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Columnista - 29 abril, 2017

El muchacho grande que se hizo querer de todos

Es imposible no escribir una nueva columna, hablando de Martín Elías, es justo y necesario, dado el profundo y generalizado sentimiento de tristeza que ha dejado su prematura partida, parece mentira, pero es la dura realidad, así Dios lo dispuso. Nos duele por su juventud, nos duele por su carisma y por lo que para […]

Es imposible no escribir una nueva columna, hablando de Martín Elías, es justo y necesario, dado el profundo y generalizado sentimiento de tristeza que ha dejado su prematura partida, parece mentira, pero es la dura realidad, así Dios lo dispuso.

Nos duele por su juventud, nos duele por su carisma y por lo que para el vallenato representó. Sus padres Diomedes Diaz y su madre Patricia Acosta siempre soñaron con tener una niña a la cual llamarían Olga Patricia, pero ‘El Cacique’ desde el mismo momento en que su esposa comenzó con los trabajos de parto, y ya con la seguridad de que no sería niña inmediatamente decidió y le “exigió” que le colocara por nombre “El gran Martin Elías” con el apelativo antecedido incluido, en explicito homenaje a su tío Martín Elías Maestre, casualmente también fallecido en un trágico accidente de carretera en el año de 1979, con la misma edad de 26 años.

Todo indica que ese cariñoso remoquete con que el papá lo bautizó, influyó en que Martín forjara su talento y don de gente, porque en verdad el muchacho fue grande, él se tomó a pecho esa responsabilidad que su padre le endilgó, y lo hizo para bien, como artista y cómo persona. Aunque no fui su gran amigo, nos conocíamos y en varias ocasiones coincidimos e incluso llegó a mi casa materna en varias ocasiones, pues lo unía una amistad con mi hermano Raúl Alberto ‘Pongo’, a quien el cantante llamaba ‘Bombo’ porque uno de sus asistentes nunca dio para mencionar correctamente el sobrenombre que realmente de cariño le pusimos sus familiares y que luego trascendió a su círculo de amistades, por tal motivo Martín cariñosamente y en tono de mamadera de gallo lo llamaba así.

Para nadie es secreto la gran amistad que unía a los Diaz Acosta con la familia González Sánchez (mis vecinos de toda la vida) herencia del compadrazgo, y fraternal amistad de Santos González con Diomedes, cariño que heredaron los hijos de ‘El Cacique de La Junta’ y los nietos del patriarca guajiro, por eso constantemente vi a los hijos de Diomedes jugando con los nietos contemporáneos de Santos, especialmente con Raúl Eduardo ‘Chichito’ Martínez, quien es el mejor amigo de mi hermano menor y quien además fue compadre sacramental de Martín Elías. Por eso, porque lo conocí desde niño, y lo vi crecer en todo sentido, porque lo traté, sobre todo viendo su transparente y sencilla alma aun infantil, su trato cordial, amigable y porque tengo muchísimos testimonios de personas que fueron ayudadas por él y dan fe de su desprendimiento hacia lo material, de su generosidad, por eso es que me siento comprometido en escribir esta columna, para homenajearlo, despedirlo y para que mis lectores conozcan un poquito más de ese noble cantante, que muy a pesar de su corta edad tanto hizo por nuestra música y muchos gratos recuerdos dejó.

Esta semana coincidí en un ascensor con una melancólica jovencita, la cual iba con la cabeza gacha e incluso tan distraída que se pasó del piso para el cual iba, y yo le pregunté. ¿Qué le ocurre amiguita? Y ella me respondió con los ojos aguados y la voz entrecortada, que la muerte de Martín Elías la tenía sumida en una profunda congoja, ahí corroboré el inmenso cariño de la gente del común y sobre todo de los jóvenes hacia este muchacho, del cual jamás escuché que diera un mal ejemplo o que hubiese tratado mal a nadie, y hay muchísimas historias de gente anónima, muy pobre que fue auxiliada en algún momento por él. Descansa en paz, Martín, ahora estarás al lado del más grande: Dios.

Por Julio Mario Celedón

@juliomceledon

Columnista
29 abril, 2017

El muchacho grande que se hizo querer de todos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Es imposible no escribir una nueva columna, hablando de Martín Elías, es justo y necesario, dado el profundo y generalizado sentimiento de tristeza que ha dejado su prematura partida, parece mentira, pero es la dura realidad, así Dios lo dispuso. Nos duele por su juventud, nos duele por su carisma y por lo que para […]


Es imposible no escribir una nueva columna, hablando de Martín Elías, es justo y necesario, dado el profundo y generalizado sentimiento de tristeza que ha dejado su prematura partida, parece mentira, pero es la dura realidad, así Dios lo dispuso.

Nos duele por su juventud, nos duele por su carisma y por lo que para el vallenato representó. Sus padres Diomedes Diaz y su madre Patricia Acosta siempre soñaron con tener una niña a la cual llamarían Olga Patricia, pero ‘El Cacique’ desde el mismo momento en que su esposa comenzó con los trabajos de parto, y ya con la seguridad de que no sería niña inmediatamente decidió y le “exigió” que le colocara por nombre “El gran Martin Elías” con el apelativo antecedido incluido, en explicito homenaje a su tío Martín Elías Maestre, casualmente también fallecido en un trágico accidente de carretera en el año de 1979, con la misma edad de 26 años.

Todo indica que ese cariñoso remoquete con que el papá lo bautizó, influyó en que Martín forjara su talento y don de gente, porque en verdad el muchacho fue grande, él se tomó a pecho esa responsabilidad que su padre le endilgó, y lo hizo para bien, como artista y cómo persona. Aunque no fui su gran amigo, nos conocíamos y en varias ocasiones coincidimos e incluso llegó a mi casa materna en varias ocasiones, pues lo unía una amistad con mi hermano Raúl Alberto ‘Pongo’, a quien el cantante llamaba ‘Bombo’ porque uno de sus asistentes nunca dio para mencionar correctamente el sobrenombre que realmente de cariño le pusimos sus familiares y que luego trascendió a su círculo de amistades, por tal motivo Martín cariñosamente y en tono de mamadera de gallo lo llamaba así.

Para nadie es secreto la gran amistad que unía a los Diaz Acosta con la familia González Sánchez (mis vecinos de toda la vida) herencia del compadrazgo, y fraternal amistad de Santos González con Diomedes, cariño que heredaron los hijos de ‘El Cacique de La Junta’ y los nietos del patriarca guajiro, por eso constantemente vi a los hijos de Diomedes jugando con los nietos contemporáneos de Santos, especialmente con Raúl Eduardo ‘Chichito’ Martínez, quien es el mejor amigo de mi hermano menor y quien además fue compadre sacramental de Martín Elías. Por eso, porque lo conocí desde niño, y lo vi crecer en todo sentido, porque lo traté, sobre todo viendo su transparente y sencilla alma aun infantil, su trato cordial, amigable y porque tengo muchísimos testimonios de personas que fueron ayudadas por él y dan fe de su desprendimiento hacia lo material, de su generosidad, por eso es que me siento comprometido en escribir esta columna, para homenajearlo, despedirlo y para que mis lectores conozcan un poquito más de ese noble cantante, que muy a pesar de su corta edad tanto hizo por nuestra música y muchos gratos recuerdos dejó.

Esta semana coincidí en un ascensor con una melancólica jovencita, la cual iba con la cabeza gacha e incluso tan distraída que se pasó del piso para el cual iba, y yo le pregunté. ¿Qué le ocurre amiguita? Y ella me respondió con los ojos aguados y la voz entrecortada, que la muerte de Martín Elías la tenía sumida en una profunda congoja, ahí corroboré el inmenso cariño de la gente del común y sobre todo de los jóvenes hacia este muchacho, del cual jamás escuché que diera un mal ejemplo o que hubiese tratado mal a nadie, y hay muchísimas historias de gente anónima, muy pobre que fue auxiliada en algún momento por él. Descansa en paz, Martín, ahora estarás al lado del más grande: Dios.

Por Julio Mario Celedón

@juliomceledon