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Columnista - 6 agosto, 2018

Señor presidente

Mañana, cuando Iván Duque asuma la presidencia de la República estaremos frente al presidente de todos los colombianos, legítimo porque su elección viene del país y debemos acompañarlo y exigirle que nos acompañe porque él representa la institucionalidad, a la cual todo es exigible, para que cumpla con el propósito de hacer este país viable, […]

Mañana, cuando Iván Duque asuma la presidencia de la República estaremos frente al presidente de todos los colombianos, legítimo porque su elección viene del país y debemos acompañarlo y exigirle que nos acompañe porque él representa la institucionalidad, a la cual todo es exigible, para que cumpla con el propósito de hacer este país viable, sostenible, sustentable y posible para todos.

La gran fuerza siempre proviene de las comunidades. Allí, incluso en las que parecen no tener voz, deberá el presidente buscar las respuestas. El gobernante debe ahora escuchar justamente para asumir la ejecución de manera certera. Nada será más importante a la hora de tomar decisiones que su capacidad de equilibrar la balanza para que todas las voces puedan ser atendidas. Y para escuchar se necesita silencio. Así que sería bueno que diseñara su agenda diaria con la separación de un par de horas para estar en la soledad de sus pensamientos, donde escuchará sin interferencias.

No podrá resolverlo todo y tendrá que definir en su Plan de Desarrollo los acentos. Lo deseable será que pueda cumplir con esos acentos que, estamos seguros, serán trazados desde el principio esencial del bien común. La escasez de muchos puede ser tal vez uno de los grandes dolores de este país. La imposibilidad de permanecer en estado de dignidad por la imposibilidad de tener lo mínimo. La frustración del talento por la imposibilidad de educarse para moldearlo, definirlo, expresarlo. El freno a la subsistencia diaria por la imposibilidad de herramientas, de una vía para sacar los productos, de un puente.

La enfermedad por la imposibilidad de la atención en hospitales y el acompañamiento con lujo de detalles. Los niños a merced de la calle, las mujeres luchando solas con sus hijos, los muchachos buscando un empleo sin que nadie les dé luz verde, y los que pierden la vida a manos de otros porque no hay manera de que vivamos en paz.

Ojalá señor presidente en el silencio del que le hablo usted pueda traer a la memoria los gestos de los que menos tienen y sus angustias, estoy segura de que será inevitable que tome medidas para cambiar esa condición. Ojalá su pensamiento se cierre en la noche con los miles de niños y jóvenes que son el presente; no los deje para el futuro y promueva la educación como la definición de país. Ojalá honre en la cultura la memoria de nuestra tierra y sus gentes. Ojalá cuide el agua, los animales, las flores, los frutos y el aire. Estoy segura de haberle hablado de todo lo que está en su corazón y que responde a la benevolencia que siempre encontrará en ese silencio.

Por: María Angélica Pumarejo

Columnista
6 agosto, 2018

Señor presidente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
María Angélica Pumarejo

Mañana, cuando Iván Duque asuma la presidencia de la República estaremos frente al presidente de todos los colombianos, legítimo porque su elección viene del país y debemos acompañarlo y exigirle que nos acompañe porque él representa la institucionalidad, a la cual todo es exigible, para que cumpla con el propósito de hacer este país viable, […]


Mañana, cuando Iván Duque asuma la presidencia de la República estaremos frente al presidente de todos los colombianos, legítimo porque su elección viene del país y debemos acompañarlo y exigirle que nos acompañe porque él representa la institucionalidad, a la cual todo es exigible, para que cumpla con el propósito de hacer este país viable, sostenible, sustentable y posible para todos.

La gran fuerza siempre proviene de las comunidades. Allí, incluso en las que parecen no tener voz, deberá el presidente buscar las respuestas. El gobernante debe ahora escuchar justamente para asumir la ejecución de manera certera. Nada será más importante a la hora de tomar decisiones que su capacidad de equilibrar la balanza para que todas las voces puedan ser atendidas. Y para escuchar se necesita silencio. Así que sería bueno que diseñara su agenda diaria con la separación de un par de horas para estar en la soledad de sus pensamientos, donde escuchará sin interferencias.

No podrá resolverlo todo y tendrá que definir en su Plan de Desarrollo los acentos. Lo deseable será que pueda cumplir con esos acentos que, estamos seguros, serán trazados desde el principio esencial del bien común. La escasez de muchos puede ser tal vez uno de los grandes dolores de este país. La imposibilidad de permanecer en estado de dignidad por la imposibilidad de tener lo mínimo. La frustración del talento por la imposibilidad de educarse para moldearlo, definirlo, expresarlo. El freno a la subsistencia diaria por la imposibilidad de herramientas, de una vía para sacar los productos, de un puente.

La enfermedad por la imposibilidad de la atención en hospitales y el acompañamiento con lujo de detalles. Los niños a merced de la calle, las mujeres luchando solas con sus hijos, los muchachos buscando un empleo sin que nadie les dé luz verde, y los que pierden la vida a manos de otros porque no hay manera de que vivamos en paz.

Ojalá señor presidente en el silencio del que le hablo usted pueda traer a la memoria los gestos de los que menos tienen y sus angustias, estoy segura de que será inevitable que tome medidas para cambiar esa condición. Ojalá su pensamiento se cierre en la noche con los miles de niños y jóvenes que son el presente; no los deje para el futuro y promueva la educación como la definición de país. Ojalá honre en la cultura la memoria de nuestra tierra y sus gentes. Ojalá cuide el agua, los animales, las flores, los frutos y el aire. Estoy segura de haberle hablado de todo lo que está en su corazón y que responde a la benevolencia que siempre encontrará en ese silencio.

Por: María Angélica Pumarejo