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Columnista - 5 marzo, 2017

Personajes míticos, parcelas electorales y restitución de derechos

Uno de los retos que tendrá el país al entrar en la etapa del posconflicto está referido a la restitución de derechos vulnerados por el conflicto. Sin embargo, de la noche a la mañana nos dimos cuenta que la corrupción era el peor enemigo de la sociedad; para mí la corrupción y el método del […]

Uno de los retos que tendrá el país al entrar en la etapa del posconflicto está referido a la restitución de derechos vulnerados por el conflicto. Sin embargo, de la noche a la mañana nos dimos cuenta que la corrupción era el peor enemigo de la sociedad; para mí la corrupción y el método del fin justifica los medios, son los factores que más vulneran los derechos.

Recuerdo que hubo un gobierno que se atrevió a establecer como foco de su plan de desarrollo la restitución de derechos, a éste se le tildó como un gobierno de intangibles. Luego por los avatares de la democracia se cambió este por un modelo intensivo en inversión de infraestructura, ocho años después hay quienes critican este modelo porque no ha sido contundente, debido a que se ha invertido en obras cuyo costo-beneficio no se equipara con los resultados obtenidos, no se ha logrado reducir las brechas de la desigualdad y pobreza.

Al respecto, concuerdo con la voces que plantean que se requiere mayor conciencia sobre el uso de los recursos públicos como mecanismo expedito para restituir derechos, para ello se hace necesario mejorar los niveles de control social mediante la evaluación documentada de resultados, reduciendo el rumor y la suposición.

Así las cosas, sigo en la hipótesis que el Cesar para salir del círculo vicioso requiere: 1. Que los gobiernos de turno adquieran la cultura de evaluar sus ejecutorias y condensarlas en indicadores consistentes; 2. Que la oposición construya un accionar basado en la evidencia analítica de resultados y menos rumorología; 3. Una sociedad que alimente el control social con cifras y datos, reduciendo la construcción de imaginarios sociales creadores de personajes míticos. Sobre este planteamiento soy consciente que esto no se logra de la noche a la mañana y se requiere de construir consensos sobre los disensos.

Creo que utilizar esta columna para personalizar el análisis entre el grupo dominante y el grupo de oposición es seguir en el juego de mitificaciones. También es claro que con este accionar aceptamos aquello que planteó Maquiavelo en su libro El Príncipe: “La gente vive bajo dos tipos de gobierno: Ya sean ciudadanos de un Estado libre, como en una república, o súbditos de un principado, como en una autocracia”.

Ese planteamiento de Maquiavelo es una realidad en nuestro sistema político, donde un líder puede obtener el dominio absoluto por herencia (delfines) o por la obtención de nuevos territorios a base de poder económico. En estas circunstancias seguimos en las mismas trampas de la pobreza, con esquemas de gobiernos basados en feudos o parcelas electorales y los derechos siguen ahí, cada vez más vulnerados.

Por Roberto Carlos Núñez

Columnista
5 marzo, 2017

Personajes míticos, parcelas electorales y restitución de derechos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Roberto Carlos Núñez Vega

Uno de los retos que tendrá el país al entrar en la etapa del posconflicto está referido a la restitución de derechos vulnerados por el conflicto. Sin embargo, de la noche a la mañana nos dimos cuenta que la corrupción era el peor enemigo de la sociedad; para mí la corrupción y el método del […]


Uno de los retos que tendrá el país al entrar en la etapa del posconflicto está referido a la restitución de derechos vulnerados por el conflicto. Sin embargo, de la noche a la mañana nos dimos cuenta que la corrupción era el peor enemigo de la sociedad; para mí la corrupción y el método del fin justifica los medios, son los factores que más vulneran los derechos.

Recuerdo que hubo un gobierno que se atrevió a establecer como foco de su plan de desarrollo la restitución de derechos, a éste se le tildó como un gobierno de intangibles. Luego por los avatares de la democracia se cambió este por un modelo intensivo en inversión de infraestructura, ocho años después hay quienes critican este modelo porque no ha sido contundente, debido a que se ha invertido en obras cuyo costo-beneficio no se equipara con los resultados obtenidos, no se ha logrado reducir las brechas de la desigualdad y pobreza.

Al respecto, concuerdo con la voces que plantean que se requiere mayor conciencia sobre el uso de los recursos públicos como mecanismo expedito para restituir derechos, para ello se hace necesario mejorar los niveles de control social mediante la evaluación documentada de resultados, reduciendo el rumor y la suposición.

Así las cosas, sigo en la hipótesis que el Cesar para salir del círculo vicioso requiere: 1. Que los gobiernos de turno adquieran la cultura de evaluar sus ejecutorias y condensarlas en indicadores consistentes; 2. Que la oposición construya un accionar basado en la evidencia analítica de resultados y menos rumorología; 3. Una sociedad que alimente el control social con cifras y datos, reduciendo la construcción de imaginarios sociales creadores de personajes míticos. Sobre este planteamiento soy consciente que esto no se logra de la noche a la mañana y se requiere de construir consensos sobre los disensos.

Creo que utilizar esta columna para personalizar el análisis entre el grupo dominante y el grupo de oposición es seguir en el juego de mitificaciones. También es claro que con este accionar aceptamos aquello que planteó Maquiavelo en su libro El Príncipe: “La gente vive bajo dos tipos de gobierno: Ya sean ciudadanos de un Estado libre, como en una república, o súbditos de un principado, como en una autocracia”.

Ese planteamiento de Maquiavelo es una realidad en nuestro sistema político, donde un líder puede obtener el dominio absoluto por herencia (delfines) o por la obtención de nuevos territorios a base de poder económico. En estas circunstancias seguimos en las mismas trampas de la pobreza, con esquemas de gobiernos basados en feudos o parcelas electorales y los derechos siguen ahí, cada vez más vulnerados.

Por Roberto Carlos Núñez