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Columnista - 18 marzo, 2017

Mis Amiguitos: Pablo, Valentina y Numa

Hace un poco más de un par de años, cuando lo conocí oficialmente, me di cuenta que literalmente era un niño, brillante, singular, diferente, ya lo conocía de oídas y en muchas fotografías, debido a la inquebrantable y férrea amistad que me une a toda su familia, en especial con su mamá. María Isabel Campo, […]

Hace un poco más de un par de años, cuando lo conocí oficialmente, me di cuenta que literalmente era un niño, brillante, singular, diferente, ya lo conocía de oídas y en muchas fotografías, debido a la inquebrantable y férrea amistad que me une a toda su familia, en especial con su mamá.

María Isabel Campo, también una mujer admirable y de quien su vástago indudablemente heredó la singularidad que los caracteriza. Es un niño al que le ha tocado atravesar muchísimos obstáculos a través de sus 12 años y por una condición de discapacidad ha sido injustamente discriminado, en este mundo complicado a veces los adultos en vez de tratar de forjar mejores hombres, quitándole los miedos y exhortándolos a cumplir sus sueños nobles, les cortamos las alas, “sin querer queriendo”, como diría el Chavo del Ocho. Pablo me ha enseñado que no hay caminos imposibles de encontrar y muy a pesar de su edad, cada vez que tengo la dicha y el honor de compartir con él, alguna enseñanza profunda me llevo.

Hace uno días me lo encontré en la parroquia La Natividad, iba con su abuela María Cecilia y al saludarlo inicialmente no me reconoció, pues ahora no soy el mismo hombre robusto con el que él solía jugar recién llegado a Valledupar, cuando su abuela le recordó quien era yo, enseguida no disimuló su transparente emoción y exclamó “… Julio Mario Celedón, el que me escribió un artículo llamado ‘Mi Amigo Pablo’, el que me regaló una Biblia, que buenos tiempos aquellos…”. Les juro que eso me emocionó y sorprendió sobremanera, porque he tenido algunos otros pequeños detalles con él, que en su óptica de niño, de pronto podrían haber sido más importantes o atractivos que el Sagrado Libro, precisamente el hecho de que me recordara por el detalle de la Biblia, más que por cualquier otra cosa, me convencieron de que Pablo es un niño tocado por Jesucristo, un infante que instintivamente anteponga a Dios a cualquier cosa, tal como lo dicen las Sagradas escrituras, definitivamente es un elegido de Dios, me acabé de convencer dentro en la iglesia, cuando mostró su inconformidad al llegar cuando ya el evangelio estaba avanzado.

Pablo en el momento no podrá caminar, pero vuela más alto que muchos adultos y sé que más adelante dará mucho que hablar. Tengo otra amiguita que literalmente es una campeona, se llama Valentina y a sus seis añitos ya ha sido 20 veces campeona de patinaje, es hija de Ever Oñate y Xiomara Romero, y muy a pesar de vivir en Guacochito todos los días viene a entrenar al patinódromo en donde con su Club Los Ponys y bajo la tutela de su entrenador Wilfrido ‘El Pichi’ Sandoval se prepara arduamente para seguir colgándose medallas en el cuello y darle triunfos y alegrías a su padres y a su tierra, a finales de mes estará en un Nacional de Interclubes en Bucaramanga, me atrevo a apostar que de allá vendrá con más preseas. Otro amiguito bendecido por Dios se llama Numa, hijo de Rafael Churio y de Patricia Cabana, vive en Guacoche y tiene un gran futuro en la música, tan solo con trece años ya lo buscan algunos compositores noveles, para que interprete sus canciones en festivales corrigimentales, el Gran Maestro Andrés ‘El Turco’ Gil con su indiscutible olfato, que le ha permitido descubrir muchísimos talentos, y gracias a sus grandes dones de gente, tuvo la deferencia de regalarle una beca, algo merecido dado el talento innato del niño y las limitaciones económica de sus padres. Me siento orgulloso de estos tres amiguitos brillantes, Dios los siga bendiciendo.

Por Julio Mario Celedón

@juliomceledon

Columnista
18 marzo, 2017

Mis Amiguitos: Pablo, Valentina y Numa

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Hace un poco más de un par de años, cuando lo conocí oficialmente, me di cuenta que literalmente era un niño, brillante, singular, diferente, ya lo conocía de oídas y en muchas fotografías, debido a la inquebrantable y férrea amistad que me une a toda su familia, en especial con su mamá. María Isabel Campo, […]


Hace un poco más de un par de años, cuando lo conocí oficialmente, me di cuenta que literalmente era un niño, brillante, singular, diferente, ya lo conocía de oídas y en muchas fotografías, debido a la inquebrantable y férrea amistad que me une a toda su familia, en especial con su mamá.

María Isabel Campo, también una mujer admirable y de quien su vástago indudablemente heredó la singularidad que los caracteriza. Es un niño al que le ha tocado atravesar muchísimos obstáculos a través de sus 12 años y por una condición de discapacidad ha sido injustamente discriminado, en este mundo complicado a veces los adultos en vez de tratar de forjar mejores hombres, quitándole los miedos y exhortándolos a cumplir sus sueños nobles, les cortamos las alas, “sin querer queriendo”, como diría el Chavo del Ocho. Pablo me ha enseñado que no hay caminos imposibles de encontrar y muy a pesar de su edad, cada vez que tengo la dicha y el honor de compartir con él, alguna enseñanza profunda me llevo.

Hace uno días me lo encontré en la parroquia La Natividad, iba con su abuela María Cecilia y al saludarlo inicialmente no me reconoció, pues ahora no soy el mismo hombre robusto con el que él solía jugar recién llegado a Valledupar, cuando su abuela le recordó quien era yo, enseguida no disimuló su transparente emoción y exclamó “… Julio Mario Celedón, el que me escribió un artículo llamado ‘Mi Amigo Pablo’, el que me regaló una Biblia, que buenos tiempos aquellos…”. Les juro que eso me emocionó y sorprendió sobremanera, porque he tenido algunos otros pequeños detalles con él, que en su óptica de niño, de pronto podrían haber sido más importantes o atractivos que el Sagrado Libro, precisamente el hecho de que me recordara por el detalle de la Biblia, más que por cualquier otra cosa, me convencieron de que Pablo es un niño tocado por Jesucristo, un infante que instintivamente anteponga a Dios a cualquier cosa, tal como lo dicen las Sagradas escrituras, definitivamente es un elegido de Dios, me acabé de convencer dentro en la iglesia, cuando mostró su inconformidad al llegar cuando ya el evangelio estaba avanzado.

Pablo en el momento no podrá caminar, pero vuela más alto que muchos adultos y sé que más adelante dará mucho que hablar. Tengo otra amiguita que literalmente es una campeona, se llama Valentina y a sus seis añitos ya ha sido 20 veces campeona de patinaje, es hija de Ever Oñate y Xiomara Romero, y muy a pesar de vivir en Guacochito todos los días viene a entrenar al patinódromo en donde con su Club Los Ponys y bajo la tutela de su entrenador Wilfrido ‘El Pichi’ Sandoval se prepara arduamente para seguir colgándose medallas en el cuello y darle triunfos y alegrías a su padres y a su tierra, a finales de mes estará en un Nacional de Interclubes en Bucaramanga, me atrevo a apostar que de allá vendrá con más preseas. Otro amiguito bendecido por Dios se llama Numa, hijo de Rafael Churio y de Patricia Cabana, vive en Guacoche y tiene un gran futuro en la música, tan solo con trece años ya lo buscan algunos compositores noveles, para que interprete sus canciones en festivales corrigimentales, el Gran Maestro Andrés ‘El Turco’ Gil con su indiscutible olfato, que le ha permitido descubrir muchísimos talentos, y gracias a sus grandes dones de gente, tuvo la deferencia de regalarle una beca, algo merecido dado el talento innato del niño y las limitaciones económica de sus padres. Me siento orgulloso de estos tres amiguitos brillantes, Dios los siga bendiciendo.

Por Julio Mario Celedón

@juliomceledon