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Columnista - 27 julio, 2017

Los llamados festejos patrios

Hace ocho días, como todos los años, el Estado colombiano celebró el día de la independencia; durante 207 años este evento ha tenido ocurrencia consagrando el 20 de julio como un día libertario; en verdad, los criollos no querían la independencia, aspiraban a gobernar como virreyes; mirando las cosas con un buen criterio, esto no […]

Hace ocho días, como todos los años, el Estado colombiano celebró el día de la independencia; durante 207 años este evento ha tenido ocurrencia consagrando el 20 de julio como un día libertario; en verdad, los criollos no querían la independencia, aspiraban a gobernar como virreyes; mirando las cosas con un buen criterio, esto no pasó de una escaramusa social; es como si mañana unos cuantos inconformes se declararan en insurgencia porque no les dan participación en el gobierno municipal de Valledupar, y sus hijos y nietos escribieran lo sucedido para contárselo de esa manera a las futuras generaciones, mostrando las placas gravadas en mármol alusivas al hecho; por supuesto que estas les van a creer. Esa es la historia que Henao y Arrubla y otros amanuenses nos enseñaron.

Pero, en sana lógica, esto fue lo que tal vez no pasó el 20/07/1810. La historia de Colombia hay que reescribirla para saber cuáles fechas debemos celebrar y cuáles condenar. Tampoco una Nación puede anquilosarse en falsas efemérides olvidándose de los graves problemas que padece; estos son distractores que aquí los gobernantes acostumbran hacer para invisibilizar la realidad tal como ocurrió el día de la toma del Palacio de Justicia cuando transmitieron partidos de fútbol por TV. Lo mismo pasa con el tal día de la raza que no es más que un violento mestizaje entre conquistadores y conquistados primero, y con los africanos después, sin miramientos de incompatibilidades genéticas. Somos fruto del pillaje y del estupro, por eso quizás, hoy tenemos tantos pillos y violadores, herederos de los criollos y de esa amalgama genética.

Esto no es para celebrar sino para lamentar. Hubiera sido preferible que nuestra América se mantuviera como estaba, intacta con su cultura y su raza. Pero ni esta ni sus riquezas fueron preservadas. Entonces, ¿qué celebramos? Con razón, Evo Morales, el 30/06/13 leyó y reclamó ante los jefes de Estado de la Comunidad Europea, con carta en mano de Guaicaipuro Cuautémoc, pidió cuentas a esa comunidad por sus atrocidades y saqueo en la América India durante la conquista y la colonia. Relata la carta, amparada en archivos fidedignos, que sólo entre 1503 y 1660, llegaron a Sanlúcar de Barrameda, puerto español, 185Tm de oro y 16.000Tm de plata que la corona gastó en guerras intestinas, en la construcción de palacios imperiales e iglesias y sobre todo en mantener intacta una monarquía emparentada en toda Europa. Toda una fortuna que Guaicaipuro y Evo solicitan en la devolución con intereses mínimos del 10 % anual en un horizonte de, por lo menos, 300 años. Dice la carta que el peso de estos metales sometidos a la potencia de 300, superarían el peso de la tierra; por supuesto, Europa toda, no tendría como cancelarnos, pero tampoco quiere pagar; por el contrario, nos siguen expoliando y chantajeando con los créditos que la banca mundial le concede a esta América empobrecida por el pillaje de 500 años. España, sigue con los mismos filibusteros infiltrados en Telecaribe, en la Triple A de Barranquilla, en el acueducto de Santa Marta, en Gas Fenosa y otras; además tiene el descaro de reclamar como suyo el tesoro de la fragata San José.

En cambio, la batalla de Boyacá no tiene mayores celebraciones a nivel nacional pese a que por ella sí fuimos semi-liberados. El verdadero grito de independencia fue el dado por los comuneros agobiados por los impuestos, como hoy, que los frustrados burócratas del 20 de julio nunca reivindicaron y el Estado ha olvidado porque suena a revolución popular. Ese día, de no existir un esquirol, oportunista y traidor como Berbeo, la patria habría sido otra. (Recomiendo leer esta carta en la red).

[email protected]

Por Luis Napoleón de Armas P.

 

Columnista
27 julio, 2017

Los llamados festejos patrios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Hace ocho días, como todos los años, el Estado colombiano celebró el día de la independencia; durante 207 años este evento ha tenido ocurrencia consagrando el 20 de julio como un día libertario; en verdad, los criollos no querían la independencia, aspiraban a gobernar como virreyes; mirando las cosas con un buen criterio, esto no […]


Hace ocho días, como todos los años, el Estado colombiano celebró el día de la independencia; durante 207 años este evento ha tenido ocurrencia consagrando el 20 de julio como un día libertario; en verdad, los criollos no querían la independencia, aspiraban a gobernar como virreyes; mirando las cosas con un buen criterio, esto no pasó de una escaramusa social; es como si mañana unos cuantos inconformes se declararan en insurgencia porque no les dan participación en el gobierno municipal de Valledupar, y sus hijos y nietos escribieran lo sucedido para contárselo de esa manera a las futuras generaciones, mostrando las placas gravadas en mármol alusivas al hecho; por supuesto que estas les van a creer. Esa es la historia que Henao y Arrubla y otros amanuenses nos enseñaron.

Pero, en sana lógica, esto fue lo que tal vez no pasó el 20/07/1810. La historia de Colombia hay que reescribirla para saber cuáles fechas debemos celebrar y cuáles condenar. Tampoco una Nación puede anquilosarse en falsas efemérides olvidándose de los graves problemas que padece; estos son distractores que aquí los gobernantes acostumbran hacer para invisibilizar la realidad tal como ocurrió el día de la toma del Palacio de Justicia cuando transmitieron partidos de fútbol por TV. Lo mismo pasa con el tal día de la raza que no es más que un violento mestizaje entre conquistadores y conquistados primero, y con los africanos después, sin miramientos de incompatibilidades genéticas. Somos fruto del pillaje y del estupro, por eso quizás, hoy tenemos tantos pillos y violadores, herederos de los criollos y de esa amalgama genética.

Esto no es para celebrar sino para lamentar. Hubiera sido preferible que nuestra América se mantuviera como estaba, intacta con su cultura y su raza. Pero ni esta ni sus riquezas fueron preservadas. Entonces, ¿qué celebramos? Con razón, Evo Morales, el 30/06/13 leyó y reclamó ante los jefes de Estado de la Comunidad Europea, con carta en mano de Guaicaipuro Cuautémoc, pidió cuentas a esa comunidad por sus atrocidades y saqueo en la América India durante la conquista y la colonia. Relata la carta, amparada en archivos fidedignos, que sólo entre 1503 y 1660, llegaron a Sanlúcar de Barrameda, puerto español, 185Tm de oro y 16.000Tm de plata que la corona gastó en guerras intestinas, en la construcción de palacios imperiales e iglesias y sobre todo en mantener intacta una monarquía emparentada en toda Europa. Toda una fortuna que Guaicaipuro y Evo solicitan en la devolución con intereses mínimos del 10 % anual en un horizonte de, por lo menos, 300 años. Dice la carta que el peso de estos metales sometidos a la potencia de 300, superarían el peso de la tierra; por supuesto, Europa toda, no tendría como cancelarnos, pero tampoco quiere pagar; por el contrario, nos siguen expoliando y chantajeando con los créditos que la banca mundial le concede a esta América empobrecida por el pillaje de 500 años. España, sigue con los mismos filibusteros infiltrados en Telecaribe, en la Triple A de Barranquilla, en el acueducto de Santa Marta, en Gas Fenosa y otras; además tiene el descaro de reclamar como suyo el tesoro de la fragata San José.

En cambio, la batalla de Boyacá no tiene mayores celebraciones a nivel nacional pese a que por ella sí fuimos semi-liberados. El verdadero grito de independencia fue el dado por los comuneros agobiados por los impuestos, como hoy, que los frustrados burócratas del 20 de julio nunca reivindicaron y el Estado ha olvidado porque suena a revolución popular. Ese día, de no existir un esquirol, oportunista y traidor como Berbeo, la patria habría sido otra. (Recomiendo leer esta carta en la red).

[email protected]

Por Luis Napoleón de Armas P.