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Columnista - 18 marzo, 2010

¿Hacia dónde quieren ir los colombianos?

Por: Luis Napoleón de Armas Alguien dijo hace varios años que Colombia era un país estéril para las dictaduras, que sin embargo, las hemos sufrido. Análogamente, yo agregaría que somos tierra fértil para las “derechas”, al menos para ese baja franja de la opinión que acude a las urnas, 34% esta vez; ni los cambios […]

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Por: Luis Napoleón de Armas

Alguien dijo hace varios años que Colombia era un país estéril para las dictaduras, que sin embargo, las hemos sufrido. Análogamente, yo agregaría que somos tierra fértil para las “derechas”, al menos para ese baja franja de la opinión que acude a las urnas, 34% esta vez; ni los cambios generacionales han roto esta tendencia abstencionista. Somos, por eso, una democracia de minorías. Creo que ha llegado el momento de que politólogos y sociólogos entren a analizar acerca de cuáles podrían ser las motivaciones que tiene ese pequeño sector de la opinión, el que vota, y cuáles podrían ser las que rompan la abulia de los que se quedan en casa. Algo está pasando; podríamos sugerir, como ejercicio, una lista de posibles causas. Se perdió la confianza, las propuestas de cambio no son pertinentes ni oportunas, el sistema electoral inhibe el voto, indiferencia ciudadana, poco compromiso con la sociedad, el voto libre y de opinión no se ha cultivado. En fin, muchas de estas y otras cosas podrían suceder. Pero como los que deciden son los que votan, sobre ellos distinguiremos tres tipos. El primero lo conforman unos pocos que han logrado claridad sobre estos procesos, no están amarrados y creen que las cosas tienen que cambiar para bien de las mayorías, incluso para los abstencionistas. Un segundo grupo está consciente de esta situación pero tiene trabas que los hacen dependientes de los empresarios electorales y le hacen el juego al estatismo social. El tercer sector lo integran mercaderes amorfos que ven, en las elecciones, un negocio periódico; son las prostitutas electorales. Los dos últimos grupos responden a las maquinarias, por compromisos burocráticos o contractuales y deciden la suerte de los demás; el statu quo  les interesa, nunca nadan contra la corriente, son los esquiroles del Estado y defienden causas ajenas. Son estos los que producen resultados electorales como el vivido el 14 de marzo. Las mayorías de las minorías fueron las ganadoras, las cercanas al gobierno, la mayor maquinaria electoral del país; la que hace guiños, la que le recibe votos al diablo; el poder es para poder, sin escrúpulos. Este país se derechizó, esto lo percibe uno hasta en los estratos más bajos de la población; la forma como son manipulados por los medios da pesar, son como zombies. No de otra manera se podría explicar el bajón electoral del Polo, el único partido alternativo que tiene el país, con propósitos claros sobre políticas sociales y el que le puso coto a los parapolíticos en el Congreso. ¿Para donde se fueron las familias de los miles de asesinados por estos grupos? ¿Por quienes votaron los 4 millones de desplazados? ¿Por quienes los desempleados e informales?. Pensar que en sus manos está que Colombia cambie. La verdad es que hubo más reciclaje que renovación en el Congreso; se estima que 30% de sus elegidos está ligado a las mafias. En el Cesar sigue la tendencia de romper el paradigma de las viejas castas; la elección de Félix Valera y la de Yensi Acosta así lo indican, amén de que ya antes fueron electos Cristian Moreno y Luis Fabián Maestre; esto es significativo. Los viejos caciques se quedaron sin generación de relevo porque la política la convirtieron en negocio familiar. Los partidos viejos salieron maltrechos; ALAS desaparece como también desaparecerán otras maquinarias de hacer votos. La alternativa en mayo es escoger entre el bien y el mal.  [email protected]

Columnista
18 marzo, 2010

¿Hacia dónde quieren ir los colombianos?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Por: Luis Napoleón de Armas Alguien dijo hace varios años que Colombia era un país estéril para las dictaduras, que sin embargo, las hemos sufrido. Análogamente, yo agregaría que somos tierra fértil para las “derechas”, al menos para ese baja franja de la opinión que acude a las urnas, 34% esta vez; ni los cambios […]


Por: Luis Napoleón de Armas

Alguien dijo hace varios años que Colombia era un país estéril para las dictaduras, que sin embargo, las hemos sufrido. Análogamente, yo agregaría que somos tierra fértil para las “derechas”, al menos para ese baja franja de la opinión que acude a las urnas, 34% esta vez; ni los cambios generacionales han roto esta tendencia abstencionista. Somos, por eso, una democracia de minorías. Creo que ha llegado el momento de que politólogos y sociólogos entren a analizar acerca de cuáles podrían ser las motivaciones que tiene ese pequeño sector de la opinión, el que vota, y cuáles podrían ser las que rompan la abulia de los que se quedan en casa. Algo está pasando; podríamos sugerir, como ejercicio, una lista de posibles causas. Se perdió la confianza, las propuestas de cambio no son pertinentes ni oportunas, el sistema electoral inhibe el voto, indiferencia ciudadana, poco compromiso con la sociedad, el voto libre y de opinión no se ha cultivado. En fin, muchas de estas y otras cosas podrían suceder. Pero como los que deciden son los que votan, sobre ellos distinguiremos tres tipos. El primero lo conforman unos pocos que han logrado claridad sobre estos procesos, no están amarrados y creen que las cosas tienen que cambiar para bien de las mayorías, incluso para los abstencionistas. Un segundo grupo está consciente de esta situación pero tiene trabas que los hacen dependientes de los empresarios electorales y le hacen el juego al estatismo social. El tercer sector lo integran mercaderes amorfos que ven, en las elecciones, un negocio periódico; son las prostitutas electorales. Los dos últimos grupos responden a las maquinarias, por compromisos burocráticos o contractuales y deciden la suerte de los demás; el statu quo  les interesa, nunca nadan contra la corriente, son los esquiroles del Estado y defienden causas ajenas. Son estos los que producen resultados electorales como el vivido el 14 de marzo. Las mayorías de las minorías fueron las ganadoras, las cercanas al gobierno, la mayor maquinaria electoral del país; la que hace guiños, la que le recibe votos al diablo; el poder es para poder, sin escrúpulos. Este país se derechizó, esto lo percibe uno hasta en los estratos más bajos de la población; la forma como son manipulados por los medios da pesar, son como zombies. No de otra manera se podría explicar el bajón electoral del Polo, el único partido alternativo que tiene el país, con propósitos claros sobre políticas sociales y el que le puso coto a los parapolíticos en el Congreso. ¿Para donde se fueron las familias de los miles de asesinados por estos grupos? ¿Por quienes votaron los 4 millones de desplazados? ¿Por quienes los desempleados e informales?. Pensar que en sus manos está que Colombia cambie. La verdad es que hubo más reciclaje que renovación en el Congreso; se estima que 30% de sus elegidos está ligado a las mafias. En el Cesar sigue la tendencia de romper el paradigma de las viejas castas; la elección de Félix Valera y la de Yensi Acosta así lo indican, amén de que ya antes fueron electos Cristian Moreno y Luis Fabián Maestre; esto es significativo. Los viejos caciques se quedaron sin generación de relevo porque la política la convirtieron en negocio familiar. Los partidos viejos salieron maltrechos; ALAS desaparece como también desaparecerán otras maquinarias de hacer votos. La alternativa en mayo es escoger entre el bien y el mal.  [email protected]