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Columnista - 2 abril, 2011

Las violencias racionales

Por: Andrés Eduardo Quintero Los violines bailan al ritmo de Chostakovitch desde los parlantes de mi apartamento, el pito de los carros de los bulevares y las lluvias húmedas de principios de primavera suelen hacerme volver a la razón. “¡Racionalizar los poderes, eso es lo que necesitamos!” El poder violento debe de ser reconocido para […]

Por: Andrés Eduardo Quintero

Los violines bailan al ritmo de Chostakovitch desde los parlantes de mi apartamento, el pito de los carros de los bulevares y las lluvias húmedas de principios de primavera suelen hacerme volver a la razón. “¡Racionalizar los poderes, eso es lo que necesitamos!”

El poder violento debe de ser reconocido para que éste se pueda ejercer durablemente, sin lo cual acabaría siendo violencia general. De ahí viene la idea que siempre agitó las mentes de los grandes juristas, de Bodin a Kelsen, y que sigue, hoy en día, más que nunca vigente: ¿qué es lo que diferencia un gobierno de una pandilla de ladrones? Cualquiera respondería que es la legitimidad del Estado, es decir, su misma soberanía en un territorio dado.
Sin embargo, según el autor Alain Supiot, sólo abrigamos el uso de la violencia estatal con nuestras manos legítimas si el uso de ésta se refiere a un objetivo o un fundamento al cual adherimos. Asimismo, para utilizar la fuerza del Estado hay que exhibir los títulos que le dan raciocinio, es decir, causas de intereses generales.  Me asomo por la ventana, la ciudad sigue húmeda, pero estridentemente silenciosa.

Con las revoluciones árabes de esta primavera estos principios racionales suelen reafirmarse aun más. ¿Quién detiene mayor racionalidad en Libia y, por ende, mayor legitimidad sobre el uso de la fuerza en el territorio libio? ¿Los pro-Kadhafi o los rebeldes anti-Kadhafi? Si el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas habilitó una intervención violenta en Libia en defensa de los rebeldes es porque en ellos observó la presencia de la razón y, entonces, en sus acciones legitimó el uso de la violencia. Estas son las violencias soberanas en las cuales interviene la racionalidad como herramienta legitimadora.
En Colombia, la violencia tanto privada como estatal, es pan de cada día. Sin embargo, su racionalidad es meramente imprecisa y subrepticia. Fruto de esa vaguedad es la alteración del uso de la justicia pública en justicia privada, o viceversa. De hombres de honor y de valores católicos muchos vallenatos pasaron a ser justicieros privados contribuyendo al paramilitarismo: justificaron el uso de la violencia escondiéndose detrás del argumento de la legítima defensa. Pero se olvidaron de la razón y transfiguraron sus participaciones para-estatales en meras acciones de ojo por ojo, diente por diente.

Ahora todo es penumbra, las calles están desérticas, los violines de Chostakovitch ya no suenan, una corriente fría recorre mi apartamento y las cadencias atronadoras de Wagner, sinfonías hitlerianas, irrumpen.

[email protected]

Columnista
2 abril, 2011

Las violencias racionales

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Andrés E. Quintero Olmos

Por: Andrés Eduardo Quintero Los violines bailan al ritmo de Chostakovitch desde los parlantes de mi apartamento, el pito de los carros de los bulevares y las lluvias húmedas de principios de primavera suelen hacerme volver a la razón. “¡Racionalizar los poderes, eso es lo que necesitamos!” El poder violento debe de ser reconocido para […]


Por: Andrés Eduardo Quintero

Los violines bailan al ritmo de Chostakovitch desde los parlantes de mi apartamento, el pito de los carros de los bulevares y las lluvias húmedas de principios de primavera suelen hacerme volver a la razón. “¡Racionalizar los poderes, eso es lo que necesitamos!”

El poder violento debe de ser reconocido para que éste se pueda ejercer durablemente, sin lo cual acabaría siendo violencia general. De ahí viene la idea que siempre agitó las mentes de los grandes juristas, de Bodin a Kelsen, y que sigue, hoy en día, más que nunca vigente: ¿qué es lo que diferencia un gobierno de una pandilla de ladrones? Cualquiera respondería que es la legitimidad del Estado, es decir, su misma soberanía en un territorio dado.
Sin embargo, según el autor Alain Supiot, sólo abrigamos el uso de la violencia estatal con nuestras manos legítimas si el uso de ésta se refiere a un objetivo o un fundamento al cual adherimos. Asimismo, para utilizar la fuerza del Estado hay que exhibir los títulos que le dan raciocinio, es decir, causas de intereses generales.  Me asomo por la ventana, la ciudad sigue húmeda, pero estridentemente silenciosa.

Con las revoluciones árabes de esta primavera estos principios racionales suelen reafirmarse aun más. ¿Quién detiene mayor racionalidad en Libia y, por ende, mayor legitimidad sobre el uso de la fuerza en el territorio libio? ¿Los pro-Kadhafi o los rebeldes anti-Kadhafi? Si el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas habilitó una intervención violenta en Libia en defensa de los rebeldes es porque en ellos observó la presencia de la razón y, entonces, en sus acciones legitimó el uso de la violencia. Estas son las violencias soberanas en las cuales interviene la racionalidad como herramienta legitimadora.
En Colombia, la violencia tanto privada como estatal, es pan de cada día. Sin embargo, su racionalidad es meramente imprecisa y subrepticia. Fruto de esa vaguedad es la alteración del uso de la justicia pública en justicia privada, o viceversa. De hombres de honor y de valores católicos muchos vallenatos pasaron a ser justicieros privados contribuyendo al paramilitarismo: justificaron el uso de la violencia escondiéndose detrás del argumento de la legítima defensa. Pero se olvidaron de la razón y transfiguraron sus participaciones para-estatales en meras acciones de ojo por ojo, diente por diente.

Ahora todo es penumbra, las calles están desérticas, los violines de Chostakovitch ya no suenan, una corriente fría recorre mi apartamento y las cadencias atronadoras de Wagner, sinfonías hitlerianas, irrumpen.

[email protected]