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El Vallenato - 26 febrero, 2017

Las casetas: un jolgorio cultural de antaño

Con más de 40 años de tradición, La Cañahuatera se convirtió en unos de los sitios más apetecidos en la temporada de carnaval en Valledupar.

La Cañahuatera es un sitio tradicional en Valledupar en la temporada de carnaval.  Leonardo Alvarado/EL PILÓN
La Cañahuatera es un sitio tradicional en Valledupar en la temporada de carnaval. Leonardo Alvarado/EL PILÓN

Una noche de tragos y maicena terminó en decepción para el doctor Maya, el mismo que vio a Rafael Escalona bollao’ en una creciente del río Cesar por andar de enamorao’. Nunca se imaginó que lo que sería un momento de placer se convertiría en el final asombroso de un sábado de carnaval.

Ese día, uno de los reconocidos galenos de Valledupar de los años 60 quiso darle rienda suelta a sus apetitos sexuales con una mujer que conoció e invitó a bailar en el salón Central, ubicado en donde posteriormente construyeron el parqueadero del Hotel Vajamar. La fémina que cubría su rostro con antifaz y capuchones, además de unos guates negros, resultó ser ‘Toña la tuerta’, una reconocida señora de 60 años de apariencia desagradable, dueña de un prostíbulo que en aquella época llamaban “reservados”.

Fue tanto el desconcierto del doctor Maya que la bajó de su lujoso vehículo cuando se disponía ingresar a su finca, en inmediaciones del puente Salguero. Fue una anécdota carnavalera de la época, de aquellas que dan pie a una letanía que perdura en el tiempo.

Las tradiciones

Para el docente, investigador y folclorista de la facultad de Bellas Artes, Carlos Maldonado, “esa fue una anécdota que nació en un salón carnavalero, antes había la costumbre en las mujeres de ir a los salones con capuchones y antifaces para evitar que la conocieran, pasar de incógnita y evitar comentarios de aquellos que dañan la reputación, el doctor Maya sacó a bailar a la mujer, le dio trago y quiso acostarse con ella; se la llevó para su finca y en el camino le insistió que se quitara la máscara para saber de quién se trataba, ella siempre respondió con negativa. Llegando a la finca la mujer decidió quitarse el disfraz para mostrar su físico, lo que generó una sorpresa desagradable para el doctor Maya, posteriormente la bajó del carro y ese hombre se regresó con una amargura”.

Recordó “para ir a los salones con capuchones había que sacar una contraseña o un número en la alcaldía, tenían que registrarse para poder entrar disfrazado, en la alcaldía guardaban confidencialidad. Mire el carnaval históricamente se rige por un decreto y en la actualidad mucha gente lo hace sin permiso alguno”.

“Ese fue uno de los salones más famosos por allá en los años 60, allí en época de carnaval se presentaban los hermanos Piña, Antolín Lele y la cieguita Lucy González, una agrupación de música sabanera, pero los pioneros en Valledupar en tocar música de acordeón en salones fueron Aníbal Velásquez y Aniceto Molina; luego aparecieron salones como La Pollera Colorá, Salón Caribe (diagonal a la Casa de la Cultura), pero la tradición de los salones viene de muchos años atrás. El pionero en este tipo de eventos fue Víctor Cohens Salazar, un exmarino que llegó en los años 50 procedente de Puerto Colombia y montó el hotel Welcome, en inmediaciones de la plaza Alfonso López, luego lo acondicionó como salón, allí había que cumplir con unas normas a la hora de bailar como guardar la distancia, porque traían muchas orquestas”, recordó Maldonado Peña.

Salones de antaño

En la historia de estos centros bailables de antaño también aparecen Nuevo Ritmo (diagonal al teatro San Jorge), Salón Brasilia, Salón Macondo, Lucero Espiritual y otras que aún existen como La Cañahuatera, La Caseta Aguardiente y La Pata Pela, que comenzaron a ser las más populares. Aquí venían muchos artistas internacionales que los traían a Barranquilla y aprovechaban para presentarse en Valledupar como La Billos Caracas Boys, Pacho Galán, Los Melódicos, Jhonny Ventura, Las Chicas del Can, entre otros.
En la actualidad están de moda, La Cañahuatera, Pela Viejo, El Patio del Negro Solís, Los Tamarindos, Meneando La Batea, entre otras que ensalzan los mal llamados carnavales de Valledupar.

La casa de doña Rosa Antonia Vega de Redondo solo tenía dos habitaciones y un patio trasero muy grande, como era normal en los antiguos inmuebles del viejo Valledupar, lo cual fue ventaja para la organización de muchos eventos bailables.

Al momento de invitar a las personas para el toque o baile, les decían que era en el patio de Rosa Antonia en el barrio Cañahuate; pero muchos, por no decir la gran mayoría, no sabían dónde quedaba el lugar y por quedar en ese popular sector y ser el patio más grande, la bautizaron como La Cañahuatera.

En los bailes solo se integraban los vecinos y amigos del sector, no se cobraba la entrada por lo que el fin era pasar una noche amena y agradable con amigos y escuchar a los artistas amigos que se ofrecían a cantar.

La metamorfosis de salones a casetas comenzó en 1965, según el investigador Carlos Maldonado. “Al lado de Radio Guatapurí montaron una centro de bailable que se llamó Brodway, ya comenzaban a llamarse casetas y aparecieron artistas como Alfredo Gutiérrez, ‘Poncho’ Zuleta y Los Hermanos López. La bonanza marimbera estaba en su apogeo. Pero en la actualidad la figura de casetas viene en decaimiento porque hay que pagar muchos impuestos por derechos de admisión y utilización de la música, en la actualidad las casetas solo se hacen en carnaval y festival”, reconoció.

La tradición carnavalera es un marcapaso a través de la historia. “Antes echaban perfume y polvo rosita para que cuando uno llegara a la casa tuviera problemas con la mujer, luego llegó la maicena como un elemento más popular. Los capuchones comenzaron a desaparecer desde el día que asesinaron a un homosexual, en aquella época matar a alguien era algo aterrador en Valledupar y escandaloso por eso prohibieron ese tipo de disfraces”, puntualizó.

Para Olmedo Severiche Rangel, un hombre que a sus 80 años aún recuerda las casetas antaño, dijo “antes estos sitios se construían con palmas y hojas de zinc, eso ha cambiado mucho, luego trajeron La Matecaña que era de un empresario que la llevaba de ciudad en ciudad, ahora hay tanto impuesto que poco a poco han ido desapareciendo”.

En la actualidad están de moda La Cañahuatera, Pela Viejo, El Patio del Negro Solís, Los Tamarindos, Meneando La Batea, entre otras que ensalzan los mal llamados carnavales de Valledupar.

Nibaldo Bustamante/EL PILÓN

 

El Vallenato
26 febrero, 2017

Las casetas: un jolgorio cultural de antaño

Con más de 40 años de tradición, La Cañahuatera se convirtió en unos de los sitios más apetecidos en la temporada de carnaval en Valledupar.


La Cañahuatera es un sitio tradicional en Valledupar en la temporada de carnaval.  Leonardo Alvarado/EL PILÓN
La Cañahuatera es un sitio tradicional en Valledupar en la temporada de carnaval. Leonardo Alvarado/EL PILÓN

Una noche de tragos y maicena terminó en decepción para el doctor Maya, el mismo que vio a Rafael Escalona bollao’ en una creciente del río Cesar por andar de enamorao’. Nunca se imaginó que lo que sería un momento de placer se convertiría en el final asombroso de un sábado de carnaval.

Ese día, uno de los reconocidos galenos de Valledupar de los años 60 quiso darle rienda suelta a sus apetitos sexuales con una mujer que conoció e invitó a bailar en el salón Central, ubicado en donde posteriormente construyeron el parqueadero del Hotel Vajamar. La fémina que cubría su rostro con antifaz y capuchones, además de unos guates negros, resultó ser ‘Toña la tuerta’, una reconocida señora de 60 años de apariencia desagradable, dueña de un prostíbulo que en aquella época llamaban “reservados”.

Fue tanto el desconcierto del doctor Maya que la bajó de su lujoso vehículo cuando se disponía ingresar a su finca, en inmediaciones del puente Salguero. Fue una anécdota carnavalera de la época, de aquellas que dan pie a una letanía que perdura en el tiempo.

Las tradiciones

Para el docente, investigador y folclorista de la facultad de Bellas Artes, Carlos Maldonado, “esa fue una anécdota que nació en un salón carnavalero, antes había la costumbre en las mujeres de ir a los salones con capuchones y antifaces para evitar que la conocieran, pasar de incógnita y evitar comentarios de aquellos que dañan la reputación, el doctor Maya sacó a bailar a la mujer, le dio trago y quiso acostarse con ella; se la llevó para su finca y en el camino le insistió que se quitara la máscara para saber de quién se trataba, ella siempre respondió con negativa. Llegando a la finca la mujer decidió quitarse el disfraz para mostrar su físico, lo que generó una sorpresa desagradable para el doctor Maya, posteriormente la bajó del carro y ese hombre se regresó con una amargura”.

Recordó “para ir a los salones con capuchones había que sacar una contraseña o un número en la alcaldía, tenían que registrarse para poder entrar disfrazado, en la alcaldía guardaban confidencialidad. Mire el carnaval históricamente se rige por un decreto y en la actualidad mucha gente lo hace sin permiso alguno”.

“Ese fue uno de los salones más famosos por allá en los años 60, allí en época de carnaval se presentaban los hermanos Piña, Antolín Lele y la cieguita Lucy González, una agrupación de música sabanera, pero los pioneros en Valledupar en tocar música de acordeón en salones fueron Aníbal Velásquez y Aniceto Molina; luego aparecieron salones como La Pollera Colorá, Salón Caribe (diagonal a la Casa de la Cultura), pero la tradición de los salones viene de muchos años atrás. El pionero en este tipo de eventos fue Víctor Cohens Salazar, un exmarino que llegó en los años 50 procedente de Puerto Colombia y montó el hotel Welcome, en inmediaciones de la plaza Alfonso López, luego lo acondicionó como salón, allí había que cumplir con unas normas a la hora de bailar como guardar la distancia, porque traían muchas orquestas”, recordó Maldonado Peña.

Salones de antaño

En la historia de estos centros bailables de antaño también aparecen Nuevo Ritmo (diagonal al teatro San Jorge), Salón Brasilia, Salón Macondo, Lucero Espiritual y otras que aún existen como La Cañahuatera, La Caseta Aguardiente y La Pata Pela, que comenzaron a ser las más populares. Aquí venían muchos artistas internacionales que los traían a Barranquilla y aprovechaban para presentarse en Valledupar como La Billos Caracas Boys, Pacho Galán, Los Melódicos, Jhonny Ventura, Las Chicas del Can, entre otros.
En la actualidad están de moda, La Cañahuatera, Pela Viejo, El Patio del Negro Solís, Los Tamarindos, Meneando La Batea, entre otras que ensalzan los mal llamados carnavales de Valledupar.

La casa de doña Rosa Antonia Vega de Redondo solo tenía dos habitaciones y un patio trasero muy grande, como era normal en los antiguos inmuebles del viejo Valledupar, lo cual fue ventaja para la organización de muchos eventos bailables.

Al momento de invitar a las personas para el toque o baile, les decían que era en el patio de Rosa Antonia en el barrio Cañahuate; pero muchos, por no decir la gran mayoría, no sabían dónde quedaba el lugar y por quedar en ese popular sector y ser el patio más grande, la bautizaron como La Cañahuatera.

En los bailes solo se integraban los vecinos y amigos del sector, no se cobraba la entrada por lo que el fin era pasar una noche amena y agradable con amigos y escuchar a los artistas amigos que se ofrecían a cantar.

La metamorfosis de salones a casetas comenzó en 1965, según el investigador Carlos Maldonado. “Al lado de Radio Guatapurí montaron una centro de bailable que se llamó Brodway, ya comenzaban a llamarse casetas y aparecieron artistas como Alfredo Gutiérrez, ‘Poncho’ Zuleta y Los Hermanos López. La bonanza marimbera estaba en su apogeo. Pero en la actualidad la figura de casetas viene en decaimiento porque hay que pagar muchos impuestos por derechos de admisión y utilización de la música, en la actualidad las casetas solo se hacen en carnaval y festival”, reconoció.

La tradición carnavalera es un marcapaso a través de la historia. “Antes echaban perfume y polvo rosita para que cuando uno llegara a la casa tuviera problemas con la mujer, luego llegó la maicena como un elemento más popular. Los capuchones comenzaron a desaparecer desde el día que asesinaron a un homosexual, en aquella época matar a alguien era algo aterrador en Valledupar y escandaloso por eso prohibieron ese tipo de disfraces”, puntualizó.

Para Olmedo Severiche Rangel, un hombre que a sus 80 años aún recuerda las casetas antaño, dijo “antes estos sitios se construían con palmas y hojas de zinc, eso ha cambiado mucho, luego trajeron La Matecaña que era de un empresario que la llevaba de ciudad en ciudad, ahora hay tanto impuesto que poco a poco han ido desapareciendo”.

En la actualidad están de moda La Cañahuatera, Pela Viejo, El Patio del Negro Solís, Los Tamarindos, Meneando La Batea, entre otras que ensalzan los mal llamados carnavales de Valledupar.

Nibaldo Bustamante/EL PILÓN