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Columnista - 21 marzo, 2017

¿Vale la pena seguir quejándonos sin acción?

Leyendo en un avión me encontré este cuento: un contador fue atropellado por un camión y murió. San Pedro lo encontró en las puertas del cielo y le ofreció la oportunidad de experimentar el infierno y el cielo y decidir dónde pasar la eternidad. El contador bajó al infierno. Pasó el día en un maravilloso […]

Leyendo en un avión me encontré este cuento: un contador fue atropellado por un camión y murió. San Pedro lo encontró en las puertas del cielo y le ofreció la oportunidad de experimentar el infierno y el cielo y decidir dónde pasar la eternidad. El contador bajó al infierno. Pasó el día en un maravilloso campo de golf, disfrutó de excelente filete y langosta, y se enteró de que todos sus amigos estaban ahí. Al día siguiente, pasó todo el día en el cielo.

Los ángeles le enseñaron a volar y a tocar el arpa, y la comida y la bebida fueron maravillosas. Al final del día, San Pedro le pidió que decidiera. “Bueno”, dijo el contador, “disfruté ambos, pero mis amigos están todos en el otro sitio. Me iré para allá”. Cuando llegó abajo, en vez de un hermoso campo de golf, se encontró de pie en un desolado páramo lleno de basura. “Pero, no entiendo”, dijo el contador. “Ayer este lugar era maravilloso. “Ah”, asintió el diablo, “es verdad, pero ayer te estábamos contratando… y hoy eres parte del personal. Moraleja: Vea más allá de las apariencias. Tome decisiones creíbles. Sea cauteloso con los valores que proyecta.

Este sencillo cuento tiene aplicaciones en muchos aspectos de la vida. Ahora que estamos dándonos lapos por todos los hechos de corrupción y el lastre que genera nuestra clase dirigencial, el referenciado relato ejemplifica metafóricamente el comportamiento de los ciudadanos en el sistema democrático, pueden existir millones de interpretaciones, pero la mía es la siguiente: primero, con nuestro actuar en los debates electorales, los ciudadanos perpetuamos el delfinismo y que el poder se concentre en unas pocas personas, quienes van rotándolo de generación en generación. Segundo, en épocas electorales cuando nos dejamos negociar con ilusiones efímeras que, pasadas las elecciones se esfuman como el humo en la montaña. Tercero, cuando nuestros líderes políticos financian sus egos y apoyan iniciativas ideológicas que conducen a poderes feudales. Cuarto, cuando seguimos la corriente y no sabemos por qué, ni evaluamos esa corriente para donde nos llevará. Quinto, cuando somos consciente de lo que pasa pero no hacemos control social.

Cass Sustein escribió: “Elegir por uno mismo es parte de la libertad, aunque mucha gente no tiene el tiempo o la atención para elegir conscientemente en todos los aspectos. Y reunir información para hacer buenas elecciones puede ser costoso. Realizar todas las elecciones de su vida conscientemente puede ser abrumador, por eso la gran mayoría elige no elegir. Algunos aspectos de la elección son universales”. Afortunadamente las redes sociales no cobran por tuit o posteada en muros y demás. Quejarnos puede ser un indicio, pero continuar sin acción nuestra condena.

Por Roberto Carlos Nuñez

Columnista
21 marzo, 2017

¿Vale la pena seguir quejándonos sin acción?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Roberto Carlos Núñez Vega

Leyendo en un avión me encontré este cuento: un contador fue atropellado por un camión y murió. San Pedro lo encontró en las puertas del cielo y le ofreció la oportunidad de experimentar el infierno y el cielo y decidir dónde pasar la eternidad. El contador bajó al infierno. Pasó el día en un maravilloso […]


Leyendo en un avión me encontré este cuento: un contador fue atropellado por un camión y murió. San Pedro lo encontró en las puertas del cielo y le ofreció la oportunidad de experimentar el infierno y el cielo y decidir dónde pasar la eternidad. El contador bajó al infierno. Pasó el día en un maravilloso campo de golf, disfrutó de excelente filete y langosta, y se enteró de que todos sus amigos estaban ahí. Al día siguiente, pasó todo el día en el cielo.

Los ángeles le enseñaron a volar y a tocar el arpa, y la comida y la bebida fueron maravillosas. Al final del día, San Pedro le pidió que decidiera. “Bueno”, dijo el contador, “disfruté ambos, pero mis amigos están todos en el otro sitio. Me iré para allá”. Cuando llegó abajo, en vez de un hermoso campo de golf, se encontró de pie en un desolado páramo lleno de basura. “Pero, no entiendo”, dijo el contador. “Ayer este lugar era maravilloso. “Ah”, asintió el diablo, “es verdad, pero ayer te estábamos contratando… y hoy eres parte del personal. Moraleja: Vea más allá de las apariencias. Tome decisiones creíbles. Sea cauteloso con los valores que proyecta.

Este sencillo cuento tiene aplicaciones en muchos aspectos de la vida. Ahora que estamos dándonos lapos por todos los hechos de corrupción y el lastre que genera nuestra clase dirigencial, el referenciado relato ejemplifica metafóricamente el comportamiento de los ciudadanos en el sistema democrático, pueden existir millones de interpretaciones, pero la mía es la siguiente: primero, con nuestro actuar en los debates electorales, los ciudadanos perpetuamos el delfinismo y que el poder se concentre en unas pocas personas, quienes van rotándolo de generación en generación. Segundo, en épocas electorales cuando nos dejamos negociar con ilusiones efímeras que, pasadas las elecciones se esfuman como el humo en la montaña. Tercero, cuando nuestros líderes políticos financian sus egos y apoyan iniciativas ideológicas que conducen a poderes feudales. Cuarto, cuando seguimos la corriente y no sabemos por qué, ni evaluamos esa corriente para donde nos llevará. Quinto, cuando somos consciente de lo que pasa pero no hacemos control social.

Cass Sustein escribió: “Elegir por uno mismo es parte de la libertad, aunque mucha gente no tiene el tiempo o la atención para elegir conscientemente en todos los aspectos. Y reunir información para hacer buenas elecciones puede ser costoso. Realizar todas las elecciones de su vida conscientemente puede ser abrumador, por eso la gran mayoría elige no elegir. Algunos aspectos de la elección son universales”. Afortunadamente las redes sociales no cobran por tuit o posteada en muros y demás. Quejarnos puede ser un indicio, pero continuar sin acción nuestra condena.

Por Roberto Carlos Nuñez