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Columnista - 29 octubre, 2016

Y el pobre en su choza, libertad pidió

Titulo mi columna con un aparte del hermoso himno nacional de la hermana república de Venezuela, con cuyas bellas notas musicales crecí, diariamente lo escuchaba por RCTV (Radio Caracas Televisión), el canal que más veíamos los vallenatos pues nuestras antenas captaban nítidamente su señal, siendo su programación mejor que la colombiana (sin el ánimo de […]

Titulo mi columna con un aparte del hermoso himno nacional de la hermana república de Venezuela, con cuyas bellas notas musicales crecí, diariamente lo escuchaba por RCTV (Radio Caracas Televisión), el canal que más veíamos los vallenatos pues nuestras antenas captaban nítidamente su señal, siendo su programación mejor que la colombiana (sin el ánimo de demeritarla) o al menos con más afinidad con nuestro gusto infantil y posteriormente adolescente.

No solamente crecimos viendo la programación de Radio Caracas y de Venevisión, sino que además nos alimentamos con muchos de los productos que del vecino país entraban de contrabando, algunos originalmente venezolanos y otros simplemente producidos allá, pero de marcas de otras latitudes: Harina Pan, Maltín Polar, malta Caracas, Diablitos Underwood, margarina Mavesa, Rica Deli, Chicha de Arroz Polly, Toddy, salchichas Plumrose, mayonesa y ensaladas enlatadas Heinz, Kool-Aid, entre otras muchas otras marcas, los cuales hoy han dejado de existir por la crisis a todo nivel que en la hermana república Bolivariana se está viviendo, no quiero hablar de culpables e inocentes y tampoco voy a negar que muchos colombianos de una u otra forma nos beneficiamos legal e ilegalmente de la economía venezolana, una gran cantidad de compatriotas viajaban al vecino país a buscar oportunidades laborales, algunos trabajaban honradamente otros no tanto, recordemos el tristemente célebre “boom” de los carros venezolanos robados, para ensamblarlos o montarlos sobre chasises de carros colombianos que estaban chocados o dañados, no culpemos del todo a los compatriotas pues también venezolanos se asociaban con las bandas de jaladores colombianos.

También recordemos la cantidad de mujeres que viajaban al vecino país a trabajar como empleadas domésticas, o todas las personas que migraban para laborar en alguna de las multinacionales que otrora abundaban en el país bolivariano o también a rebuscarse en el comercio, cuando la economía estaba robustecida y allá había oportunidades para todos.

Lo que hoy día estamos viviendo los colombianos ante la oleada de inmigrantes venezolanos, es muy similar a lo que ellos vivieron décadas atrás con nosotros, resulta increíble la cantidad de mano de obra venezolana que están contratando, la mayoría de manera ilegal, he visto pizzeros, mototaxistas, manicuristas, jardineros, empleadas de servicio, lavadores de carro, prostitutas, mecánicos, albañiles, meseros y meseras, técnicos de celulares, vendedores de todo lo habido y por haber, en su mayoría gente buena que viene a ganarse el pan con el sudor de sus frentes, pero no todo es color de rosa pues también los delincuentes han venido en busca de un “mejor porvenir”.

Lo más grave del asunto es que los que están trabajando honradamente están viendo sus nombres enlodados por los malhechores que han venido a pescar en rio revuelto, además los decentes y honestos están siendo explotados por personas inescrupulosas, les pagan mucho menos que a los colombianos y además no cuentan con ningún tipo de seguridad o prestaciones sociales y mucho menos horas extras, esto viola todos los derechos laborales y además coloca en desventaja a la mano de obra local, no estoy en desacuerdo con que los venezolanos trabajen honradamente en nuestro país, por el contrario me alegra, lo que si no concibo ni comparto es que regalen su trabajo, perjudicando a mis compatriotas que también necesitan, esta situación a la larga no es culpa de ellos, pues las circunstancias prácticamente les obligan a tomar ese proceder, situación que aprovechan los avivatos y explotadores. Razón tenía mi abuelo cuando decía: “…La primera independencia es la económica”.

Dios quiera que la economía de Venezuela mejore y la libertad que el pobre en su choza pidió, por fin se le otorgue.

Columnista
29 octubre, 2016

Y el pobre en su choza, libertad pidió

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Titulo mi columna con un aparte del hermoso himno nacional de la hermana república de Venezuela, con cuyas bellas notas musicales crecí, diariamente lo escuchaba por RCTV (Radio Caracas Televisión), el canal que más veíamos los vallenatos pues nuestras antenas captaban nítidamente su señal, siendo su programación mejor que la colombiana (sin el ánimo de […]


Titulo mi columna con un aparte del hermoso himno nacional de la hermana república de Venezuela, con cuyas bellas notas musicales crecí, diariamente lo escuchaba por RCTV (Radio Caracas Televisión), el canal que más veíamos los vallenatos pues nuestras antenas captaban nítidamente su señal, siendo su programación mejor que la colombiana (sin el ánimo de demeritarla) o al menos con más afinidad con nuestro gusto infantil y posteriormente adolescente.

No solamente crecimos viendo la programación de Radio Caracas y de Venevisión, sino que además nos alimentamos con muchos de los productos que del vecino país entraban de contrabando, algunos originalmente venezolanos y otros simplemente producidos allá, pero de marcas de otras latitudes: Harina Pan, Maltín Polar, malta Caracas, Diablitos Underwood, margarina Mavesa, Rica Deli, Chicha de Arroz Polly, Toddy, salchichas Plumrose, mayonesa y ensaladas enlatadas Heinz, Kool-Aid, entre otras muchas otras marcas, los cuales hoy han dejado de existir por la crisis a todo nivel que en la hermana república Bolivariana se está viviendo, no quiero hablar de culpables e inocentes y tampoco voy a negar que muchos colombianos de una u otra forma nos beneficiamos legal e ilegalmente de la economía venezolana, una gran cantidad de compatriotas viajaban al vecino país a buscar oportunidades laborales, algunos trabajaban honradamente otros no tanto, recordemos el tristemente célebre “boom” de los carros venezolanos robados, para ensamblarlos o montarlos sobre chasises de carros colombianos que estaban chocados o dañados, no culpemos del todo a los compatriotas pues también venezolanos se asociaban con las bandas de jaladores colombianos.

También recordemos la cantidad de mujeres que viajaban al vecino país a trabajar como empleadas domésticas, o todas las personas que migraban para laborar en alguna de las multinacionales que otrora abundaban en el país bolivariano o también a rebuscarse en el comercio, cuando la economía estaba robustecida y allá había oportunidades para todos.

Lo que hoy día estamos viviendo los colombianos ante la oleada de inmigrantes venezolanos, es muy similar a lo que ellos vivieron décadas atrás con nosotros, resulta increíble la cantidad de mano de obra venezolana que están contratando, la mayoría de manera ilegal, he visto pizzeros, mototaxistas, manicuristas, jardineros, empleadas de servicio, lavadores de carro, prostitutas, mecánicos, albañiles, meseros y meseras, técnicos de celulares, vendedores de todo lo habido y por haber, en su mayoría gente buena que viene a ganarse el pan con el sudor de sus frentes, pero no todo es color de rosa pues también los delincuentes han venido en busca de un “mejor porvenir”.

Lo más grave del asunto es que los que están trabajando honradamente están viendo sus nombres enlodados por los malhechores que han venido a pescar en rio revuelto, además los decentes y honestos están siendo explotados por personas inescrupulosas, les pagan mucho menos que a los colombianos y además no cuentan con ningún tipo de seguridad o prestaciones sociales y mucho menos horas extras, esto viola todos los derechos laborales y además coloca en desventaja a la mano de obra local, no estoy en desacuerdo con que los venezolanos trabajen honradamente en nuestro país, por el contrario me alegra, lo que si no concibo ni comparto es que regalen su trabajo, perjudicando a mis compatriotas que también necesitan, esta situación a la larga no es culpa de ellos, pues las circunstancias prácticamente les obligan a tomar ese proceder, situación que aprovechan los avivatos y explotadores. Razón tenía mi abuelo cuando decía: “…La primera independencia es la económica”.

Dios quiera que la economía de Venezuela mejore y la libertad que el pobre en su choza pidió, por fin se le otorgue.