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Columnista - 18 febrero, 2017

¿Se puede combatir la corrupción?

La paradoja del escándalo de corrupción personificado por los hermanos Nule, tiene que ver con la tesis de grado como Administrador de Empresas de Guido Nule, titulada: ‘Responsabilidad social de los negocios: ética y educación’; Miguel Nule, coequipero del carrusel de la contratación, no se quedó atrás con su máxima y esencia filosófica consideró que […]

La paradoja del escándalo de corrupción personificado por los hermanos Nule, tiene que ver con la tesis de grado como Administrador de Empresas de Guido Nule, titulada: ‘Responsabilidad social de los negocios: ética y educación’; Miguel Nule, coequipero del carrusel de la contratación, no se quedó atrás con su máxima y esencia filosófica consideró que “la corrupción es inherente a la condición humana”, es decir, hay personas genéticamente predispuestas a ser corruptas.

La corrupción en Colombia ha sido indignante desde momentos pretéritos de la emancipación, su recorrido en el pasado reciente hizo tránsito con el nefasto Frente Nacional que corrompió incipientes principios institucionales. Luego con la participación del narcotráfico en procesos electorales quedó demostrada la connivencia del Estado con la ilegalidad, causando un daño aun irreparable en nuestra sociedad. Desde entonces hizo carrera la frase según la cual no hay campañas derrotadas sino a las que se les agotó el dinero.

Los sobornos hechos por Odebrecht, destapados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, puso de presente que la corrupción es de doble vía, estatal y privada, y evidenció que ese mal endémico impide la toma de decisiones justas, desvía los recursos destinados al bienestar público y erosiona la confianza en las personas en el poder.

Colombia es un país exuberante en leyes y manuales en la lucha contra la Corrupción, pero la dinámica en la que se desenvuelve es sofisticada, sus tentáculos se cuelan por el establecimiento institucional dificultando o incluso impidiendo su detección. El país supuso que se abría la caja de pandora con el anuncio del Fiscal Néstor Humberto Martínez, referente al ingreso de un millón de dólares a la campaña Santos presidente, fue un bálsamo efímero con aroma a justicia. Sin embargo, el contexto y jurisdicción de la función judicial fue mediático que terminó en el Consejo Nacional Electoral. En Colombia no hay la mínima posibilidad de saber cuánto se gasta en las campañas políticas.

Aunque se quiera hacer ver lo contrario, no deja de ser curioso que Otto Bula de la cuerda cordobesa del expresidente Uribe, haya manifestado que parte de la coima recibida fue a dar a la campaña Santos. Pese a rumores de pedido de la justicia norteamericana, es capcioso el reversazo dado por el exsenador. Estos hechos bochornosos que ponen a prueba los poderes públicos, son suficientes para que la ciudadanía colombiana comprenda la debilidad de nuestras instituciones y lo podrido de gran parte de su clase dirigente.

La sociedad civil cuenta con herramientas muy usuales en las democracias con integridad para derrotar la corrupción: la rendición de cuentas, gobierno en línea, (e-government), presupuesto participativo y las boletas de calificación ciudadanas.

Las herramientas de control social y los sistemas de información son importantes, pero el estudio del World Forum Economic, devela que la población millennials está llamada a romper el paradigma de la corrupción, por ser más energéticos, por ser menos proclives a participar en redes de nepotismo y por estar más familiarizados con la tecnología. Esto los vuelve un grupo de votantes crucial en los esfuerzos para combatir la corrupción. Si podemos construir comunidades de jóvenes que comprendan la rendición de cuentas, cuando esta generación alcance posiciones de poder, combatir la corrupción será mucho más fácil.

Columnista
18 febrero, 2017

¿Se puede combatir la corrupción?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

La paradoja del escándalo de corrupción personificado por los hermanos Nule, tiene que ver con la tesis de grado como Administrador de Empresas de Guido Nule, titulada: ‘Responsabilidad social de los negocios: ética y educación’; Miguel Nule, coequipero del carrusel de la contratación, no se quedó atrás con su máxima y esencia filosófica consideró que […]


La paradoja del escándalo de corrupción personificado por los hermanos Nule, tiene que ver con la tesis de grado como Administrador de Empresas de Guido Nule, titulada: ‘Responsabilidad social de los negocios: ética y educación’; Miguel Nule, coequipero del carrusel de la contratación, no se quedó atrás con su máxima y esencia filosófica consideró que “la corrupción es inherente a la condición humana”, es decir, hay personas genéticamente predispuestas a ser corruptas.

La corrupción en Colombia ha sido indignante desde momentos pretéritos de la emancipación, su recorrido en el pasado reciente hizo tránsito con el nefasto Frente Nacional que corrompió incipientes principios institucionales. Luego con la participación del narcotráfico en procesos electorales quedó demostrada la connivencia del Estado con la ilegalidad, causando un daño aun irreparable en nuestra sociedad. Desde entonces hizo carrera la frase según la cual no hay campañas derrotadas sino a las que se les agotó el dinero.

Los sobornos hechos por Odebrecht, destapados por el Departamento de Justicia de Estados Unidos, puso de presente que la corrupción es de doble vía, estatal y privada, y evidenció que ese mal endémico impide la toma de decisiones justas, desvía los recursos destinados al bienestar público y erosiona la confianza en las personas en el poder.

Colombia es un país exuberante en leyes y manuales en la lucha contra la Corrupción, pero la dinámica en la que se desenvuelve es sofisticada, sus tentáculos se cuelan por el establecimiento institucional dificultando o incluso impidiendo su detección. El país supuso que se abría la caja de pandora con el anuncio del Fiscal Néstor Humberto Martínez, referente al ingreso de un millón de dólares a la campaña Santos presidente, fue un bálsamo efímero con aroma a justicia. Sin embargo, el contexto y jurisdicción de la función judicial fue mediático que terminó en el Consejo Nacional Electoral. En Colombia no hay la mínima posibilidad de saber cuánto se gasta en las campañas políticas.

Aunque se quiera hacer ver lo contrario, no deja de ser curioso que Otto Bula de la cuerda cordobesa del expresidente Uribe, haya manifestado que parte de la coima recibida fue a dar a la campaña Santos. Pese a rumores de pedido de la justicia norteamericana, es capcioso el reversazo dado por el exsenador. Estos hechos bochornosos que ponen a prueba los poderes públicos, son suficientes para que la ciudadanía colombiana comprenda la debilidad de nuestras instituciones y lo podrido de gran parte de su clase dirigente.

La sociedad civil cuenta con herramientas muy usuales en las democracias con integridad para derrotar la corrupción: la rendición de cuentas, gobierno en línea, (e-government), presupuesto participativo y las boletas de calificación ciudadanas.

Las herramientas de control social y los sistemas de información son importantes, pero el estudio del World Forum Economic, devela que la población millennials está llamada a romper el paradigma de la corrupción, por ser más energéticos, por ser menos proclives a participar en redes de nepotismo y por estar más familiarizados con la tecnología. Esto los vuelve un grupo de votantes crucial en los esfuerzos para combatir la corrupción. Si podemos construir comunidades de jóvenes que comprendan la rendición de cuentas, cuando esta generación alcance posiciones de poder, combatir la corrupción será mucho más fácil.