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Columnista - 14 octubre, 2016

Mi primo José Miguel

Que difícil y duro es esto de despedir un ser querido que parte hacia el más allá, en este caso con seguridad al cielo, porque nuevamente nuestra familia está de luto. Soy testigo permanente y presencial por ser Graciela Aponte mi tía preferida por sus cualidades, de la unidad, el amor y la confianza que […]

Que difícil y duro es esto de despedir un ser querido que parte hacia el más allá, en este caso con seguridad al cielo, porque nuevamente nuestra familia está de luto.

Soy testigo permanente y presencial por ser Graciela Aponte mi tía preferida por sus cualidades, de la unidad, el amor y la confianza que ha existido en la familia Maestre Aponte, donde el trato dulce y afable se da silvestre y la palabra “manito”, entre hermanos, y “primito” entre primos es lo más usual; a la sombra de su casa en el barrio Sicarare de donde no han querido mudarse por querer mucho a su barrio y a sus vecinos, nacieron ocho hijos y se criaron 17 nietos, de los últimos, desde Ricardo el mayor hasta Santiago Alfonso y entre ellos José Miguel, hijo de Miguel Ángel Arroyo y María Cecilia Maestre, a quien hoy nos toca despedir porque partió por decisión de Dios.

Ese que yerto permanece en un ataúd al frente, el mismo que después de 29 años de vida, venciendo adversidades y sufriendo dolores terribles, logró a pesar de sus limitaciones físicas culminar una profesión y se hizo abogado especializado y cuando el futuro le sonreía llegó la sentencia celestial que ordenaba que se fuera para el cielo al lado del Juez Supremo a vivir espléndidamente sin ninguna clase de martirio y allá está, ya lo veo impartiendo órdenes y tuteando al Señor que si no se le avispa lo convertirá en su secretario.

Ahí está el primo José, mi tocayo, jovial e irreverente que nunca se dejó amilanar por sus males físicos que los doblegó y los ignoró, ahí está el hijo amoroso, el familiar inigualable y amigo excepcional que hace tres días entregó su alma al Creador y nos dejó llenos de tristeza y de dolor. Como nos duele su partida.

Miguel Ángel y María Cecilia, Dios así como quita da y sabe lo que hace y por qué lo hace, se acabaron los desvelos, los afanes, las penurias, los sufrimientos, los dolores y todo ese rosario de penalidades que durante 29 años seguidos soportaron con estoicidad y cariño, todo eso se acabó, se lo llevó José Miguel y les queda un dolor terrible por su partida, traten de aliviarlo volcando todas sus energías en ese otro retoño que también Dios les dio, Wilson Andrés, él es el bálsamo que los aliviará, no lo duden y no escatimen esfuerzos para hacerlo un médico como el desea y como se lo decía a su hermano José, ese es el premio que Dios les da hoy.

Gracias a la Tercera Comunidad Neocatecumenal de la Iglesia del Carmen, dirigida por el buen amigo José Romero Henríquez y Andrés Guerra que desde ayer le han rendido tributos y reconocimientos a uno de sus miembros más queridos, porque es lo que he visto en sus rostros: dolor por la partida de un ser querido, gracias también a Luz, su luz cariñosa y dulce, su novia que supo comprenderlo, tratarlo y darle mucho amor.

Gracias a todas las personas que conforman el grupo familiar del primo que se fue, gracias a los amigos, gracias a todos por su presencia y acompañamiento.

Y por último, primo querido, mi primito, feliz estarás por el reencuentro con tus abuelos Francisco y Goyo, te ruego darle un abrazo muy estrecho a mi inolvidable y queridísimo hijo Hernando José, mi Makor del alma. Hasta luego José Miguel, adiós José, chao primo, nunca te olvidaremos primito.

Columnista
14 octubre, 2016

Mi primo José Miguel

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Que difícil y duro es esto de despedir un ser querido que parte hacia el más allá, en este caso con seguridad al cielo, porque nuevamente nuestra familia está de luto. Soy testigo permanente y presencial por ser Graciela Aponte mi tía preferida por sus cualidades, de la unidad, el amor y la confianza que […]


Que difícil y duro es esto de despedir un ser querido que parte hacia el más allá, en este caso con seguridad al cielo, porque nuevamente nuestra familia está de luto.

Soy testigo permanente y presencial por ser Graciela Aponte mi tía preferida por sus cualidades, de la unidad, el amor y la confianza que ha existido en la familia Maestre Aponte, donde el trato dulce y afable se da silvestre y la palabra “manito”, entre hermanos, y “primito” entre primos es lo más usual; a la sombra de su casa en el barrio Sicarare de donde no han querido mudarse por querer mucho a su barrio y a sus vecinos, nacieron ocho hijos y se criaron 17 nietos, de los últimos, desde Ricardo el mayor hasta Santiago Alfonso y entre ellos José Miguel, hijo de Miguel Ángel Arroyo y María Cecilia Maestre, a quien hoy nos toca despedir porque partió por decisión de Dios.

Ese que yerto permanece en un ataúd al frente, el mismo que después de 29 años de vida, venciendo adversidades y sufriendo dolores terribles, logró a pesar de sus limitaciones físicas culminar una profesión y se hizo abogado especializado y cuando el futuro le sonreía llegó la sentencia celestial que ordenaba que se fuera para el cielo al lado del Juez Supremo a vivir espléndidamente sin ninguna clase de martirio y allá está, ya lo veo impartiendo órdenes y tuteando al Señor que si no se le avispa lo convertirá en su secretario.

Ahí está el primo José, mi tocayo, jovial e irreverente que nunca se dejó amilanar por sus males físicos que los doblegó y los ignoró, ahí está el hijo amoroso, el familiar inigualable y amigo excepcional que hace tres días entregó su alma al Creador y nos dejó llenos de tristeza y de dolor. Como nos duele su partida.

Miguel Ángel y María Cecilia, Dios así como quita da y sabe lo que hace y por qué lo hace, se acabaron los desvelos, los afanes, las penurias, los sufrimientos, los dolores y todo ese rosario de penalidades que durante 29 años seguidos soportaron con estoicidad y cariño, todo eso se acabó, se lo llevó José Miguel y les queda un dolor terrible por su partida, traten de aliviarlo volcando todas sus energías en ese otro retoño que también Dios les dio, Wilson Andrés, él es el bálsamo que los aliviará, no lo duden y no escatimen esfuerzos para hacerlo un médico como el desea y como se lo decía a su hermano José, ese es el premio que Dios les da hoy.

Gracias a la Tercera Comunidad Neocatecumenal de la Iglesia del Carmen, dirigida por el buen amigo José Romero Henríquez y Andrés Guerra que desde ayer le han rendido tributos y reconocimientos a uno de sus miembros más queridos, porque es lo que he visto en sus rostros: dolor por la partida de un ser querido, gracias también a Luz, su luz cariñosa y dulce, su novia que supo comprenderlo, tratarlo y darle mucho amor.

Gracias a todas las personas que conforman el grupo familiar del primo que se fue, gracias a los amigos, gracias a todos por su presencia y acompañamiento.

Y por último, primo querido, mi primito, feliz estarás por el reencuentro con tus abuelos Francisco y Goyo, te ruego darle un abrazo muy estrecho a mi inolvidable y queridísimo hijo Hernando José, mi Makor del alma. Hasta luego José Miguel, adiós José, chao primo, nunca te olvidaremos primito.