Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 23 noviembre, 2016

La cultura del respeto

El tema incluye la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos como personas, familia y sociedad. He viajado pocas veces a los EE.UU. de Norteamérica, y recientemente. Admiro la conducta respetuosa que sus ciudadanos asumen entre si y ante los extranjeros. El respeto al otro es lo que más se puede observar en el trato […]

El tema incluye la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos como personas, familia y sociedad.

He viajado pocas veces a los EE.UU. de Norteamérica, y recientemente. Admiro la conducta respetuosa que sus ciudadanos asumen entre si y ante los extranjeros.

El respeto al otro es lo que más se puede observar en el trato diario, y que sin lugar a dudas es factor muy importante en la conformación de su república democrática. Quizás no podría ser de otro modo dada la diversidad de origen de los grupos humanos que la constituyen, que parece ser la razón de su súper poder.

Políticamente, no han necesitado más que de dos partidos políticos tradicionales, republicano y demócrata, para zanjar sus diferencias comunes a cualesquiera grupos humanos. Al paso que los latinoamericanos requerimos de varios partidos y movimientos políticos, lo cual es propio de nuestro carácter parlanchín.

Pienso que la llave maestra que lleva a los norteamericanos a su éxito ciudadano, político y económico, es su apuesta individual por la excelencia personal y organizacional, con fundamento en el respeto al otro, para, a su turno, tener el derecho a ser respetado.

A este tipo de conducta se someten los norteamericanos, pero es curioso que los latinoamericanos y demás pueblos que allí van, también aprenden a observar esa misma cultura, en términos generales.

Allí, actuamos disciplinadamente, pero no entre nosotros; allá, se respeta a la autoridad, pero no entre nosotros. Por tanto, algo nos está fallando: sin duda, la falta de educación y formación pertinentes, para no hablar de distinciones raciales, que son odiosas, aunque sean verdaderas.

Lo dicho tiene consecuencias serias. Los norteamericanos son gentes suficientemente desarrollados, en todos los órdenes. Son abundantes. Incluyentes. Los latinoamericanos, somos gentes, comparativamente, deficientes y pobres. Excluyentes en todas las maneras. Algunos dirigentes políticos nuestros, tienen sus propias explicaciones al respecto, populistas, que no son las verdaderas razones.

Por eso pienso que quienes nos guían, están obligados a pensar y a actuar, seriamente, en la suerte futura de Latinoamérica, a fin de lograr su desarrollo, individual y colectivo, púes de lo contrario podemos correr el riesgo de llegar tarde a las grandes autopistas del desarrollo y terminar siendo países fallidos, cada vez más “empeorados”, entre otras cosas, por el crecimiento poblacional desordenado. Latinoamérica es deficiente, comparativamente con los países de Norteamérica y de Europa, en todas las mediciones de la competitividad. Y el folclorismo que tanto amamos, con el que se nos divierte y queremos ser divertidos no es suficiente para vivir en la paz que anhelamos.

Precisamente, el Consejo Privado de Competitividad de Colombia, ha expresado recientemente: la corrupción es considerada por el Fondo Económico Mundial como uno de los factores más problemáticos en el país para hacer negocios.

Estimo, pues, que las culturas de los pueblos del norte y del sur del continente americano es lo que hace la diferencia en nuestras vidas, cuyos ítems no especifico porque son conocidos y porque uno de los rasgos negativos que, precisamente, nos separa del norte, es que somos narcisistas, marcados por una intensa irritabilidad social.

NOTA: si visitas a Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor
[email protected]

 

Columnista
23 noviembre, 2016

La cultura del respeto

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

El tema incluye la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos como personas, familia y sociedad. He viajado pocas veces a los EE.UU. de Norteamérica, y recientemente. Admiro la conducta respetuosa que sus ciudadanos asumen entre si y ante los extranjeros. El respeto al otro es lo que más se puede observar en el trato […]


El tema incluye la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos como personas, familia y sociedad.

He viajado pocas veces a los EE.UU. de Norteamérica, y recientemente. Admiro la conducta respetuosa que sus ciudadanos asumen entre si y ante los extranjeros.

El respeto al otro es lo que más se puede observar en el trato diario, y que sin lugar a dudas es factor muy importante en la conformación de su república democrática. Quizás no podría ser de otro modo dada la diversidad de origen de los grupos humanos que la constituyen, que parece ser la razón de su súper poder.

Políticamente, no han necesitado más que de dos partidos políticos tradicionales, republicano y demócrata, para zanjar sus diferencias comunes a cualesquiera grupos humanos. Al paso que los latinoamericanos requerimos de varios partidos y movimientos políticos, lo cual es propio de nuestro carácter parlanchín.

Pienso que la llave maestra que lleva a los norteamericanos a su éxito ciudadano, político y económico, es su apuesta individual por la excelencia personal y organizacional, con fundamento en el respeto al otro, para, a su turno, tener el derecho a ser respetado.

A este tipo de conducta se someten los norteamericanos, pero es curioso que los latinoamericanos y demás pueblos que allí van, también aprenden a observar esa misma cultura, en términos generales.

Allí, actuamos disciplinadamente, pero no entre nosotros; allá, se respeta a la autoridad, pero no entre nosotros. Por tanto, algo nos está fallando: sin duda, la falta de educación y formación pertinentes, para no hablar de distinciones raciales, que son odiosas, aunque sean verdaderas.

Lo dicho tiene consecuencias serias. Los norteamericanos son gentes suficientemente desarrollados, en todos los órdenes. Son abundantes. Incluyentes. Los latinoamericanos, somos gentes, comparativamente, deficientes y pobres. Excluyentes en todas las maneras. Algunos dirigentes políticos nuestros, tienen sus propias explicaciones al respecto, populistas, que no son las verdaderas razones.

Por eso pienso que quienes nos guían, están obligados a pensar y a actuar, seriamente, en la suerte futura de Latinoamérica, a fin de lograr su desarrollo, individual y colectivo, púes de lo contrario podemos correr el riesgo de llegar tarde a las grandes autopistas del desarrollo y terminar siendo países fallidos, cada vez más “empeorados”, entre otras cosas, por el crecimiento poblacional desordenado. Latinoamérica es deficiente, comparativamente con los países de Norteamérica y de Europa, en todas las mediciones de la competitividad. Y el folclorismo que tanto amamos, con el que se nos divierte y queremos ser divertidos no es suficiente para vivir en la paz que anhelamos.

Precisamente, el Consejo Privado de Competitividad de Colombia, ha expresado recientemente: la corrupción es considerada por el Fondo Económico Mundial como uno de los factores más problemáticos en el país para hacer negocios.

Estimo, pues, que las culturas de los pueblos del norte y del sur del continente americano es lo que hace la diferencia en nuestras vidas, cuyos ítems no especifico porque son conocidos y porque uno de los rasgos negativos que, precisamente, nos separa del norte, es que somos narcisistas, marcados por una intensa irritabilidad social.

NOTA: si visitas a Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor
[email protected]