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Columnista - 9 septiembre, 2017

La tierra del olvido

Remembrando una canción de Carlos Vives ‘La tierra del olvido’, regresa a mi mente lo que en otrora pensaba, interrogándome permanentemente sobre la existencia de una tierra en abandono, donde solo el grupo comunal forjaba hábitos de supervivencia, pues una tierra en olvido no podía ser más que aquella donde la miseria y el abandono […]

Remembrando una canción de Carlos Vives ‘La tierra del olvido’, regresa a mi mente lo que en otrora pensaba, interrogándome permanentemente sobre la existencia de una tierra en abandono, donde solo el grupo comunal forjaba hábitos de supervivencia, pues una tierra en olvido no podía ser más que aquella donde la miseria y el abandono estatal era el marco de su propia historia.

Nací en un pueblo con un exquisito contenido cultural e histórico, un pueblo mágico, tierra de mis ancestros, pueblo amado, que me permitía soñar y mantenerme en la nublada imaginación de sentirme viviendo en el Edén terrenal, del que con descontento me levanto percibiendo años de atraso, carente de políticas sociales, justas y equitativas, condenado en las penurias levantadas por la inoperancia político administrativas que por años ha flagelado este mágico pueblo.

Este 29 de septiembre cumplimos 473 años de supervivencia, donde el abandono, atraso y olvido estatal es el marco reflejo que nos conlleva a sucumbir y convertirnos en la tierra del olvido, con el hilo conductor ausente de un servicio adecuado, eficiente y de calidad de agua potable, el servicio de salud es pésimo, nuestros niños no cuentan con la infraestructura necesaria y los medios pedagógicos para adquirir un servicio educativo de calidad, el servicio de alcantarillado es deplorable, la Administración Municipal está sumida en una crisis financiera y económica que lo hace inviable, lo que nos ha cohibido de la garantía de construir un bienestar y mejorar nuestras condiciones de vida.

Debido a esta problemática hemos perdido la esperanza en la dirigencia política, se ha reclamado mayor atención, inversión y obras que permitan el progreso y desarrollo, por ello vimos con buenos ojos la realización de una sesión extraordinaria de la Asamblea que se llevó a cabo el 21 de julio de 2016, donde los honorables diputados se comprometieron para ser interlocutores con el gobierno departamental, pero trascurrido más de un año del evento la dura realidad nos golpea las puertas y constatamos que todo lo acordado fueron promesas plasmadas en un acta para los anaqueles de los archivos de la duma, porque nada se ha cumplido.

Pero como dice el viejo adagio, la esperanza es lo último que se pierde, por ello los tamalamequeros vimos en la Ruta del Desarrollo y la Paz una nueva alternativa de solución a nuestra problemática y en las palabras del señor gobernador “que había escogido a Tamalameque porque sabía que necesitaba que lo apoyaran para salir adelante” una nueva ilusión, pero todo este sueño y anhelo se ha venido desdibujando al ver que la inversión y obras no llegan al municipio.

Tamalameque sigue con la necesidad de sanear financieramente y dotar su hospital para garantizar un eficiente y oportuno servicio de salud, requiere que a la Institución Educativa Ernestina Pantoja le construyan una sede para brindar una mejor educación, solicita que los programas de vivienda lleguen al municipio para combatir el déficit habitacional, anhela la intervención de sus vías terciarias para que nuestros campesinos tengan como comercializar sus productos y desea cambiar las redes del acueducto que están obsoletas y así garantizar un preciado líquido apto para el consumo humano.

Basta ya, que nuestro pueblo sea conocido e inundado de falsas promesas en épocas electorales, necesitamos verdadero compromiso, inversión y obras para convertirnos en la tierra de la esperanza y no seguir siendo eternamente la tierra del olvido.

Por Diógenes Pino Sanjur

Columnista
9 septiembre, 2017

La tierra del olvido

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Diógenes Pino Sanjur

Remembrando una canción de Carlos Vives ‘La tierra del olvido’, regresa a mi mente lo que en otrora pensaba, interrogándome permanentemente sobre la existencia de una tierra en abandono, donde solo el grupo comunal forjaba hábitos de supervivencia, pues una tierra en olvido no podía ser más que aquella donde la miseria y el abandono […]


Remembrando una canción de Carlos Vives ‘La tierra del olvido’, regresa a mi mente lo que en otrora pensaba, interrogándome permanentemente sobre la existencia de una tierra en abandono, donde solo el grupo comunal forjaba hábitos de supervivencia, pues una tierra en olvido no podía ser más que aquella donde la miseria y el abandono estatal era el marco de su propia historia.

Nací en un pueblo con un exquisito contenido cultural e histórico, un pueblo mágico, tierra de mis ancestros, pueblo amado, que me permitía soñar y mantenerme en la nublada imaginación de sentirme viviendo en el Edén terrenal, del que con descontento me levanto percibiendo años de atraso, carente de políticas sociales, justas y equitativas, condenado en las penurias levantadas por la inoperancia político administrativas que por años ha flagelado este mágico pueblo.

Este 29 de septiembre cumplimos 473 años de supervivencia, donde el abandono, atraso y olvido estatal es el marco reflejo que nos conlleva a sucumbir y convertirnos en la tierra del olvido, con el hilo conductor ausente de un servicio adecuado, eficiente y de calidad de agua potable, el servicio de salud es pésimo, nuestros niños no cuentan con la infraestructura necesaria y los medios pedagógicos para adquirir un servicio educativo de calidad, el servicio de alcantarillado es deplorable, la Administración Municipal está sumida en una crisis financiera y económica que lo hace inviable, lo que nos ha cohibido de la garantía de construir un bienestar y mejorar nuestras condiciones de vida.

Debido a esta problemática hemos perdido la esperanza en la dirigencia política, se ha reclamado mayor atención, inversión y obras que permitan el progreso y desarrollo, por ello vimos con buenos ojos la realización de una sesión extraordinaria de la Asamblea que se llevó a cabo el 21 de julio de 2016, donde los honorables diputados se comprometieron para ser interlocutores con el gobierno departamental, pero trascurrido más de un año del evento la dura realidad nos golpea las puertas y constatamos que todo lo acordado fueron promesas plasmadas en un acta para los anaqueles de los archivos de la duma, porque nada se ha cumplido.

Pero como dice el viejo adagio, la esperanza es lo último que se pierde, por ello los tamalamequeros vimos en la Ruta del Desarrollo y la Paz una nueva alternativa de solución a nuestra problemática y en las palabras del señor gobernador “que había escogido a Tamalameque porque sabía que necesitaba que lo apoyaran para salir adelante” una nueva ilusión, pero todo este sueño y anhelo se ha venido desdibujando al ver que la inversión y obras no llegan al municipio.

Tamalameque sigue con la necesidad de sanear financieramente y dotar su hospital para garantizar un eficiente y oportuno servicio de salud, requiere que a la Institución Educativa Ernestina Pantoja le construyan una sede para brindar una mejor educación, solicita que los programas de vivienda lleguen al municipio para combatir el déficit habitacional, anhela la intervención de sus vías terciarias para que nuestros campesinos tengan como comercializar sus productos y desea cambiar las redes del acueducto que están obsoletas y así garantizar un preciado líquido apto para el consumo humano.

Basta ya, que nuestro pueblo sea conocido e inundado de falsas promesas en épocas electorales, necesitamos verdadero compromiso, inversión y obras para convertirnos en la tierra de la esperanza y no seguir siendo eternamente la tierra del olvido.

Por Diógenes Pino Sanjur