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Columnista - 3 noviembre, 2010

No hay mal que por bien no venga

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres El tema de las regalías  ha puesto al país entero, sobre todo al país político, a girar sobre un mismo eje temático, a favor o en contra del proyecto de enmienda constitucional presentado a consideración del congreso por el gobierno nacional para reformar el manejo y la distribución de […]

ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

El tema de las regalías  ha puesto al país entero, sobre todo al país político, a girar sobre un mismo eje temático, a favor o en contra del proyecto de enmienda constitucional presentado a consideración del congreso por el gobierno nacional para reformar el manejo y la distribución de las regalías.

Pocos son los que osarían apostarle al hundimiento del proyecto: es tan poderosa la maquinaria del ejecutivo, tan veleidoso y permeable el Congreso, y hay tanto para engrasarla, que pocos estoicos saldrán incólumes de tales desmedidos embates. Pero importa adelantar el debate, sino para echar por tierra las motivaciones gubernamentales, si para develar la causa verdadera, la voraz catadura centralista del régimen, que no se resigna a perder espacio y preeminencia.

La iniciativa hace parte del proceso revisionista de la constitución de 1991, preñada con el concepto de región, con la virtualidad de ponerle dientes al atribuirle autonomía para el manejo de los recursos proveniente de las regalías; porque autonomía funcional sin recursos para hacerla efectiva no es más que un saludo a la bandera.

En últimas, la pretendida redistribución de las regalías, arrebatándole su manejo a los entes territoriales donde yacen, no es más que la estocada final de un proceso de vieja data. A decir verdad, la tan cacareada autonomía ha quedado en embeleco; pocas son las ‘funciones autónomas’ de los entes territoriales; casi todo está reglado desde Bogotá:
– En qué, cómo y cuánto debe destinarse para cada sector vital, incluyendo indicadores de gestión y resultados.
– Al  DNP y el Minhacienda debe rendírseles  reverencia y obsecuencia para obtener su visto bueno para inversión;
– Muchas han sido las oficinas seccionales suprimidas o fusionadas con otras ‘centrales’, con perjuicio de la provincia;
– Dizque por economía de escala todas las compras de útiles y elementos varios para el funcionamiento de las oficinas se centralizan en Bogotá, negándosele al comercio local la oportunidad de crecimiento.

Tanta es la mutilación que la autonomía se desnaturaliza.  En lo sucesivo, y no por llovido hay que dejar de mojar, volveremos mansitos, con carpeta debajo del brazo, a patinar en Bogotá todas las iniciativas de inversión que tengan los entes territoriales.

Graves son las consecuencias para el Cesar, y de tres índoles: (I) la ya mencionada, pérdida de autonomía (dependencia del nivel central). (II) Cuántas necesidades básicas están aún por satisfacer: En vías, en educación, en salud, en movilidad, etc. etc. Con la abundancia no fuimos capaces de satisfacerla, ¿qué tal sin ella? (III) lo principal: los inmensos daños ambientales, de salud pública, de vías, de prostitución, los socavones, las corrientes hídricas desviadas o cerradas, las áreas sustraídas a la agricultura y ganadería, los desplazamientos forzosos, ¿quién carajo nos compensa esos inmensos daños?

Ah! Que esa abundancia sólo generó corrupción…!  Cierto, y ni siquiera nos consuela que la corrupción se da silvestre en todo el país, ni tampoco que ella fue posible por la connivencia de las organizaciones de control, incluida la comunidad. Pero ese argumento es peregrino y no podría servir de mampara para cometer un acto de felonía.

Por eso es que los pueblos se insubordinan, por creerlos majaderos y por creer que su conformismo tolera cuanta bellaquería se les ocurra a los mandamases de turno. Pero no hay mal que por bien no venga: En buena hora el Cesar tiene una bandera para unirse, para despercudirse y para fijar unidad de horizontes.

Sin duda, muchos dirigentes cesarenses pueden salir a reivindicar las palmas por  los intentos halagüeños de despertar y cohesionar al pueblo cesarense. La Asamblea Departamental se ha abanderado de esa cruzada titánica, lo mismo el gobernador del Cesar, que ha sabido encarnarnos y defendernos cual gladiador. Las palmas también para nuestros parlamentarios, a quienes les ha tocado batirse con sus propios partidos sometidos a la camisa de fuerza de la ley de bancada, pero sobre todo al senador Félix Valera, que aún enjaquimado se encabrita para defender con decoro los intereses regionales. Reprochable la defección miope del alcalde de Valledupar…

Columnista
3 noviembre, 2010

No hay mal que por bien no venga

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dickson E. Quiroz Torres

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres El tema de las regalías  ha puesto al país entero, sobre todo al país político, a girar sobre un mismo eje temático, a favor o en contra del proyecto de enmienda constitucional presentado a consideración del congreso por el gobierno nacional para reformar el manejo y la distribución de […]


ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres

El tema de las regalías  ha puesto al país entero, sobre todo al país político, a girar sobre un mismo eje temático, a favor o en contra del proyecto de enmienda constitucional presentado a consideración del congreso por el gobierno nacional para reformar el manejo y la distribución de las regalías.

Pocos son los que osarían apostarle al hundimiento del proyecto: es tan poderosa la maquinaria del ejecutivo, tan veleidoso y permeable el Congreso, y hay tanto para engrasarla, que pocos estoicos saldrán incólumes de tales desmedidos embates. Pero importa adelantar el debate, sino para echar por tierra las motivaciones gubernamentales, si para develar la causa verdadera, la voraz catadura centralista del régimen, que no se resigna a perder espacio y preeminencia.

La iniciativa hace parte del proceso revisionista de la constitución de 1991, preñada con el concepto de región, con la virtualidad de ponerle dientes al atribuirle autonomía para el manejo de los recursos proveniente de las regalías; porque autonomía funcional sin recursos para hacerla efectiva no es más que un saludo a la bandera.

En últimas, la pretendida redistribución de las regalías, arrebatándole su manejo a los entes territoriales donde yacen, no es más que la estocada final de un proceso de vieja data. A decir verdad, la tan cacareada autonomía ha quedado en embeleco; pocas son las ‘funciones autónomas’ de los entes territoriales; casi todo está reglado desde Bogotá:
– En qué, cómo y cuánto debe destinarse para cada sector vital, incluyendo indicadores de gestión y resultados.
– Al  DNP y el Minhacienda debe rendírseles  reverencia y obsecuencia para obtener su visto bueno para inversión;
– Muchas han sido las oficinas seccionales suprimidas o fusionadas con otras ‘centrales’, con perjuicio de la provincia;
– Dizque por economía de escala todas las compras de útiles y elementos varios para el funcionamiento de las oficinas se centralizan en Bogotá, negándosele al comercio local la oportunidad de crecimiento.

Tanta es la mutilación que la autonomía se desnaturaliza.  En lo sucesivo, y no por llovido hay que dejar de mojar, volveremos mansitos, con carpeta debajo del brazo, a patinar en Bogotá todas las iniciativas de inversión que tengan los entes territoriales.

Graves son las consecuencias para el Cesar, y de tres índoles: (I) la ya mencionada, pérdida de autonomía (dependencia del nivel central). (II) Cuántas necesidades básicas están aún por satisfacer: En vías, en educación, en salud, en movilidad, etc. etc. Con la abundancia no fuimos capaces de satisfacerla, ¿qué tal sin ella? (III) lo principal: los inmensos daños ambientales, de salud pública, de vías, de prostitución, los socavones, las corrientes hídricas desviadas o cerradas, las áreas sustraídas a la agricultura y ganadería, los desplazamientos forzosos, ¿quién carajo nos compensa esos inmensos daños?

Ah! Que esa abundancia sólo generó corrupción…!  Cierto, y ni siquiera nos consuela que la corrupción se da silvestre en todo el país, ni tampoco que ella fue posible por la connivencia de las organizaciones de control, incluida la comunidad. Pero ese argumento es peregrino y no podría servir de mampara para cometer un acto de felonía.

Por eso es que los pueblos se insubordinan, por creerlos majaderos y por creer que su conformismo tolera cuanta bellaquería se les ocurra a los mandamases de turno. Pero no hay mal que por bien no venga: En buena hora el Cesar tiene una bandera para unirse, para despercudirse y para fijar unidad de horizontes.

Sin duda, muchos dirigentes cesarenses pueden salir a reivindicar las palmas por  los intentos halagüeños de despertar y cohesionar al pueblo cesarense. La Asamblea Departamental se ha abanderado de esa cruzada titánica, lo mismo el gobernador del Cesar, que ha sabido encarnarnos y defendernos cual gladiador. Las palmas también para nuestros parlamentarios, a quienes les ha tocado batirse con sus propios partidos sometidos a la camisa de fuerza de la ley de bancada, pero sobre todo al senador Félix Valera, que aún enjaquimado se encabrita para defender con decoro los intereses regionales. Reprochable la defección miope del alcalde de Valledupar…