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Columnista - 25 abril, 2010

“Yo soy el Buen Pastor”

PALABRAS DE VIDA ETERNA Por: Marlon Javier Domínguez, Pbro. Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida y de cuyas manos recibimos […]

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PALABRAS DE VIDA ETERNA

Por: Marlon Javier Domínguez, Pbro.

Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida y de cuyas manos recibimos en alimento que contiene en sí todo deleite. Quiero aprovechar este espacio para felicitar a nuestro obispo, Oscar José, a los formadores del Seminario Juan Pablo II y a todo el clero de la Diócesis de Valledupar. Que el Dios del cielo conceda a todos el corazón del Buen Pastor.

Al felicitar, sin embargo, a nuestros pastores hemos de preguntarnos ¿qué significa ser pastor?, ¿qué es ser sacerdote? Ser sacerdote es ser todo para los demás y ser nada para sí mismo, el sacerdote es un hombre tomado de entre los hombres para realizar una misión que supera la capacidad humana; a todos acompaña y escucha, todos encuentran en él consuelo, alivio para sus penas y fuerzas para seguir adelante, más él vive sumergido en una constante soledad que, aunque permeada por la presencia del Señor, no deja de tornarse a veces dolorosa. El sacerdote es otro Cristo y -como Cristo- también él se encuentra crucificado para que otros tengan vida.

Oremos por nuestros sacerdotes, pidámosle a Dios que les adorne de las virtudes necesarias para que puedan cumplir a cabalidad la misión que se les ha encomendado, en vez de lanzar improperios en su contra cada vez que se equivocan o de rasgarnos, quizá hipócritamente, las vestiduras ante sus faltas.

Es verdad que hay situaciones dolorosas que no debieron nunca ocurrir, la Iglesia entera se aflige y sufre por los errores de algunos de sus hijos y pide abiertamente perdón por quienes no han sabido transparentar en su vida las actitudes del Buen Pastor, pero también es cierto que ella (la Iglesia) no puede ser concebida simplemente como una institución humana, porque en su interior late la presencia siempre actuante de quien un día dijo que la edificaría sobre la roca firme de la profesión de fe de Pedro.

No es materia de mi reflexión la saña con que se difunden por ciertos medios de comunicación las faltas de algunos religiosos, ni los intereses económicos que mueven a otros a poner el grito en el cielo sólo hasta cuando reciben una indemnización, simplemente quiero que dirijamos también nuestra mirada hacia aquellos pastores que nos han dado a Dios, que han consagrado su vida al servicio de los demás, que han hecho tanto bien y que hundidos en el anonimato (porque así debe ser) han vivido fielmente la vocación a la que fueron llamados.

Seamos agradecidos con Dios y luchemos juntos cada día por ser lo que debemos, buenos hijos, buenos padres, buenos trabajadores, buenos cristianos, buenos sacerdotes, buenos pastores… nada en la vida se consigue sin esfuerzo y la experiencia religiosa no es la excepción. Sintámonos acogidos en el corazón de Cristo, Buen Pastor, perdonemos y pidamos perdón disponiéndonos así para también recibirlo nosotros. ¡Feliz día pastores!

Correo: [email protected]

Columnista
25 abril, 2010

“Yo soy el Buen Pastor”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Marlon Javier Domínguez

PALABRAS DE VIDA ETERNA Por: Marlon Javier Domínguez, Pbro. Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida y de cuyas manos recibimos […]


PALABRAS DE VIDA ETERNA

Por: Marlon Javier Domínguez, Pbro.

Hoy celebramos el día del Buen Pastor, y se nos brinda una bella oportunidad para agradecer a Dios el haber enviado a nuestras vidas pastores que, participando ministerialmente de la misión de Cristo, nos conducen a las aguas de la vida y de cuyas manos recibimos en alimento que contiene en sí todo deleite. Quiero aprovechar este espacio para felicitar a nuestro obispo, Oscar José, a los formadores del Seminario Juan Pablo II y a todo el clero de la Diócesis de Valledupar. Que el Dios del cielo conceda a todos el corazón del Buen Pastor.

Al felicitar, sin embargo, a nuestros pastores hemos de preguntarnos ¿qué significa ser pastor?, ¿qué es ser sacerdote? Ser sacerdote es ser todo para los demás y ser nada para sí mismo, el sacerdote es un hombre tomado de entre los hombres para realizar una misión que supera la capacidad humana; a todos acompaña y escucha, todos encuentran en él consuelo, alivio para sus penas y fuerzas para seguir adelante, más él vive sumergido en una constante soledad que, aunque permeada por la presencia del Señor, no deja de tornarse a veces dolorosa. El sacerdote es otro Cristo y -como Cristo- también él se encuentra crucificado para que otros tengan vida.

Oremos por nuestros sacerdotes, pidámosle a Dios que les adorne de las virtudes necesarias para que puedan cumplir a cabalidad la misión que se les ha encomendado, en vez de lanzar improperios en su contra cada vez que se equivocan o de rasgarnos, quizá hipócritamente, las vestiduras ante sus faltas.

Es verdad que hay situaciones dolorosas que no debieron nunca ocurrir, la Iglesia entera se aflige y sufre por los errores de algunos de sus hijos y pide abiertamente perdón por quienes no han sabido transparentar en su vida las actitudes del Buen Pastor, pero también es cierto que ella (la Iglesia) no puede ser concebida simplemente como una institución humana, porque en su interior late la presencia siempre actuante de quien un día dijo que la edificaría sobre la roca firme de la profesión de fe de Pedro.

No es materia de mi reflexión la saña con que se difunden por ciertos medios de comunicación las faltas de algunos religiosos, ni los intereses económicos que mueven a otros a poner el grito en el cielo sólo hasta cuando reciben una indemnización, simplemente quiero que dirijamos también nuestra mirada hacia aquellos pastores que nos han dado a Dios, que han consagrado su vida al servicio de los demás, que han hecho tanto bien y que hundidos en el anonimato (porque así debe ser) han vivido fielmente la vocación a la que fueron llamados.

Seamos agradecidos con Dios y luchemos juntos cada día por ser lo que debemos, buenos hijos, buenos padres, buenos trabajadores, buenos cristianos, buenos sacerdotes, buenos pastores… nada en la vida se consigue sin esfuerzo y la experiencia religiosa no es la excepción. Sintámonos acogidos en el corazón de Cristo, Buen Pastor, perdonemos y pidamos perdón disponiéndonos así para también recibirlo nosotros. ¡Feliz día pastores!

Correo: [email protected]