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Columnista - 18 junio, 2018

La moda de los carteles

Según la Real Academia de la Lengua Española: “Cartel es una lámina de papel que se exhibe con fines publicitarios o informativos”. Dice que es palabra aguda, como se pronuncia en nuestro país, pero los mejicanos le marcan la tilde como palabra grave. Un error que ha hecho carrera y la Academia la aceptó para […]

Según la Real Academia de la Lengua Española: “Cartel es una lámina de papel que se exhibe con fines publicitarios o informativos”. Dice que es palabra aguda, como se pronuncia en nuestro país, pero los mejicanos le marcan la tilde como palabra grave. Un error que ha hecho carrera y la Academia la aceptó para designar una organización ilícita, se puede tildar o no y es válida.

Los cines de los pueblos usaban los carteles en las esquinas y sitios bien visibles para anunciar la película del día, también se usaban, en algunas partes todavía, los carteles luctuosos pegados en postes anunciando un fallecimiento; los políticos dejaban las calles ‘encarteladas’ después de las elecciones; hoy han sido sustituidos por los famosos afiches y las grande vallas, pero a la palabra cartel le han dado otra connotación triste y degradante.

Todo comenzó cuando la utilizaron para designar los grupos de narcotraficantes: Cartel de Medellín, Cartel del Valle y el activo Cartel del Golfo. Y gustó la palabra para la maldad, para designar ahora grupos corruptos: dolió cuando se habló de un Cartel de la Toga, de la Hemofilia (una enfermedad muy rara que oí por primera vez cuando conocí la historia del zarévich curado por Rasputín, en Rusia) y seguimos con algunos que recordamos: Cartel de los Sapos (una serie televisiva) el de la Contratación y más, muchos más. En Valledupar surgió uno muy curioso: El Cartel de los Locos (los sollados dicen algunos) cuya historia ya se conoce.

Qué pesar conocer uno nuevo: el Cartel de los Pilos. La inteligencia comercializada de manera aberrante y más porque se trata de los jóvenes, esperanza del país. Vender la sabiduría para que otros reciban grandes aportes del Estado, pero ¿qué se puede esperar si la comandante de este nuevo desastre se hace llamar La Diabla?

La maldad que no descansa, la corrupción, una de sus manifestaciones, inteligencia para hacer el mal, temas viejos y siempre nuevos que han tratado todos los filósofos. En nuestro país, infortunadamente, cuando creemos que todo va a estar normal, aparece un desastre que yo llamaría la destrucción de los principios éticos, morales, familiares, sociales, en fin, los principios, así nomás.

Cuando este artículo se publique Colombia tendrá un nuevo presidente electo, Dios quiera que trabaje duro para erradicar carteles, carruseles, triquiñuelas y otros demonios, ya es hora de comenzar a exorcizarlos.

Columnista
18 junio, 2018

La moda de los carteles

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Según la Real Academia de la Lengua Española: “Cartel es una lámina de papel que se exhibe con fines publicitarios o informativos”. Dice que es palabra aguda, como se pronuncia en nuestro país, pero los mejicanos le marcan la tilde como palabra grave. Un error que ha hecho carrera y la Academia la aceptó para […]


Según la Real Academia de la Lengua Española: “Cartel es una lámina de papel que se exhibe con fines publicitarios o informativos”. Dice que es palabra aguda, como se pronuncia en nuestro país, pero los mejicanos le marcan la tilde como palabra grave. Un error que ha hecho carrera y la Academia la aceptó para designar una organización ilícita, se puede tildar o no y es válida.

Los cines de los pueblos usaban los carteles en las esquinas y sitios bien visibles para anunciar la película del día, también se usaban, en algunas partes todavía, los carteles luctuosos pegados en postes anunciando un fallecimiento; los políticos dejaban las calles ‘encarteladas’ después de las elecciones; hoy han sido sustituidos por los famosos afiches y las grande vallas, pero a la palabra cartel le han dado otra connotación triste y degradante.

Todo comenzó cuando la utilizaron para designar los grupos de narcotraficantes: Cartel de Medellín, Cartel del Valle y el activo Cartel del Golfo. Y gustó la palabra para la maldad, para designar ahora grupos corruptos: dolió cuando se habló de un Cartel de la Toga, de la Hemofilia (una enfermedad muy rara que oí por primera vez cuando conocí la historia del zarévich curado por Rasputín, en Rusia) y seguimos con algunos que recordamos: Cartel de los Sapos (una serie televisiva) el de la Contratación y más, muchos más. En Valledupar surgió uno muy curioso: El Cartel de los Locos (los sollados dicen algunos) cuya historia ya se conoce.

Qué pesar conocer uno nuevo: el Cartel de los Pilos. La inteligencia comercializada de manera aberrante y más porque se trata de los jóvenes, esperanza del país. Vender la sabiduría para que otros reciban grandes aportes del Estado, pero ¿qué se puede esperar si la comandante de este nuevo desastre se hace llamar La Diabla?

La maldad que no descansa, la corrupción, una de sus manifestaciones, inteligencia para hacer el mal, temas viejos y siempre nuevos que han tratado todos los filósofos. En nuestro país, infortunadamente, cuando creemos que todo va a estar normal, aparece un desastre que yo llamaría la destrucción de los principios éticos, morales, familiares, sociales, en fin, los principios, así nomás.

Cuando este artículo se publique Colombia tendrá un nuevo presidente electo, Dios quiera que trabaje duro para erradicar carteles, carruseles, triquiñuelas y otros demonios, ya es hora de comenzar a exorcizarlos.