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Columnista - 5 abril, 2017

Hemos perdido la virtud de la decencia

Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace […]

Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace mala la gente.

La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas, todos aspiramos a vivir en una casa decente, a tener un ingreso decente, a enviar a nuestros hijos a un colegio decente, a vivir entre gente decente. Esto último para muchos vallenatos puede tener una connotación clasista o elitista, pero se equivocan: la decencia no reconoce clases y sin duda, hay más decencia en los estratos bajos que en los altos.

Y por supuesto, todos aspiramos a morir decentemente. Es, pues, un concepto algo abstracto.

La decencia personal no sólo tiene que ver con los cánones mínimos de comportamiento que exige una sociedad en un momento dado; tiene que ver también con ciertos rasgos básicos del carácter, como la honestidad, la integridad o un sentido de lo que es justo y equitativo.

Ser decente (perdón por la indecencia) no cuesta un c…, dicen por ahí. Pero si cuesta. La presión para que actuemos de manera indecente a través de la vida, es constante y permanente.

Parte importante de la decencia se adquiere en un buen hogar, pero se pierde con las malas compañías. La codicia, los celos y el egoísmo son enemigos de la decencia. Y cada hogar le pone su propio umbral.

Tratar de mantener esos umbrales con los hijos de hoy en este mundo no debe ser tarea fácil. Con el internet y celular están a tan sólo una tecla de lo más indecente, cuando no aberrante y pornográfico.

De manera que un buen propósito es encontrar el coraje suficiente que nos permita ser un poco más decentes.

Para que todos podamos vivir una vida más decente en un país asimismo un tantico más decente. Lástima que el espacio no me da para tratar otro temita importante como regalo para los niños vallenatos, como lo es el carácter.

La educación moral de los niños es precisamente para darles carácter, para enseñarles a tomar decisiones correctas, basadas en sólidos principios que les permitan distinguir claramente entre lo que está bien y lo que está mal. En otra ocasión trataré este tema.

Como es mi costumbre, trataré otros temitas: me da mucha pena con el Concejo Municipal pero tengo que jalarle las orejas, pues se están oponiendo sin razón a sabotearle algunos proyectos de gran importancia presentados por nuestro buen alcalde Augusto Ramírez Uhía que está lleno de buenas intenciones para nuestra ciudad (entre ellos la pintura de las fachadas en el centro histórico). Me da mucha pena con las autoridades de tránsito y ambientales que no toman cartas en el asunto del ruido excesivo de las porquerías de motocicletas. Estas deben ser retenidas y exigirles que usen los exostos originales, so pena de no poder transitar en las vías públicas. Me da mucha pena solicitarles a las autoridades de tránsito que les exijan a los ciclistas (de moda), respeto por las normas, la disciplina y los derechos por los demás. Aplausos al secretario de obras, Juan Pablo Morón, por su labor.

POSTDATA: Por no tener la información de rendición de cuentas por parte de la directora del SIVA (Sistema Estratégico de Transporte Público), Dra. Katrizza Morelli, no podré hacerle ningún comentario.

Por Alberto Herazo Palmera

 

Columnista
5 abril, 2017

Hemos perdido la virtud de la decencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Alberto Herazo P.

Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace […]


Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, como en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace mala la gente.

La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas, todos aspiramos a vivir en una casa decente, a tener un ingreso decente, a enviar a nuestros hijos a un colegio decente, a vivir entre gente decente. Esto último para muchos vallenatos puede tener una connotación clasista o elitista, pero se equivocan: la decencia no reconoce clases y sin duda, hay más decencia en los estratos bajos que en los altos.

Y por supuesto, todos aspiramos a morir decentemente. Es, pues, un concepto algo abstracto.

La decencia personal no sólo tiene que ver con los cánones mínimos de comportamiento que exige una sociedad en un momento dado; tiene que ver también con ciertos rasgos básicos del carácter, como la honestidad, la integridad o un sentido de lo que es justo y equitativo.

Ser decente (perdón por la indecencia) no cuesta un c…, dicen por ahí. Pero si cuesta. La presión para que actuemos de manera indecente a través de la vida, es constante y permanente.

Parte importante de la decencia se adquiere en un buen hogar, pero se pierde con las malas compañías. La codicia, los celos y el egoísmo son enemigos de la decencia. Y cada hogar le pone su propio umbral.

Tratar de mantener esos umbrales con los hijos de hoy en este mundo no debe ser tarea fácil. Con el internet y celular están a tan sólo una tecla de lo más indecente, cuando no aberrante y pornográfico.

De manera que un buen propósito es encontrar el coraje suficiente que nos permita ser un poco más decentes.

Para que todos podamos vivir una vida más decente en un país asimismo un tantico más decente. Lástima que el espacio no me da para tratar otro temita importante como regalo para los niños vallenatos, como lo es el carácter.

La educación moral de los niños es precisamente para darles carácter, para enseñarles a tomar decisiones correctas, basadas en sólidos principios que les permitan distinguir claramente entre lo que está bien y lo que está mal. En otra ocasión trataré este tema.

Como es mi costumbre, trataré otros temitas: me da mucha pena con el Concejo Municipal pero tengo que jalarle las orejas, pues se están oponiendo sin razón a sabotearle algunos proyectos de gran importancia presentados por nuestro buen alcalde Augusto Ramírez Uhía que está lleno de buenas intenciones para nuestra ciudad (entre ellos la pintura de las fachadas en el centro histórico). Me da mucha pena con las autoridades de tránsito y ambientales que no toman cartas en el asunto del ruido excesivo de las porquerías de motocicletas. Estas deben ser retenidas y exigirles que usen los exostos originales, so pena de no poder transitar en las vías públicas. Me da mucha pena solicitarles a las autoridades de tránsito que les exijan a los ciclistas (de moda), respeto por las normas, la disciplina y los derechos por los demás. Aplausos al secretario de obras, Juan Pablo Morón, por su labor.

POSTDATA: Por no tener la información de rendición de cuentas por parte de la directora del SIVA (Sistema Estratégico de Transporte Público), Dra. Katrizza Morelli, no podré hacerle ningún comentario.

Por Alberto Herazo Palmera