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Columnista - 17 agosto, 2017

La estrategia del miedo

El miedo es un sentimiento aprendido; desde muy pequeños nos asustan con el “cuco” y con las brujas, la religión nos aterroriza con el temor a Dios y con las amenazas del diablo y del infierno; el Apocalipsis, es un tratado de terror. Siempre nos han infundido miedo, vivimos en un estado de temores, muchos […]

El miedo es un sentimiento aprendido; desde muy pequeños nos asustan con el “cuco” y con las brujas, la religión nos aterroriza con el temor a Dios y con las amenazas del diablo y del infierno; el Apocalipsis, es un tratado de terror. Siempre nos han infundido miedo, vivimos en un estado de temores, muchos de los cuales se han hecho realidades y a otros, por la repetición de la fábula, los aceptamos como verdaderos.

La mentira institucional sobre el miedo infundido, ha sido canónica desde tiempos remotos; el fin del mundo, el diluvio universal, son apenas unos capítulos de la cultura del pánico. Hitler convenció a los alemanes de que el comunismo, los judíos, gitanos y homosexuales serían la desgracia de los arios, que además, los convenció de que eran la raza superior. Por poco acierta porque al perder la guerra, fueron humillados por la URSS, una confederación comunista. El nazismo es un tratado de mentiras, de xenofobia, miedo y odio. Igual puede decirse de las cruzadas católicas que, pese a las amenazas de sufrir con el infierno, anegaron de sangre gran parte de Europa, con su accionar de miedo y terror. El paramilitarismo convirtió a Colombia en un escenario de miedo al comunismo y al derecho de los campesinos de explotar sus propias tierras que les fueron expropiadas por medio del terror. Antes, Laureano Gómez había utilizado la política del miedo con sus famosos chulavitas, un engendro de tipo paramilitar con la policía nacional.

Actualmente, se sigue utilizando ese método del miedo; el plebiscito sobre los acuerdos de La Habana realizados el año pasado, fue direccionado por algunas organizaciones político-religiosas sobre la base del miedo al acuñado término castrochavismo, que vendría la expropiación de tierras y el dominio de las FARC; decían que la equidad de género haría homosexuales a todos los niños. El miedo se ha vuelto endémico a base de mentiras. Han hecho que se le tema a todo: a la discrepancia, al debate, al adversario, al buen tratamiento a la biodiversidad, a la inclusión social, a la transformación agropecuaria del país, a los acuerdos de paz, al censo agropecuario, a las decisiones de la JEP (tribunal sobre reparación y justicia), a la apertura democrática, a la entrega de armas por parte de la guerrilla (la guerra es la bandera de muchos políticos), y sobre todo a la verdad; incluso, la caída de Maduro les da miedo y lo transmiten porque el castrochavismo desaparecería y ya no tendrían leña para la hoguera. Este es un miedo regulado y condicionado. Jugar con la honra del adversario con un prontuario de mentiras les ha dado resultados por aquello de que mentira repetida se convierte en verdad.

El reciente caso de Daniel Samper Ospina puede ser la portada de un libro escrito por Goebels; igual el trabajo que han hecho sobre la vida de Piedad Córdoba que, independientemente de sus posturas ideológicas, sabemos que es una mujer valerosa, de una conducta personal intachable; sin embargo, los promotores del miedo y la mentira, la han convertido en una mujer odiosa, muchos sin razón, le pican la huella. Sobre Gustavo Petro, un adversario al que le temen por sus posibilidades electorales, debemos estar preparados para escuchar todos los infundios posibles, lo de guerrillero será un calificativo piadoso. La contiende electoral que se avecina no estará exenta de crímenes, las FARC se desmovilizaron pero el paramilitarismo está vivo y cohabita con nosotros en varios niveles de la sociedad civil y aún del Estado. Pueden autodenominarse como quieran pero es el mismo perro con diferente tramojo. Y lo malo de esto, es que tiene apoyo tácito en muchos sectores de la sociedad y de la política. Da vergüenza ajena que tantas personas defiendan estos postulados.

[email protected]

Por Luis Napoleón de armas P.

 

Columnista
17 agosto, 2017

La estrategia del miedo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

El miedo es un sentimiento aprendido; desde muy pequeños nos asustan con el “cuco” y con las brujas, la religión nos aterroriza con el temor a Dios y con las amenazas del diablo y del infierno; el Apocalipsis, es un tratado de terror. Siempre nos han infundido miedo, vivimos en un estado de temores, muchos […]


El miedo es un sentimiento aprendido; desde muy pequeños nos asustan con el “cuco” y con las brujas, la religión nos aterroriza con el temor a Dios y con las amenazas del diablo y del infierno; el Apocalipsis, es un tratado de terror. Siempre nos han infundido miedo, vivimos en un estado de temores, muchos de los cuales se han hecho realidades y a otros, por la repetición de la fábula, los aceptamos como verdaderos.

La mentira institucional sobre el miedo infundido, ha sido canónica desde tiempos remotos; el fin del mundo, el diluvio universal, son apenas unos capítulos de la cultura del pánico. Hitler convenció a los alemanes de que el comunismo, los judíos, gitanos y homosexuales serían la desgracia de los arios, que además, los convenció de que eran la raza superior. Por poco acierta porque al perder la guerra, fueron humillados por la URSS, una confederación comunista. El nazismo es un tratado de mentiras, de xenofobia, miedo y odio. Igual puede decirse de las cruzadas católicas que, pese a las amenazas de sufrir con el infierno, anegaron de sangre gran parte de Europa, con su accionar de miedo y terror. El paramilitarismo convirtió a Colombia en un escenario de miedo al comunismo y al derecho de los campesinos de explotar sus propias tierras que les fueron expropiadas por medio del terror. Antes, Laureano Gómez había utilizado la política del miedo con sus famosos chulavitas, un engendro de tipo paramilitar con la policía nacional.

Actualmente, se sigue utilizando ese método del miedo; el plebiscito sobre los acuerdos de La Habana realizados el año pasado, fue direccionado por algunas organizaciones político-religiosas sobre la base del miedo al acuñado término castrochavismo, que vendría la expropiación de tierras y el dominio de las FARC; decían que la equidad de género haría homosexuales a todos los niños. El miedo se ha vuelto endémico a base de mentiras. Han hecho que se le tema a todo: a la discrepancia, al debate, al adversario, al buen tratamiento a la biodiversidad, a la inclusión social, a la transformación agropecuaria del país, a los acuerdos de paz, al censo agropecuario, a las decisiones de la JEP (tribunal sobre reparación y justicia), a la apertura democrática, a la entrega de armas por parte de la guerrilla (la guerra es la bandera de muchos políticos), y sobre todo a la verdad; incluso, la caída de Maduro les da miedo y lo transmiten porque el castrochavismo desaparecería y ya no tendrían leña para la hoguera. Este es un miedo regulado y condicionado. Jugar con la honra del adversario con un prontuario de mentiras les ha dado resultados por aquello de que mentira repetida se convierte en verdad.

El reciente caso de Daniel Samper Ospina puede ser la portada de un libro escrito por Goebels; igual el trabajo que han hecho sobre la vida de Piedad Córdoba que, independientemente de sus posturas ideológicas, sabemos que es una mujer valerosa, de una conducta personal intachable; sin embargo, los promotores del miedo y la mentira, la han convertido en una mujer odiosa, muchos sin razón, le pican la huella. Sobre Gustavo Petro, un adversario al que le temen por sus posibilidades electorales, debemos estar preparados para escuchar todos los infundios posibles, lo de guerrillero será un calificativo piadoso. La contiende electoral que se avecina no estará exenta de crímenes, las FARC se desmovilizaron pero el paramilitarismo está vivo y cohabita con nosotros en varios niveles de la sociedad civil y aún del Estado. Pueden autodenominarse como quieran pero es el mismo perro con diferente tramojo. Y lo malo de esto, es que tiene apoyo tácito en muchos sectores de la sociedad y de la política. Da vergüenza ajena que tantas personas defiendan estos postulados.

[email protected]

Por Luis Napoleón de armas P.