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Columnista - 27 abril, 2015

La Paz y la noria musical

Cerca de Valledupar hay un lugar donde sus pobladores con la música de acordeón hicieron un templo de leyendas y dinastías. Ese hermoso lugar cuyo nombre es tan sonoro como la vida y la esperanza: es La Paz, tierra de la dinastía López, cuyo árbol genético cruza sus raíces con las familias Molina, Gutiérrez y […]

Cerca de Valledupar hay un lugar donde sus pobladores con la música de acordeón hicieron un templo de leyendas y dinastías. Ese hermoso lugar cuyo nombre es tan sonoro como la vida y la esperanza: es La Paz, tierra de la dinastía López, cuyo árbol genético cruza sus raíces con las familias Molina, Gutiérrez y Zequeira.

¿Qué había en ese lugar tan fértil a la música? Había tantas luces en las puertas de la aurora y tantos secretos en las intimidades del alma, que en ese pueblo apacible donde el tiempo parecía detenerse: los juguetes más fascinantes para muchos niños eran la caja, el acordeón y la dulzaina.

El médico y antropólogo, Manuel Zapata Olivella, habitante de este lugar en los años de 1949-1952, y mecenas de la música folclórica, en un artículo (Revista Vida, N° 58. Bogotá, 1953), dice: “La Paz tiene fama de ser la mata de los acordeoneros y paseos vallenatos. En el pueblo nunca faltan tres o cuatro buenos acordeoneros. Pero una cosa es cierta de los acordeoneros pacíficos: son gentes muy retraídas, poco amigos de salir fuera del corral; por eso son más conocidos los juglares de Plato o El Paso…”

La Paz empieza superar su categoría de aldea en la década de 1940, con la carreta nacional que fue construida durante el cuatrienio del presidente Alfonso López Pumarejo (1934- 1938), vence el aislamiento con las principales ciudades de la Costa. Ya los pacíficos para venir a Valledupar no lo hacen por el ‘Camino de Galambao’, ni tienen que temerle a la creciente del Cesar; ahora lo cruzan por el ‘Puente Salguero’. La apertura de la carretera convierte a La Paz en un punto estratégico para los viajeros entre Valledupar, La Guajira y Maracaibo, y además, contaba con un cómodo hotel que había construido José María ‘Chepe’ Romero, y desde el año 1945 pasó a ser propiedad del sanjuanero, Francisco ‘Pacho’ Mendoza, y le da el nombre de ‘Hotel América’, en honor a su esposa, América Sánchez Egurrola. Los servicios eran variados: restaurante, sala de cine, salón de baile y un centro cultural donde se daban citas los destacados músicos de la región.

Del hotel América, Consuelo Araújo Noguera, escribe: “Las convocatorias permanentes en torno a la música y a esa etapa dorada del folclor que estaba produciéndose en esos tiempos, sin que ninguno de sus protagonistas se percatara siquiera de la trascendencia de ese suceso, tenían lugar en el hotel América, que terminó convertido en una noria musical, a cuyo alrededor giraban los grandes de la época”.

En estos días en que se rinde homenaje a La Dinastía López, muchos son los eventos programados y los artículos publicados. En un libro inédito encontré esta décima: “Es tiempo de remembranza/ sones de Juancito López/ en melodioso galope/ de parranda en lontananza./ La luna en la noche avanza/ vestida de melodía/ porque Juancito sería/ en La Paz tierra de amores, / el rey de los trovadores/ de esta bella dinastía”.

Columnista
27 abril, 2015

La Paz y la noria musical

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

Cerca de Valledupar hay un lugar donde sus pobladores con la música de acordeón hicieron un templo de leyendas y dinastías. Ese hermoso lugar cuyo nombre es tan sonoro como la vida y la esperanza: es La Paz, tierra de la dinastía López, cuyo árbol genético cruza sus raíces con las familias Molina, Gutiérrez y […]


Cerca de Valledupar hay un lugar donde sus pobladores con la música de acordeón hicieron un templo de leyendas y dinastías. Ese hermoso lugar cuyo nombre es tan sonoro como la vida y la esperanza: es La Paz, tierra de la dinastía López, cuyo árbol genético cruza sus raíces con las familias Molina, Gutiérrez y Zequeira.

¿Qué había en ese lugar tan fértil a la música? Había tantas luces en las puertas de la aurora y tantos secretos en las intimidades del alma, que en ese pueblo apacible donde el tiempo parecía detenerse: los juguetes más fascinantes para muchos niños eran la caja, el acordeón y la dulzaina.

El médico y antropólogo, Manuel Zapata Olivella, habitante de este lugar en los años de 1949-1952, y mecenas de la música folclórica, en un artículo (Revista Vida, N° 58. Bogotá, 1953), dice: “La Paz tiene fama de ser la mata de los acordeoneros y paseos vallenatos. En el pueblo nunca faltan tres o cuatro buenos acordeoneros. Pero una cosa es cierta de los acordeoneros pacíficos: son gentes muy retraídas, poco amigos de salir fuera del corral; por eso son más conocidos los juglares de Plato o El Paso…”

La Paz empieza superar su categoría de aldea en la década de 1940, con la carreta nacional que fue construida durante el cuatrienio del presidente Alfonso López Pumarejo (1934- 1938), vence el aislamiento con las principales ciudades de la Costa. Ya los pacíficos para venir a Valledupar no lo hacen por el ‘Camino de Galambao’, ni tienen que temerle a la creciente del Cesar; ahora lo cruzan por el ‘Puente Salguero’. La apertura de la carretera convierte a La Paz en un punto estratégico para los viajeros entre Valledupar, La Guajira y Maracaibo, y además, contaba con un cómodo hotel que había construido José María ‘Chepe’ Romero, y desde el año 1945 pasó a ser propiedad del sanjuanero, Francisco ‘Pacho’ Mendoza, y le da el nombre de ‘Hotel América’, en honor a su esposa, América Sánchez Egurrola. Los servicios eran variados: restaurante, sala de cine, salón de baile y un centro cultural donde se daban citas los destacados músicos de la región.

Del hotel América, Consuelo Araújo Noguera, escribe: “Las convocatorias permanentes en torno a la música y a esa etapa dorada del folclor que estaba produciéndose en esos tiempos, sin que ninguno de sus protagonistas se percatara siquiera de la trascendencia de ese suceso, tenían lugar en el hotel América, que terminó convertido en una noria musical, a cuyo alrededor giraban los grandes de la época”.

En estos días en que se rinde homenaje a La Dinastía López, muchos son los eventos programados y los artículos publicados. En un libro inédito encontré esta décima: “Es tiempo de remembranza/ sones de Juancito López/ en melodioso galope/ de parranda en lontananza./ La luna en la noche avanza/ vestida de melodía/ porque Juancito sería/ en La Paz tierra de amores, / el rey de los trovadores/ de esta bella dinastía”.