva normalidad es necesario apostarle a una vacunación más efectiva y rápida como están haciendo en EEUU e Israel. 

Sin embargo, la gran realidad de todo este proceso es una sola, quienes hemos salido vivos debemos agradecer a Dios; el sentimiento general de gente lamentándose porque han perdido negocios, fortunas, empleos y temas materiales; nos toca aceptar que mientras hay vida, hay esperanza. Esas 100.000 muertes deben llevarnos a entender que todos los que hemos afrontado este difícil momento somos unos bendecidos y tenemos la obligación moral con las víctimas de reactivarnos, de seguir soñando, somos una generación resiliente, estamos logrando superar el momento más difícil del mundo en mucho tiempo, quizás el más crítico de toda su historia reciente, entonces tenemos que levantar la mirada y seguir soñando, seguir adelante para dejar la pandemia, eso sí, con base en la solidaridad, el optimismo y la integración de los pueblos. 

Soy de los convencidos de que sí podemos ser mejores seres humanos, después de que una enfermedad nos mostró lo vulnerables que somos; ni los ricos, ni los pobres, ni los blancos, ni los negros, ni los políticos, ni los obreros, nadie se escapó del miedo que generó la pandemia, somos seres frágiles llenos de ilusiones y miedos, y seguro nos vamos a recuperar para decir ¡Lo logramos!