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Columnista - 10 octubre, 2010

Vargas Llosa vs García Márquez

Por: JACOBO SOLANO CERCHIARO* El Premio Nobel de Literatura volvió a hacer confluir las carreras de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, dos emblemáticas figuras de la literatura contemporánea latinoamericana. Se conocieron en Venezuela, en 1967, durante la entrega al peruano del galardón literario más importante de América Latina, el Premio Rómulo Gallegos. Ese […]

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Por: JACOBO SOLANO CERCHIARO*
El Premio Nobel de Literatura volvió a hacer confluir las carreras de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, dos emblemáticas figuras de la literatura contemporánea latinoamericana. Se conocieron en Venezuela, en 1967, durante la entrega al peruano del galardón literario más importante de América Latina, el Premio Rómulo Gallegos. Ese mismo año, García Márquez publicó Cien años de soledad, su gran obra, esta se convertiría además en núcleo de la tesis doctoral de Vargas Llosa, “Historia de un deicidio”, con la cual se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid.
Al trazar un paralelo entre ambos autores, surgen una serie de extrañas coincidencias biográficas que parecen sacadas de sus propias novelas y marcan el contenido de sus obras. Viven desde hace décadas vidas entrelazadas; contemporáneos, ambos nacidos en el mes de marzo, son escritores y periodistas con una vasta creatividad y rica narrativa. Compañeros primero, amigos íntimos después y finalmente protagonistas de un enfrentamiento, que terminó con un ojo morado del colombiano y le puso punto final a una de las simpatías más fructíferas de la historia de la literatura.
Pero debo subrayar también, que las diferencias, por ejemplo, en el plano social y político, son muy marcadas y fueron aumentando con motivo de sus crecientes discrepancias ideológicas. Mientras el escritor de Aracataca es claro militante de las expresiones de la izquierda comunista que avala el régimen cubano y poco participa en la política nacional, el de Arequipa es abiertamente de centro derecha, democrático e interviene activamente en el acontecer político mundial, incluso, en alguna ocasión optó por la presidencia de su país; es muy amable con la prensa y vive en Perú, sin tantos artilugios, mientras García Márquez, a pesar de su ejercicio en el periodismo, no le gusta hablar con la prensa y viene a Colombia muy pocas veces, normalmente  a recibir homenajes; en su natal Aracataca, lo esperan hace 27 años, es curioso que aún sea la misma que describe en sus obras como lugares abandonados, que se derrumban por el olvido, y muchos creen que está en deuda con una sociedad que precisamente lo volvió grande. A uno y otro los une esa disciplina férrea que debe acompañar a un escritor y hasta un compadrazgo porque García Márquez es el padrino del segundo hijo de Vargas Llosa.
Hacer referencia a García Márquez, es reconocerlo como fiel representante del inextricable realismo mágico, una corriente literaria cuyos rasgos principales son la desgarradura de la realidad por una acción fantástica, descrita de un modo realista. Es un mito en vida gracias a “Cien años de soledad”, un relato propio y representativo de esta corriente. Es además editor, guionista, enfocado a la novela y al cuento; siempre trató de plasmar en sus obras, las descripciones de la región norte de Colombia y sus gentes, imbuidas de una calidez lírica con un condimento de amor inalterable, con el gran temor de que su universo narrativo fuera considerado fantástico, sin anclaje en la realidad cultural y geográfica en que nació y creció. Característica que no tiene equivalente en el mundo de Vargas Llosa, donde la relación del escritor con su entorno es siempre tensa y ambigua.
La obra del Nobel 2010, es más actual y con mucho más tinte político, es un autor atrevido que busca la forma de reflejar una sociedad carente y atrapada por los juegos de poder, y lo muestra de forma maravillosa en La Fiesta del Chivo, en el cual recrea, el sufrimiento de un pueblo vapuleado y violentado por esos dictadores de este siglo, que quieren comprar todos los espacios para imponer un modelo retardatario.
Uno de los innovadores de la novela realista, su vida es conocida: su infancia en una familia de clase media está referida en ‘Los cachorros’ y en ‘La ciudad y los perros’, ambientada en el colegio militar Leoncio Prado. El paisaje de su juventud limeña aparece en ‘Conversación en La Catedral’. Sus años en Bolivia se dejan ver en ‘Pantaleón y las visitadoras’. Vargas Llosa es un viajero incansable y constructor de universos.
No obstante, los dos literatos son orgullo y esencia de Latinoamérica. Y más allá de las desavenencias, sus vidas y sus carreras siempre convergen, desde su juventud de afanes literarios. Hoy, en el ocaso de sus vidas brillantes, el “poeta y mago de la palabra” y “el arquitecto” quedaron unidos y consagrados, para siempre, en el parnaso de la literatura universal.
[email protected]

Columnista
10 octubre, 2010

Vargas Llosa vs García Márquez

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

Por: JACOBO SOLANO CERCHIARO* El Premio Nobel de Literatura volvió a hacer confluir las carreras de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, dos emblemáticas figuras de la literatura contemporánea latinoamericana. Se conocieron en Venezuela, en 1967, durante la entrega al peruano del galardón literario más importante de América Latina, el Premio Rómulo Gallegos. Ese […]


Por: JACOBO SOLANO CERCHIARO*
El Premio Nobel de Literatura volvió a hacer confluir las carreras de Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, dos emblemáticas figuras de la literatura contemporánea latinoamericana. Se conocieron en Venezuela, en 1967, durante la entrega al peruano del galardón literario más importante de América Latina, el Premio Rómulo Gallegos. Ese mismo año, García Márquez publicó Cien años de soledad, su gran obra, esta se convertiría además en núcleo de la tesis doctoral de Vargas Llosa, “Historia de un deicidio”, con la cual se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid.
Al trazar un paralelo entre ambos autores, surgen una serie de extrañas coincidencias biográficas que parecen sacadas de sus propias novelas y marcan el contenido de sus obras. Viven desde hace décadas vidas entrelazadas; contemporáneos, ambos nacidos en el mes de marzo, son escritores y periodistas con una vasta creatividad y rica narrativa. Compañeros primero, amigos íntimos después y finalmente protagonistas de un enfrentamiento, que terminó con un ojo morado del colombiano y le puso punto final a una de las simpatías más fructíferas de la historia de la literatura.
Pero debo subrayar también, que las diferencias, por ejemplo, en el plano social y político, son muy marcadas y fueron aumentando con motivo de sus crecientes discrepancias ideológicas. Mientras el escritor de Aracataca es claro militante de las expresiones de la izquierda comunista que avala el régimen cubano y poco participa en la política nacional, el de Arequipa es abiertamente de centro derecha, democrático e interviene activamente en el acontecer político mundial, incluso, en alguna ocasión optó por la presidencia de su país; es muy amable con la prensa y vive en Perú, sin tantos artilugios, mientras García Márquez, a pesar de su ejercicio en el periodismo, no le gusta hablar con la prensa y viene a Colombia muy pocas veces, normalmente  a recibir homenajes; en su natal Aracataca, lo esperan hace 27 años, es curioso que aún sea la misma que describe en sus obras como lugares abandonados, que se derrumban por el olvido, y muchos creen que está en deuda con una sociedad que precisamente lo volvió grande. A uno y otro los une esa disciplina férrea que debe acompañar a un escritor y hasta un compadrazgo porque García Márquez es el padrino del segundo hijo de Vargas Llosa.
Hacer referencia a García Márquez, es reconocerlo como fiel representante del inextricable realismo mágico, una corriente literaria cuyos rasgos principales son la desgarradura de la realidad por una acción fantástica, descrita de un modo realista. Es un mito en vida gracias a “Cien años de soledad”, un relato propio y representativo de esta corriente. Es además editor, guionista, enfocado a la novela y al cuento; siempre trató de plasmar en sus obras, las descripciones de la región norte de Colombia y sus gentes, imbuidas de una calidez lírica con un condimento de amor inalterable, con el gran temor de que su universo narrativo fuera considerado fantástico, sin anclaje en la realidad cultural y geográfica en que nació y creció. Característica que no tiene equivalente en el mundo de Vargas Llosa, donde la relación del escritor con su entorno es siempre tensa y ambigua.
La obra del Nobel 2010, es más actual y con mucho más tinte político, es un autor atrevido que busca la forma de reflejar una sociedad carente y atrapada por los juegos de poder, y lo muestra de forma maravillosa en La Fiesta del Chivo, en el cual recrea, el sufrimiento de un pueblo vapuleado y violentado por esos dictadores de este siglo, que quieren comprar todos los espacios para imponer un modelo retardatario.
Uno de los innovadores de la novela realista, su vida es conocida: su infancia en una familia de clase media está referida en ‘Los cachorros’ y en ‘La ciudad y los perros’, ambientada en el colegio militar Leoncio Prado. El paisaje de su juventud limeña aparece en ‘Conversación en La Catedral’. Sus años en Bolivia se dejan ver en ‘Pantaleón y las visitadoras’. Vargas Llosa es un viajero incansable y constructor de universos.
No obstante, los dos literatos son orgullo y esencia de Latinoamérica. Y más allá de las desavenencias, sus vidas y sus carreras siempre convergen, desde su juventud de afanes literarios. Hoy, en el ocaso de sus vidas brillantes, el “poeta y mago de la palabra” y “el arquitecto” quedaron unidos y consagrados, para siempre, en el parnaso de la literatura universal.
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