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Columnista - 6 abril, 2017

La marcha de la naturaleza no tiene ideologías ni credos

Quien primero abordó el concepto de efecto invernadero fue el sueco Svante Arrhenius, en 1896, y siete años después se alzó con un Nobel de Química. Arrhenius lanzó la teoría en el sentido de que si el ?CO?_2 proveniente de los combustibles fósiles crece geométricamente, el calentamiento lo haría aritméticamente. La fórmula que construyó para […]

Quien primero abordó el concepto de efecto invernadero fue el sueco Svante Arrhenius, en 1896, y siete años después se alzó con un Nobel de Química. Arrhenius lanzó la teoría en el sentido de que si el ?CO?_2 proveniente de los combustibles fósiles crece geométricamente, el calentamiento lo haría aritméticamente. La fórmula que construyó para medir el cambio climático le permitió decir que cuando el ?CO?_2 se duplica en la atmósfera, el planeta se calentaría 5^0C.

Esta formulación, hecha para la era pre-industrial, fue el anuncio de que la glaciación terminaría. Más, las predicciones de Arrhenius se quedaron cortas para la era industrial, lo que él estimaba ocurriría dentro de 250 años, ya está pasando en la mitad de ese tiempo. La naturaleza se deja depredar y otorga en silencio, llenándose de requisitos para responder y cuando lo hace, es inclemente. Todos los fenómenos de la naturaleza y sus procesos, se han dado en millones de años, sus secuencias y rutas exactas son su ADN y la humanidad no debería intervenirlos. La deforestación indiscriminada, el cambio del curso de los ríos, la contaminación del aire y de las aguas, la extracción de minerales, como quitándole ladrillos a una edificación, producen desequilibrios naturales, uno de los cuales es el alterado régimen de lluvias. La tierra está resentida, se queja y se anuncia.

En su movimiento alrededor del sol a razón de 30Km/s, necesita que su centro de masa permanezca inalterado; muchos de los ruidos que transmite en su desplazamiento, por debajo de las frecuencias perceptibles por el hombre, son escuchadas en forma atípica por un reducido % de personas, ese HUM…es inquietante, son un anuncio de que algo anda mal pero nadie quiere poner atención. El planeta está anunciando un futuro tétrico, no ese del cual nos habla el Apocalipsis de Juan con trompetas y caballos.

Del calentamiento global ya se conocen sus consecuencias, en el país las vivimos todos los años. El fenómeno del Niño, que si bien hace siglos se ha manifestado, ha aumentado su frecuencia. El bíblico “diluvio universal”, que ocurrió en Irak, puede interpretarse como un efecto “Niño”. Lo de Mocoa es una de esas manifestaciones, y si bien este es un fenómeno natural, ahí está metida la mano del hombre a través de los llamados POT que muchas veces desafían el Plan de la Naturaleza, urbanizando para los pobres dentro de sus paramentos; es una provocación demagógica. El material de arrastre de los ríos sublevados, con desechos de árboles, nos indica que en la zona se ha producido una gran tala de árboles que sirvió de artillería para que la revancha fuera letal; a los ríos no se les debe represar su cauce; un río obstruido es como una arteria taponada que puede infartarse. La ira de la naturaleza no se pude prevenir en tiempo y lugar pero sabiendo esto, el Estado debe adoptar todas las previsiones y medidas para minimizarla, más, a esto no se le dedica ni espacio ni atención. P.ej., la margen derecha del río Guatapurí es una bomba de tiempo; nada ha pasado porque el régimen de lluvias de la Sierra Nevada ha cambiado, pero yo llegué ver a este río treparse por encima del puente Hurtado y al Cesar subirse al Salguero. ¿Y qué tal si llegase a ocurrir lo que se ha dicho del cerro Simonorúa? ¿Estamos preparados? Valledupar sería sepultada.

Por Luis Napoleón de Armas P.

[email protected]

Columnista
6 abril, 2017

La marcha de la naturaleza no tiene ideologías ni credos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Quien primero abordó el concepto de efecto invernadero fue el sueco Svante Arrhenius, en 1896, y siete años después se alzó con un Nobel de Química. Arrhenius lanzó la teoría en el sentido de que si el ?CO?_2 proveniente de los combustibles fósiles crece geométricamente, el calentamiento lo haría aritméticamente. La fórmula que construyó para […]


Quien primero abordó el concepto de efecto invernadero fue el sueco Svante Arrhenius, en 1896, y siete años después se alzó con un Nobel de Química. Arrhenius lanzó la teoría en el sentido de que si el ?CO?_2 proveniente de los combustibles fósiles crece geométricamente, el calentamiento lo haría aritméticamente. La fórmula que construyó para medir el cambio climático le permitió decir que cuando el ?CO?_2 se duplica en la atmósfera, el planeta se calentaría 5^0C.

Esta formulación, hecha para la era pre-industrial, fue el anuncio de que la glaciación terminaría. Más, las predicciones de Arrhenius se quedaron cortas para la era industrial, lo que él estimaba ocurriría dentro de 250 años, ya está pasando en la mitad de ese tiempo. La naturaleza se deja depredar y otorga en silencio, llenándose de requisitos para responder y cuando lo hace, es inclemente. Todos los fenómenos de la naturaleza y sus procesos, se han dado en millones de años, sus secuencias y rutas exactas son su ADN y la humanidad no debería intervenirlos. La deforestación indiscriminada, el cambio del curso de los ríos, la contaminación del aire y de las aguas, la extracción de minerales, como quitándole ladrillos a una edificación, producen desequilibrios naturales, uno de los cuales es el alterado régimen de lluvias. La tierra está resentida, se queja y se anuncia.

En su movimiento alrededor del sol a razón de 30Km/s, necesita que su centro de masa permanezca inalterado; muchos de los ruidos que transmite en su desplazamiento, por debajo de las frecuencias perceptibles por el hombre, son escuchadas en forma atípica por un reducido % de personas, ese HUM…es inquietante, son un anuncio de que algo anda mal pero nadie quiere poner atención. El planeta está anunciando un futuro tétrico, no ese del cual nos habla el Apocalipsis de Juan con trompetas y caballos.

Del calentamiento global ya se conocen sus consecuencias, en el país las vivimos todos los años. El fenómeno del Niño, que si bien hace siglos se ha manifestado, ha aumentado su frecuencia. El bíblico “diluvio universal”, que ocurrió en Irak, puede interpretarse como un efecto “Niño”. Lo de Mocoa es una de esas manifestaciones, y si bien este es un fenómeno natural, ahí está metida la mano del hombre a través de los llamados POT que muchas veces desafían el Plan de la Naturaleza, urbanizando para los pobres dentro de sus paramentos; es una provocación demagógica. El material de arrastre de los ríos sublevados, con desechos de árboles, nos indica que en la zona se ha producido una gran tala de árboles que sirvió de artillería para que la revancha fuera letal; a los ríos no se les debe represar su cauce; un río obstruido es como una arteria taponada que puede infartarse. La ira de la naturaleza no se pude prevenir en tiempo y lugar pero sabiendo esto, el Estado debe adoptar todas las previsiones y medidas para minimizarla, más, a esto no se le dedica ni espacio ni atención. P.ej., la margen derecha del río Guatapurí es una bomba de tiempo; nada ha pasado porque el régimen de lluvias de la Sierra Nevada ha cambiado, pero yo llegué ver a este río treparse por encima del puente Hurtado y al Cesar subirse al Salguero. ¿Y qué tal si llegase a ocurrir lo que se ha dicho del cerro Simonorúa? ¿Estamos preparados? Valledupar sería sepultada.

Por Luis Napoleón de Armas P.

[email protected]