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Columnista - 3 agosto, 2017

La industria extractiva no es el cáncer, pero tampoco es la gloria

El debate académico acerca de las bondades y reparos acerca de la industria extractiva, dentro de la cual se encuentran la minería y los hidrocarburos, siempre estará presente. Para ubicarse en un término medio de discusión, vale la pena repetir que “ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no lo alumbre”. […]

El debate académico acerca de las bondades y reparos acerca de la industria extractiva, dentro de la cual se encuentran la minería y los hidrocarburos, siempre estará presente. Para ubicarse en un término medio de discusión, vale la pena repetir que “ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no lo alumbre”. O dicho de otra manera, minería sí, pero no así.

Desde el punto de vista macroeconómico hay que aceptar que la industria extractiva podría producir divisas, empleo y crecimiento económico; sus regalías, que no son un impuesto, le sirven a un Estado determinado para fortalecer su economía, hacer inversiones en sectores clave y apalancar su capacidad de endeudamiento, y en un horizonte no tan largo de tiempo podría ser la columna vertebral de la economía; podría obtener los primeros puestos dentro del sector exportador y puede ser un buen negocio para sus inversionistas y producir una sensación de crecimiento. Es obvio que el país que cuente con estos recursos pueda utilizarlos en vez de dejarlos para siempre en el subsuelo. Lo malo de esta actividad es que no produce valor agregado ni desencadena el desarrollo de otras actividades sectoriales; tal vez la industria metalmecánica podría obtener algunos beneficios; no es conveniente, tampoco, fijarla como base de un modelo económico, en detrimento de otras actividades ricas en valor agregado y de carácter más duradero, que puedan tener una integración mínima de tipo vertical.

No conozco ningún país del mundo que se haya desarrollado gracias a la minería; de los primeros diez países mineros solo tres se han desarrollado, pero no por esta actividad, como lo son EE.UU, Canadá y Australia. El PIB de los EE.UU se debe en un 78 % al sector servicios derivados del conocimiento, un 21 % a su industria y solo el 1 % al sector agropecuario. P. ej., Perú es el quinto productor de oro del mundo, el tercero de plata, cobre y zinc, y el cuarto de plomo. Pero Perú es un desvalido frente a Corea del Sur que en 1970 era tan pobre como nuestro vecino inca; hoy el PIB de Corea quintuplica el de Perú y la sola Samsung vende más que todo el PIB peruano. Claro, este exporta commodities y Corea tecnología. Los países productores y exportadores de materias primas no pasan de ser carga ladrillos de los países desarrollados, la industria extractiva es un placebo; es como una lotería no hecha por las fuerzas productivas, y lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta. Además, los países que viven fundamentalmente de este sector, son sujetos de los precios que fijan autónomamente los países industrializados; por eso los presupuestos de ingresos y gastos del proveedor son frágiles y en tales eventos los organismos rectores de las finanzas los obligan a decretar más impuestos directos que terminan de pagar los que menos posibilidades tienen. Mientras tanto, los grandes inversionistas, integrantes del gran capital internacional, aumentan sus utilidades concentrándose cada vez más la renta en unos pocos.

Por eso no hay que darle mucha credibilidad al concepto del PIB y menos del PIB per cápita, formas de disfrazar una verdad. Una ilustración clara es la siguiente: si una persona con capacidad de compra puede ingerir 200 panes por año y otras 99 no comen ni uno en el mismo periodo, el consumo promedio de esa población es de dos panes per cápita, lo cual es falso. Otro tema que se discute es el medioambiental; los mineros maquillan la situación y los ambientalistas la relievan. De jure que tiene su impacto sobre la naturaleza; el año pasado, el Ideam incluyó a la zona minera del Cesar dentro de las regiones del país con la mayor contaminación de su aire y por eso nuestros altos indicadores en la enfermedad respiratoria aguda, IRA.

Por Luis Napoleón de Armas P.

[email protected]

Columnista
3 agosto, 2017

La industria extractiva no es el cáncer, pero tampoco es la gloria

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

El debate académico acerca de las bondades y reparos acerca de la industria extractiva, dentro de la cual se encuentran la minería y los hidrocarburos, siempre estará presente. Para ubicarse en un término medio de discusión, vale la pena repetir que “ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no lo alumbre”. […]


El debate académico acerca de las bondades y reparos acerca de la industria extractiva, dentro de la cual se encuentran la minería y los hidrocarburos, siempre estará presente. Para ubicarse en un término medio de discusión, vale la pena repetir que “ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no lo alumbre”. O dicho de otra manera, minería sí, pero no así.

Desde el punto de vista macroeconómico hay que aceptar que la industria extractiva podría producir divisas, empleo y crecimiento económico; sus regalías, que no son un impuesto, le sirven a un Estado determinado para fortalecer su economía, hacer inversiones en sectores clave y apalancar su capacidad de endeudamiento, y en un horizonte no tan largo de tiempo podría ser la columna vertebral de la economía; podría obtener los primeros puestos dentro del sector exportador y puede ser un buen negocio para sus inversionistas y producir una sensación de crecimiento. Es obvio que el país que cuente con estos recursos pueda utilizarlos en vez de dejarlos para siempre en el subsuelo. Lo malo de esta actividad es que no produce valor agregado ni desencadena el desarrollo de otras actividades sectoriales; tal vez la industria metalmecánica podría obtener algunos beneficios; no es conveniente, tampoco, fijarla como base de un modelo económico, en detrimento de otras actividades ricas en valor agregado y de carácter más duradero, que puedan tener una integración mínima de tipo vertical.

No conozco ningún país del mundo que se haya desarrollado gracias a la minería; de los primeros diez países mineros solo tres se han desarrollado, pero no por esta actividad, como lo son EE.UU, Canadá y Australia. El PIB de los EE.UU se debe en un 78 % al sector servicios derivados del conocimiento, un 21 % a su industria y solo el 1 % al sector agropecuario. P. ej., Perú es el quinto productor de oro del mundo, el tercero de plata, cobre y zinc, y el cuarto de plomo. Pero Perú es un desvalido frente a Corea del Sur que en 1970 era tan pobre como nuestro vecino inca; hoy el PIB de Corea quintuplica el de Perú y la sola Samsung vende más que todo el PIB peruano. Claro, este exporta commodities y Corea tecnología. Los países productores y exportadores de materias primas no pasan de ser carga ladrillos de los países desarrollados, la industria extractiva es un placebo; es como una lotería no hecha por las fuerzas productivas, y lo que no nos cuesta, hagámoslo fiesta. Además, los países que viven fundamentalmente de este sector, son sujetos de los precios que fijan autónomamente los países industrializados; por eso los presupuestos de ingresos y gastos del proveedor son frágiles y en tales eventos los organismos rectores de las finanzas los obligan a decretar más impuestos directos que terminan de pagar los que menos posibilidades tienen. Mientras tanto, los grandes inversionistas, integrantes del gran capital internacional, aumentan sus utilidades concentrándose cada vez más la renta en unos pocos.

Por eso no hay que darle mucha credibilidad al concepto del PIB y menos del PIB per cápita, formas de disfrazar una verdad. Una ilustración clara es la siguiente: si una persona con capacidad de compra puede ingerir 200 panes por año y otras 99 no comen ni uno en el mismo periodo, el consumo promedio de esa población es de dos panes per cápita, lo cual es falso. Otro tema que se discute es el medioambiental; los mineros maquillan la situación y los ambientalistas la relievan. De jure que tiene su impacto sobre la naturaleza; el año pasado, el Ideam incluyó a la zona minera del Cesar dentro de las regiones del país con la mayor contaminación de su aire y por eso nuestros altos indicadores en la enfermedad respiratoria aguda, IRA.

Por Luis Napoleón de Armas P.

[email protected]