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Columnista - 23 marzo, 2017

La ética por encima de los partidos

“Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”: Simón Bolívar.En teoría, un partido político es una agremiación de ciudadanos que comparten valores, principios, objetivos y cosmovisión de cómo debería funcionar la sociedad y el Estado. Hoy, sin embargo, lo que tenemos es una caricatura […]

“Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”: Simón Bolívar.En teoría, un partido político es una agremiación de ciudadanos que comparten valores, principios, objetivos y cosmovisión de cómo debería funcionar la sociedad y el Estado. Hoy, sin embargo, lo que tenemos es una caricatura de partidos, máquinas electorales para las cuales el fin justifica los medios; el concepto de democracia ha sido sustituido por la mafiocracia, grado superlativo de la plutocracia que coopta la voluntad popular.

La honorabilidad de los partidos y de sus dirigentes no existe, la fijación de administrar la cosa pública rompió todos los diques de la ética personal y de la moral pública. Cuando un partido pierde sus principios, de derecha o de izquierda, ya no queda sino un bagazo ávido de recibir propuestas financieras a cambio de una contraprestación vergonzosa con cargo a la contratación pública.

En Colombia, desde los inicios de la República, no hemos tenido partidos serios sino grupos de intriga y de guerra; siempre hemos estado inmersos en ella. Y cuando alguien ha intentado cambiar las cosas, lo han asesinado porque para esos falsos partidos lo importante es el statu quo que permite pescar en río revuelto.

Las intrigas palaciegas nacieron con la República, ya lo dijo Bolívar desde su lecho de enfermo y desde entonces nada ha cambiado; nuestros partidos tradicionales siempre se han nutrido del pillaje y nada mejor escenario para este que las guerras en las cuales, como se sabe, la primera víctima es la verdad. Los partidos políticos, cualquiera que sea su concepción ideológica, tienen que beber en las canteras de Sócrates (parodiando a Uribe Uribe) porque sin ética la gobernanza es imposible.
Por otro lado, los partidos deben cerrarles el paso a las congregaciones religiosas que buscan votos “en nombre del Señor”, que ya comienzan a amenazar a sus adversarios como lo acaba de hacer el llamado pastor Arrázola en Cartagena. En algunas partes, estos feudos religiosos ya están contratando con el Estado como retribución a sus aportes electorales. Y de una cruzada, hecha en nombre de Dios, ¿quién nos librará? Hay que enfrentar lo que nos viene con mucho patriotismo; la unión de las fuerzas marginales alternativas debe producirse por encima de los partidos y de la ideología sobre unos elementos mínimos de principios y valores, la Nación y el país lo requieren; es la única forma de tener una posibilidad de éxito frente a las alianzas mafiosas de los varones electorales; Colombia está en cuidados intensivos y si el posconflicto no tiene un adecuado tratamiento, la guerra continuará. La reunión que sostuvieron recientemente algunos dirigentes alternativos, es un buen comienzo; los egos deben sepultarse ante la inminencia de la continuidad mafiosa en el poder; el palo no está para cucharas; estas conversaciones tienen que seguir hasta elaborar una propuesta única de gobierno que cubra varios periodos institucionales. El candidato ideal deberá ser el que tenga las mejores opciones electorales y éticas.

[email protected]

Columnista
23 marzo, 2017

La ética por encima de los partidos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

“Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”: Simón Bolívar.En teoría, un partido político es una agremiación de ciudadanos que comparten valores, principios, objetivos y cosmovisión de cómo debería funcionar la sociedad y el Estado. Hoy, sin embargo, lo que tenemos es una caricatura […]


“Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”: Simón Bolívar.En teoría, un partido político es una agremiación de ciudadanos que comparten valores, principios, objetivos y cosmovisión de cómo debería funcionar la sociedad y el Estado. Hoy, sin embargo, lo que tenemos es una caricatura de partidos, máquinas electorales para las cuales el fin justifica los medios; el concepto de democracia ha sido sustituido por la mafiocracia, grado superlativo de la plutocracia que coopta la voluntad popular.

La honorabilidad de los partidos y de sus dirigentes no existe, la fijación de administrar la cosa pública rompió todos los diques de la ética personal y de la moral pública. Cuando un partido pierde sus principios, de derecha o de izquierda, ya no queda sino un bagazo ávido de recibir propuestas financieras a cambio de una contraprestación vergonzosa con cargo a la contratación pública.

En Colombia, desde los inicios de la República, no hemos tenido partidos serios sino grupos de intriga y de guerra; siempre hemos estado inmersos en ella. Y cuando alguien ha intentado cambiar las cosas, lo han asesinado porque para esos falsos partidos lo importante es el statu quo que permite pescar en río revuelto.

Las intrigas palaciegas nacieron con la República, ya lo dijo Bolívar desde su lecho de enfermo y desde entonces nada ha cambiado; nuestros partidos tradicionales siempre se han nutrido del pillaje y nada mejor escenario para este que las guerras en las cuales, como se sabe, la primera víctima es la verdad. Los partidos políticos, cualquiera que sea su concepción ideológica, tienen que beber en las canteras de Sócrates (parodiando a Uribe Uribe) porque sin ética la gobernanza es imposible.
Por otro lado, los partidos deben cerrarles el paso a las congregaciones religiosas que buscan votos “en nombre del Señor”, que ya comienzan a amenazar a sus adversarios como lo acaba de hacer el llamado pastor Arrázola en Cartagena. En algunas partes, estos feudos religiosos ya están contratando con el Estado como retribución a sus aportes electorales. Y de una cruzada, hecha en nombre de Dios, ¿quién nos librará? Hay que enfrentar lo que nos viene con mucho patriotismo; la unión de las fuerzas marginales alternativas debe producirse por encima de los partidos y de la ideología sobre unos elementos mínimos de principios y valores, la Nación y el país lo requieren; es la única forma de tener una posibilidad de éxito frente a las alianzas mafiosas de los varones electorales; Colombia está en cuidados intensivos y si el posconflicto no tiene un adecuado tratamiento, la guerra continuará. La reunión que sostuvieron recientemente algunos dirigentes alternativos, es un buen comienzo; los egos deben sepultarse ante la inminencia de la continuidad mafiosa en el poder; el palo no está para cucharas; estas conversaciones tienen que seguir hasta elaborar una propuesta única de gobierno que cubra varios periodos institucionales. El candidato ideal deberá ser el que tenga las mejores opciones electorales y éticas.

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