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Columnista - 10 diciembre, 2017

Navidad nostalgia y alegría

“Ya llegó diciembre, ya llegó la navidad, en el año nuevo te deseo felicidad”. Evidentemente estamos ya inmersos en la fiesta más bonita del mundo como lo dice en el aparte preliminarmente transcrito Gilberto Torres en su canción titulada ‘Llegó diciembre’, que dio a conocer a sus seguidores en el año 1973, y con ella […]

“Ya llegó diciembre, ya llegó la navidad, en el año nuevo te deseo felicidad”.
Evidentemente estamos ya inmersos en la fiesta más bonita del mundo como lo dice en el aparte preliminarmente transcrito Gilberto Torres en su canción titulada ‘Llegó diciembre’, que dio a conocer a sus seguidores en el año 1973, y con ella iniciamos la primera de mis crónicas sobre la navidad que se habrán de publicar durante el presente mes.

Son los días de navidad junto a la Semana Santa los que más me gustan, los que más disfruto, de los que conservo mis mejores recuerdos y evocan mis tiempos de muchacho cuando era feliz en mi pueblo al lado de mis viejos, pero no lo sabía, ahora entiendo mejor a Camilo Namen Rapalino cuando en la canción titulada ‘Recordando mi niñez’ dice que “Bonita es la vida cuando uno está niño y cuando está muy niño quiere crecer ligero”, hoy cambiaria muchas cosas por volver a deleitarme escuchando las larguísimas historias que nos contaba ‘Babo’, mi abuelo, en las primas noches en el salón de mi casa, por volver a ver mi casa llena de gente pidiéndole consejos, ayuda y orientación a mi padre y esa época cuando iba a la escuela pero con la condición que mi vieja le enviara a mi profesora un papelito diciéndole que “cuidado me iba a pegar” porque el nene de la casa era nervioso.

Añoramos el olor de la borra de café en las primas noches y al amanecer, las frías mañanitas decembrinas cuando despertábamos con el canto de los gallos y los pájaros y sentíamos el olor antojador de las arepuelas que Bertha Pinto fritaba diagonal a mi casa de donde venían las mías que comíamos con guarapillo de café y voraz apetito para “aguantar” hasta la hora del desayuno.

Desde cuando comenzaba el último mes del calendario toda la gente del pueblo parecía contenta, cualquier motivo era suficiente para que hicieran bailes para los niños y “para los grandes”, estos se realizaban en salones con cubierta de palma amarga, y el cobro lo hacían mientras las parejas bailaban, eran interrumpidas por la organizadora que siempre era alguna mujer quien anotaba a los bailadores que iban pagando y a los que faltaban y quien no tenía platica debía suspender la bailada y abandonar la pista, recuerdo un diciembre cuando tenía siete años aproximadamente y me mandaron a hacer un mandado y en el camino encontré un bailecito y entre a bailar sin preguntar cómo era la vaina y cuando Eduvilia la dueña de la fiesta se me acercó con el cuaderno a cobrarme porque la entrada era pagando, le dije que me esperara mientras iba a cambiar una moneda y se las pedí prestadas a tío conejo y me perdí y no volví a aparecer apenado con mi pareja, no le di tiempo que me dijera que tenía como darme vueltos, andaba más limpio que el culito de un chivo, cuando me di cuenta que estaba en el lugar equivocado sentí una vaina fría que recorrió todo mi cuerpo, menos mal que se me ocurrió esa genialidad, me quedó el consuelo que alcancé a bailar ‘El mosquito’, una canción cubana de Celina y Reutilio, de Cuba, que estaba de moda, que se bailaba sudando y brincando, imposible olvidar que cuando conté lo que me sucedió a mi vieja allí estaba don Jacobo Amaya, un amigo de ella de Cotoprix quien desde entonces me dice “El hombre del mosquitero”.

Ya los días de diciembre no huelen igual, extraño el olor de mi casa, del triquitraqui y los torpedos que ni envenenaban a los niños ni quemaban a nadie, claro los primeros a veces se pegaban en la punta de las uñas cuando se rasgaban en las paredes, las chispitas mariposas iluminaban nuestras noches a falta de energía eléctrica cuando la luna permanecía misteriosa y oculta en sus aposentos, Ahora hay energía pero todo está más oscuro.

Columnista
10 diciembre, 2017

Navidad nostalgia y alegría

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Eduardo Acosta Medina

“Ya llegó diciembre, ya llegó la navidad, en el año nuevo te deseo felicidad”. Evidentemente estamos ya inmersos en la fiesta más bonita del mundo como lo dice en el aparte preliminarmente transcrito Gilberto Torres en su canción titulada ‘Llegó diciembre’, que dio a conocer a sus seguidores en el año 1973, y con ella […]


“Ya llegó diciembre, ya llegó la navidad, en el año nuevo te deseo felicidad”.
Evidentemente estamos ya inmersos en la fiesta más bonita del mundo como lo dice en el aparte preliminarmente transcrito Gilberto Torres en su canción titulada ‘Llegó diciembre’, que dio a conocer a sus seguidores en el año 1973, y con ella iniciamos la primera de mis crónicas sobre la navidad que se habrán de publicar durante el presente mes.

Son los días de navidad junto a la Semana Santa los que más me gustan, los que más disfruto, de los que conservo mis mejores recuerdos y evocan mis tiempos de muchacho cuando era feliz en mi pueblo al lado de mis viejos, pero no lo sabía, ahora entiendo mejor a Camilo Namen Rapalino cuando en la canción titulada ‘Recordando mi niñez’ dice que “Bonita es la vida cuando uno está niño y cuando está muy niño quiere crecer ligero”, hoy cambiaria muchas cosas por volver a deleitarme escuchando las larguísimas historias que nos contaba ‘Babo’, mi abuelo, en las primas noches en el salón de mi casa, por volver a ver mi casa llena de gente pidiéndole consejos, ayuda y orientación a mi padre y esa época cuando iba a la escuela pero con la condición que mi vieja le enviara a mi profesora un papelito diciéndole que “cuidado me iba a pegar” porque el nene de la casa era nervioso.

Añoramos el olor de la borra de café en las primas noches y al amanecer, las frías mañanitas decembrinas cuando despertábamos con el canto de los gallos y los pájaros y sentíamos el olor antojador de las arepuelas que Bertha Pinto fritaba diagonal a mi casa de donde venían las mías que comíamos con guarapillo de café y voraz apetito para “aguantar” hasta la hora del desayuno.

Desde cuando comenzaba el último mes del calendario toda la gente del pueblo parecía contenta, cualquier motivo era suficiente para que hicieran bailes para los niños y “para los grandes”, estos se realizaban en salones con cubierta de palma amarga, y el cobro lo hacían mientras las parejas bailaban, eran interrumpidas por la organizadora que siempre era alguna mujer quien anotaba a los bailadores que iban pagando y a los que faltaban y quien no tenía platica debía suspender la bailada y abandonar la pista, recuerdo un diciembre cuando tenía siete años aproximadamente y me mandaron a hacer un mandado y en el camino encontré un bailecito y entre a bailar sin preguntar cómo era la vaina y cuando Eduvilia la dueña de la fiesta se me acercó con el cuaderno a cobrarme porque la entrada era pagando, le dije que me esperara mientras iba a cambiar una moneda y se las pedí prestadas a tío conejo y me perdí y no volví a aparecer apenado con mi pareja, no le di tiempo que me dijera que tenía como darme vueltos, andaba más limpio que el culito de un chivo, cuando me di cuenta que estaba en el lugar equivocado sentí una vaina fría que recorrió todo mi cuerpo, menos mal que se me ocurrió esa genialidad, me quedó el consuelo que alcancé a bailar ‘El mosquito’, una canción cubana de Celina y Reutilio, de Cuba, que estaba de moda, que se bailaba sudando y brincando, imposible olvidar que cuando conté lo que me sucedió a mi vieja allí estaba don Jacobo Amaya, un amigo de ella de Cotoprix quien desde entonces me dice “El hombre del mosquitero”.

Ya los días de diciembre no huelen igual, extraño el olor de mi casa, del triquitraqui y los torpedos que ni envenenaban a los niños ni quemaban a nadie, claro los primeros a veces se pegaban en la punta de las uñas cuando se rasgaban en las paredes, las chispitas mariposas iluminaban nuestras noches a falta de energía eléctrica cuando la luna permanecía misteriosa y oculta en sus aposentos, Ahora hay energía pero todo está más oscuro.