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Columnista - 6 marzo, 2017

Las manos del acordeonero

Cuando a principio de año dije que iba a dedicar mi columna a temas literarios, fue motivada por la situación que vive el país desquiciado y en medio de la corrupción que es su estado natural. A propósito de este tema El Pilón va a realizar un foro, con la presencia del Contralor General de […]

Cuando a principio de año dije que iba a dedicar mi columna a temas literarios, fue motivada por la situación que vive el país desquiciado y en medio de la corrupción que es su estado natural. A propósito de este tema El Pilón va a realizar un foro, con la presencia del Contralor General de la Nación, doctor Edgardo Maya Villazón, y otras personalidades; hay mucha expectativa sobre el mismo que se hará en el hotel Sicarare el siete de marzo.

Siguiendo con la literatura, que siempre refresca, y nos hace olvidar de tantas noticias que llenan de pesimismo. Recordé, en estos días, los más de treinta Festivales de la Leyenda Vallenata, que cubrí, en su mayoría para El Espectador, revolví archivos sobre esos tiempos, encontré la primera entrevista que le hice a Diomedes Díaz, a nivel nacional la primera que se publicó, según El Espectador, y entre mis amarillentas hojas de periódico encontré un cuento ‘Las Manos del acordeonero’ que me inspiró la ejecución de un participante y que me dejó absorta en sus manos; que en breve se publicará en un libro con otros de  mis cuentos. He aquí un fragmento para ahora que ya hay aires de festival.

“Eran dedos exigentes, como de escritor perfeccionista; dedos volátiles, como de prestidigitador vestido de gala ante un público convencido; dedos duros con nudillos pronunciados, como de pescador que entrega la esperanza en cada lanzamiento de la atarraya; dedos suaves, como los de un niño que descubre la ternura en su muñeco de peluche; dedos apasionados, como de amante urgido que reclama la entrega; dedos tiernos, como del esposo que acostumbra a medir los años de amor al lado de su compañera; dedos brutales, como de un pistolero en afán de medir un arrebato de precisión y puntería; dedos aristocráticos, como de pianista virtuoso en noche de gala y ensueño; dedos callosos, como de campesino doblado sobre el surco regando con sudor el sueño de la germinación; dedos serenos, como del cura que absuelve; dedos curiosos, como de inventor que prueba mecanismos intrincados; dedos rugosos, como de abuelita que trata de desafiar la enfermedad con la fuerza de los años marcados en cada arruga; dedos de manos aladas, como de mimos callejeros; dedos de manos ágiles, como de director de orquesta; dedos de manos invisibles, como los de las madres que aun en la distancia alientan y serenan.

“Sí, manos y dedos, un conjunto que me hipnotizó, hasta el punto de que ni me preocupé por mirar el rostro del acordeonero, solo las manos que se movían en ritmo ascendente hacia las notas finas y se tornaban rápidas al hacer florituras con sonidos excitantes; cuando creía que las había perdido de vista aparecían suaves, sutiles tocando un pase para convertirse en rudas, nudosas al aprisionar las notas bajas…”. El principio y el final  del cuento se leerá cuando salga el libro.

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NOTICA: De todo corazón mi sentido pésame a las colegas Daysi García por la muerte de su padre y a Enna Celedón por la de su hermano, paz a sus almas.

Columnista
6 marzo, 2017

Las manos del acordeonero

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Cuando a principio de año dije que iba a dedicar mi columna a temas literarios, fue motivada por la situación que vive el país desquiciado y en medio de la corrupción que es su estado natural. A propósito de este tema El Pilón va a realizar un foro, con la presencia del Contralor General de […]


Cuando a principio de año dije que iba a dedicar mi columna a temas literarios, fue motivada por la situación que vive el país desquiciado y en medio de la corrupción que es su estado natural. A propósito de este tema El Pilón va a realizar un foro, con la presencia del Contralor General de la Nación, doctor Edgardo Maya Villazón, y otras personalidades; hay mucha expectativa sobre el mismo que se hará en el hotel Sicarare el siete de marzo.

Siguiendo con la literatura, que siempre refresca, y nos hace olvidar de tantas noticias que llenan de pesimismo. Recordé, en estos días, los más de treinta Festivales de la Leyenda Vallenata, que cubrí, en su mayoría para El Espectador, revolví archivos sobre esos tiempos, encontré la primera entrevista que le hice a Diomedes Díaz, a nivel nacional la primera que se publicó, según El Espectador, y entre mis amarillentas hojas de periódico encontré un cuento ‘Las Manos del acordeonero’ que me inspiró la ejecución de un participante y que me dejó absorta en sus manos; que en breve se publicará en un libro con otros de  mis cuentos. He aquí un fragmento para ahora que ya hay aires de festival.

“Eran dedos exigentes, como de escritor perfeccionista; dedos volátiles, como de prestidigitador vestido de gala ante un público convencido; dedos duros con nudillos pronunciados, como de pescador que entrega la esperanza en cada lanzamiento de la atarraya; dedos suaves, como los de un niño que descubre la ternura en su muñeco de peluche; dedos apasionados, como de amante urgido que reclama la entrega; dedos tiernos, como del esposo que acostumbra a medir los años de amor al lado de su compañera; dedos brutales, como de un pistolero en afán de medir un arrebato de precisión y puntería; dedos aristocráticos, como de pianista virtuoso en noche de gala y ensueño; dedos callosos, como de campesino doblado sobre el surco regando con sudor el sueño de la germinación; dedos serenos, como del cura que absuelve; dedos curiosos, como de inventor que prueba mecanismos intrincados; dedos rugosos, como de abuelita que trata de desafiar la enfermedad con la fuerza de los años marcados en cada arruga; dedos de manos aladas, como de mimos callejeros; dedos de manos ágiles, como de director de orquesta; dedos de manos invisibles, como los de las madres que aun en la distancia alientan y serenan.

“Sí, manos y dedos, un conjunto que me hipnotizó, hasta el punto de que ni me preocupé por mirar el rostro del acordeonero, solo las manos que se movían en ritmo ascendente hacia las notas finas y se tornaban rápidas al hacer florituras con sonidos excitantes; cuando creía que las había perdido de vista aparecían suaves, sutiles tocando un pase para convertirse en rudas, nudosas al aprisionar las notas bajas…”. El principio y el final  del cuento se leerá cuando salga el libro.

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NOTICA: De todo corazón mi sentido pésame a las colegas Daysi García por la muerte de su padre y a Enna Celedón por la de su hermano, paz a sus almas.