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Columnista - 19 abril, 2010

Los medios de comunicación y el poder

Por: Imelda Daza Cotes Un medio de comunicación es un objeto que se emplea para transmitir información de un sujeto a otro. Su rol es  trascendental en cualquier sociedad democrática donde la libertad de expresión y la variedad de fuentes de información deben ser instituciones básicas. En los últimos años, las políticas en materia de […]

Por: Imelda Daza Cotes

Un medio de comunicación es un objeto que se emplea para transmitir información de un sujeto a otro. Su rol es  trascendental en cualquier sociedad democrática donde la libertad de expresión y la variedad de fuentes de información deben ser instituciones básicas.
En los últimos años, las políticas en materia de telecomunicaciones han provocado la liberación y desregulación de los mercados. Pero esa estructura basada en la ley de la oferta y la demanda determina que el fin último de esos medios es la ganancia económica y es esta la que define las tendencias en cuanto al contenido de la información,  variedad de la programación y ha llevado además a la agrupación de los medios,  lo cual facilita la uniformidad de los mensajes. Sorprende a veces observar cómo todas las versiones sobre un hecho coinciden, son casi unánimes. Unas pocas agencias de noticias producen la información para muchos medios.  En eso radica su poder,  en la concentración que facilita el control. Tienen la posibilidad de dar a la gente el mensaje que quieren y no necesariamente el que conviene a la ciudadanía.  Sus intereses económicos y políticos prevalecen sobre su obligación de informar y servir a la sociedad.
La concentración de las comunicaciones limita el derecho a la información porque permite la imposición de un pensamiento único y de esa manera, las corporaciones mediáticas ejercen  un enorme y peligroso protagonismo ideológico, se convierten en un instrumento de control del pensamiento, manipulan las ideas y la ciudadanía inerme y agobiada por el cúmulo de información no alcanza a digerirlo todo. Toma lo que sea, como le llegue,  sin preocuparse demasiado. Sus criterios muchas veces no se ajustan con la interpretación de los hechos pero puede más el poder de los medios que terminan imponiendo sus puntos de vista  según sus intereses y  los de sus anunciantes.
Si bien el acceso a los medios se ha democratizado con la facilidad de acceso a la radio, a la televisión y a la red de internet, no ha ocurrido lo mismo con el acceso al control y a  la propiedad de los medios; escasean los medios informativos de propiedad comunitaria o social. Así las cosas, quien tiene la información tiene el poder y en tales condiciones la interpretación de los hechos, la versión del mundo y el contenido de los mensajes responde a los intereses de quienes ostentan el poder económico y político. La opinión ciudadana es manipulada constante y persistentemente.  Además, los grupos de comunicación se han convertido en protagonistas de la realidad, hacen parte de ella ya no sólo como medios sino como actores y aprovechando esa doble condición bombardean a la ciudadanía con la  información que quieren. Se reservan el derecho de decidir sobre qué hechos informar y cuáles ocultar.
La actual campaña electoral por la Presidencia en Colombia es un buen ejemplo de todo esto. Hay candidatos de los cuales no se dice casi nada,  parece que deliberadamente los medios han decidido ignorarlos. Las campañas diseñadas por los asesores de imagen son concebidas pensando más en los medios que en los electores. Lo importante no es convencer al electorado de la bondad de unas propuestas.  La clave es ganar imagen, impactar al televidente o al radioescucha con un símbolo, con un slogan, con cualquier cosa. En eso consiste la manipulación. Se subestima al ciudadano,  se le cree incapaz de formarse opiniones propias a partir de una información seria  y  veraz; se intenta darle todo digerido. Además, algunos medios, más que informar, deforman, se han extralimitado en su función social y de informadores han pasado a ser jueces supremos, definen culpabilidades, se creen poseedores de la verdad absoluta y con ese poder determinan sanciones y ejecutan penas. Con demasiada frecuencia se escuchan entrevistas radiales en las cuales los entrevistadores cuestionan y rechazan las respuestas de sus entrevistados. Otros comunicadores  no disimulan sus simpatías y antipatías con un candidato u otro y con descarada facilidad descalifican las opiniones de sus contrarios. Definitivamente la democracia sigue siendo una asignatura pendiente en Colombia.

Columnista
19 abril, 2010

Los medios de comunicación y el poder

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Imelda Daza Cotes

Por: Imelda Daza Cotes Un medio de comunicación es un objeto que se emplea para transmitir información de un sujeto a otro. Su rol es  trascendental en cualquier sociedad democrática donde la libertad de expresión y la variedad de fuentes de información deben ser instituciones básicas. En los últimos años, las políticas en materia de […]


Por: Imelda Daza Cotes

Un medio de comunicación es un objeto que se emplea para transmitir información de un sujeto a otro. Su rol es  trascendental en cualquier sociedad democrática donde la libertad de expresión y la variedad de fuentes de información deben ser instituciones básicas.
En los últimos años, las políticas en materia de telecomunicaciones han provocado la liberación y desregulación de los mercados. Pero esa estructura basada en la ley de la oferta y la demanda determina que el fin último de esos medios es la ganancia económica y es esta la que define las tendencias en cuanto al contenido de la información,  variedad de la programación y ha llevado además a la agrupación de los medios,  lo cual facilita la uniformidad de los mensajes. Sorprende a veces observar cómo todas las versiones sobre un hecho coinciden, son casi unánimes. Unas pocas agencias de noticias producen la información para muchos medios.  En eso radica su poder,  en la concentración que facilita el control. Tienen la posibilidad de dar a la gente el mensaje que quieren y no necesariamente el que conviene a la ciudadanía.  Sus intereses económicos y políticos prevalecen sobre su obligación de informar y servir a la sociedad.
La concentración de las comunicaciones limita el derecho a la información porque permite la imposición de un pensamiento único y de esa manera, las corporaciones mediáticas ejercen  un enorme y peligroso protagonismo ideológico, se convierten en un instrumento de control del pensamiento, manipulan las ideas y la ciudadanía inerme y agobiada por el cúmulo de información no alcanza a digerirlo todo. Toma lo que sea, como le llegue,  sin preocuparse demasiado. Sus criterios muchas veces no se ajustan con la interpretación de los hechos pero puede más el poder de los medios que terminan imponiendo sus puntos de vista  según sus intereses y  los de sus anunciantes.
Si bien el acceso a los medios se ha democratizado con la facilidad de acceso a la radio, a la televisión y a la red de internet, no ha ocurrido lo mismo con el acceso al control y a  la propiedad de los medios; escasean los medios informativos de propiedad comunitaria o social. Así las cosas, quien tiene la información tiene el poder y en tales condiciones la interpretación de los hechos, la versión del mundo y el contenido de los mensajes responde a los intereses de quienes ostentan el poder económico y político. La opinión ciudadana es manipulada constante y persistentemente.  Además, los grupos de comunicación se han convertido en protagonistas de la realidad, hacen parte de ella ya no sólo como medios sino como actores y aprovechando esa doble condición bombardean a la ciudadanía con la  información que quieren. Se reservan el derecho de decidir sobre qué hechos informar y cuáles ocultar.
La actual campaña electoral por la Presidencia en Colombia es un buen ejemplo de todo esto. Hay candidatos de los cuales no se dice casi nada,  parece que deliberadamente los medios han decidido ignorarlos. Las campañas diseñadas por los asesores de imagen son concebidas pensando más en los medios que en los electores. Lo importante no es convencer al electorado de la bondad de unas propuestas.  La clave es ganar imagen, impactar al televidente o al radioescucha con un símbolo, con un slogan, con cualquier cosa. En eso consiste la manipulación. Se subestima al ciudadano,  se le cree incapaz de formarse opiniones propias a partir de una información seria  y  veraz; se intenta darle todo digerido. Además, algunos medios, más que informar, deforman, se han extralimitado en su función social y de informadores han pasado a ser jueces supremos, definen culpabilidades, se creen poseedores de la verdad absoluta y con ese poder determinan sanciones y ejecutan penas. Con demasiada frecuencia se escuchan entrevistas radiales en las cuales los entrevistadores cuestionan y rechazan las respuestas de sus entrevistados. Otros comunicadores  no disimulan sus simpatías y antipatías con un candidato u otro y con descarada facilidad descalifican las opiniones de sus contrarios. Definitivamente la democracia sigue siendo una asignatura pendiente en Colombia.