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Editorial - 3 enero, 2017

Lo bueno, lo malo y lo feo de la reforma tributaria

Después del guayabo por las fiestas de Navidad y Año Nuevo, los colombianos se encontrarán con una coyuntura económica algo distinta: nuevo salario mínimo, más impuestos y reajustes de gasolina, tarifas del Soat, salud y otros servicios. En esta nota editorial queremos referirnos, en particular, a la reforma tributaria aprobada recientemente por el Congreso. Sin […]

Después del guayabo por las fiestas de Navidad y Año Nuevo, los colombianos se encontrarán con una coyuntura económica algo distinta: nuevo salario mínimo, más impuestos y reajustes de gasolina, tarifas del Soat, salud y otros servicios. En esta nota editorial queremos referirnos, en particular, a la reforma tributaria aprobada recientemente por el Congreso.

Sin hacer de ella una caricatura, queremos comentarla resaltando lo bueno, lo malo y lo feo de la Reforma Tributaria 2016, que el país comenzará a sentir a partir de enero de 2017 y que implica, en términos llanos y sencillos: que las empresas y familias tendrán que sacar más de sus bolsillos para destinarlos a las arcas del Estado.

En pocos países del mundo la gente paga impuestos con gusto, por lo general, hay mucha resistencia a estos y con mayor razón en países como el nuestro, con tantos problemas de corrupción e ineficiencia en el manejo de los recursos públicos.

No obstante, podríamos decir que lo bueno de la reforma tributaria es que ayudará a reducir, en parte, el alto déficit fiscal del país, estimado entre 2,5 y 3 puntos del PIB, como consecuencia de la caída de los ingresos por petróleo, carbón y otras materias primas. La reforma tributaria era un mal necesario para evitar una cesación de pagos del Estado, que haría colapsar el sistema económico en su conjunto. También, consideramos positivo la cárcel para los evasores, que ya era necesaria en nuestra legislación tributaria.

Se estima que en su primer año de vigencia, la reforma podría aportar 7 billones de pesos de recaudo, pero el déficit es mayor y requerirá decisiones en materia de la deuda y el gasto público. 2017 seguirá siendo un año de vacas flacas para el Estado colombiano.

Lo feo de la tributaria, por decirlo de algún modo, es el reajuste en la tarifa general del IVA que pasó del 16 al 19 por ciento. En enero las familias y – en general- los consumidores sentirán que el mercado que hacen normalmente le saldrá un poco más caro. No hay duda que es una medida regresiva y sólo se puede compensar esto, destinando el mayor recaudo al gasto social, según la tesis del gobierno.

Otro aspecto no muy simpático de la reforma tributaria es el famoso monotributo que llevará tributar a muchos pequeños negocios que hoy no aportan a la financiación del Estado. Esto es bueno, ayudará a solucionar el tema del déficit y también a formalizar muchos negocios que hoy mueven un monto significativo de recursos y que, en su conjunto, representarán miles de millones de pesos que le llegarán al Estado a partir de 2017.

Entre los aspectos que consideramos “malos” de la reforma tributaria es que no se redujo lo suficiente el impuesto de renta, por lo cual muchas empresas tendrán que seguir destinando más de la tercera parte de sus utilidades, específicamente entre un 34 y un 40 por ciento, a financiar al Estado. En este sentido, consideramos buena la tributación a los rendimientos de los inversionistas; pero, en conjunto, ya la tributación en renta llegó al límite y ojalá se reduzca a futuro. No se puede estrangular a la gallinita de los huevos de oro: el sector empresarial.

Para finalizar, nos parece que falta un mayor compromiso del gobierno nacional en la lucha contra la ineficiencia y la corrupción. Cada vez sube más la tributación, como porcentaje del PIB, pero esos mayores recursos no se ven reflejados en mayores obras y mejores programas del Estado, en su conjunto. Ojalá, esta vez, el gobierno acoja la propuesta de revisar el gasto público y ajustar, rectorar programas e inversiones que no son tan urgentes y necesarias. Y ya es hora de atacar en serio la corrupción por donde se pierde mucha plata tanto a nivel nacional, como departamental y municipal. No podemos seguir por el camino fácil de aumentar la tributación sin exigirle al Estado, a sus instituciones y a sus funcionarios, un mejor uso de esos recursos y –principalmente- mejores resultados en todos los frentes de la administración pública.

Editorial
3 enero, 2017

Lo bueno, lo malo y lo feo de la reforma tributaria

Después del guayabo por las fiestas de Navidad y Año Nuevo, los colombianos se encontrarán con una coyuntura económica algo distinta: nuevo salario mínimo, más impuestos y reajustes de gasolina, tarifas del Soat, salud y otros servicios. En esta nota editorial queremos referirnos, en particular, a la reforma tributaria aprobada recientemente por el Congreso. Sin […]


Después del guayabo por las fiestas de Navidad y Año Nuevo, los colombianos se encontrarán con una coyuntura económica algo distinta: nuevo salario mínimo, más impuestos y reajustes de gasolina, tarifas del Soat, salud y otros servicios. En esta nota editorial queremos referirnos, en particular, a la reforma tributaria aprobada recientemente por el Congreso.

Sin hacer de ella una caricatura, queremos comentarla resaltando lo bueno, lo malo y lo feo de la Reforma Tributaria 2016, que el país comenzará a sentir a partir de enero de 2017 y que implica, en términos llanos y sencillos: que las empresas y familias tendrán que sacar más de sus bolsillos para destinarlos a las arcas del Estado.

En pocos países del mundo la gente paga impuestos con gusto, por lo general, hay mucha resistencia a estos y con mayor razón en países como el nuestro, con tantos problemas de corrupción e ineficiencia en el manejo de los recursos públicos.

No obstante, podríamos decir que lo bueno de la reforma tributaria es que ayudará a reducir, en parte, el alto déficit fiscal del país, estimado entre 2,5 y 3 puntos del PIB, como consecuencia de la caída de los ingresos por petróleo, carbón y otras materias primas. La reforma tributaria era un mal necesario para evitar una cesación de pagos del Estado, que haría colapsar el sistema económico en su conjunto. También, consideramos positivo la cárcel para los evasores, que ya era necesaria en nuestra legislación tributaria.

Se estima que en su primer año de vigencia, la reforma podría aportar 7 billones de pesos de recaudo, pero el déficit es mayor y requerirá decisiones en materia de la deuda y el gasto público. 2017 seguirá siendo un año de vacas flacas para el Estado colombiano.

Lo feo de la tributaria, por decirlo de algún modo, es el reajuste en la tarifa general del IVA que pasó del 16 al 19 por ciento. En enero las familias y – en general- los consumidores sentirán que el mercado que hacen normalmente le saldrá un poco más caro. No hay duda que es una medida regresiva y sólo se puede compensar esto, destinando el mayor recaudo al gasto social, según la tesis del gobierno.

Otro aspecto no muy simpático de la reforma tributaria es el famoso monotributo que llevará tributar a muchos pequeños negocios que hoy no aportan a la financiación del Estado. Esto es bueno, ayudará a solucionar el tema del déficit y también a formalizar muchos negocios que hoy mueven un monto significativo de recursos y que, en su conjunto, representarán miles de millones de pesos que le llegarán al Estado a partir de 2017.

Entre los aspectos que consideramos “malos” de la reforma tributaria es que no se redujo lo suficiente el impuesto de renta, por lo cual muchas empresas tendrán que seguir destinando más de la tercera parte de sus utilidades, específicamente entre un 34 y un 40 por ciento, a financiar al Estado. En este sentido, consideramos buena la tributación a los rendimientos de los inversionistas; pero, en conjunto, ya la tributación en renta llegó al límite y ojalá se reduzca a futuro. No se puede estrangular a la gallinita de los huevos de oro: el sector empresarial.

Para finalizar, nos parece que falta un mayor compromiso del gobierno nacional en la lucha contra la ineficiencia y la corrupción. Cada vez sube más la tributación, como porcentaje del PIB, pero esos mayores recursos no se ven reflejados en mayores obras y mejores programas del Estado, en su conjunto. Ojalá, esta vez, el gobierno acoja la propuesta de revisar el gasto público y ajustar, rectorar programas e inversiones que no son tan urgentes y necesarias. Y ya es hora de atacar en serio la corrupción por donde se pierde mucha plata tanto a nivel nacional, como departamental y municipal. No podemos seguir por el camino fácil de aumentar la tributación sin exigirle al Estado, a sus instituciones y a sus funcionarios, un mejor uso de esos recursos y –principalmente- mejores resultados en todos los frentes de la administración pública.