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Columnista - 19 junio, 2013

La cultura de la alienación

Todas las manifestaciones culturales en todo el mundo han tenido sus crestas y en algunas regiones, que le han dado un perfil temporal valor agregado de la época. Los pintores, músicos y dramaturgos de la edad media, le imprimieron una connotación especial a Europa.

Por: Luis Napoleón de Armas P.

Todas las manifestaciones culturales en todo el mundo han tenido sus crestas y en algunas regiones, que le han dado un perfil temporal valor agregado de la época. Los pintores, músicos y dramaturgos de la edad media, le imprimieron una connotación especial a Europa. Pero, ninguna de estas figuras, irrepetibles por cierto, generó clubes de admiradores ni fanatismos que atizaran el fortalecimiento del folclor. 

Tampoco existían solistas sino músicos y compositores que solo brillaban por su talento y no se debían al público sino a las cortes y mecenas, únicas entidades que los escuchaban; el pueblo raso, quizás, nunca sabía de ellos y solo después de muchos siglos, sus méritos son reconocidos popularmente; así, la idolatría popular no tuvo lugar, pero vivirán por siempre. Ni Mozart, ni Miguel Angel, solo para mencionar algunos, eran motivos de frenesí.

Despertar estos sentimientos solo estaba reservado para el futuro con la tecnología de las comunicaciones y se dio con algunos vocalistas de la música popular. Quizás, las primeras manifestaciones de este tipo de alienación ocurrieron con John Lennon y Ringo Star en Gran Bretaña con los Beatles y Elvis Presley en los EE.UU,  a quienes sus seguidores veíancomo deidades que encarnaban la expresión musical de un género determinado. Esto fue una locura que marcó el punto donde los humanos se vuelven irracionalesfabricando íconos en grados fundamentalistas; es ahí donde la expresión cultural deja de ser cultura para convertirse en adoración.

Acá, en nuestro medio, esas manifestaciones comenzaron a verse con Diomedes Díaz en su época cumbre; cada una de sus ediciones musicales era motivo de un jolgorio total; las marchas de seguidores comenzaban en el aeropuerto mismo; se trataba de una deidad. Pero los idólatras pueden cambiar de dioses con facilidad y es que las culturas suelen ser paganas. Muera el rey, viva el rey. Ahora el amo de la fanaticada es Silvestre Dangond, que hoy está en el pináculo de la gloria, que hoy es efímera.

Es un cantante con muchas condiciones artísticas y físicas, que le ayudan, pero para igualar a Diomedes, en su época alta, habría que agregarle a Marciano Martínez o Yeyo Núñez, p.ej., para completar la parte del compositor. Por supuesto, esto no le quita méritos a SD, como intérprete de música de acordeón, SD es un fenómeno musical y así lo interpreta el público que ha llegado al paroxismo de la admiración. Por siempre, a los dioses e ídolos, sus seguidores no les ven defectos y ahora el turno es para SD. 

Columnista
19 junio, 2013

La cultura de la alienación

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Todas las manifestaciones culturales en todo el mundo han tenido sus crestas y en algunas regiones, que le han dado un perfil temporal valor agregado de la época. Los pintores, músicos y dramaturgos de la edad media, le imprimieron una connotación especial a Europa.


Por: Luis Napoleón de Armas P.

Todas las manifestaciones culturales en todo el mundo han tenido sus crestas y en algunas regiones, que le han dado un perfil temporal valor agregado de la época. Los pintores, músicos y dramaturgos de la edad media, le imprimieron una connotación especial a Europa. Pero, ninguna de estas figuras, irrepetibles por cierto, generó clubes de admiradores ni fanatismos que atizaran el fortalecimiento del folclor. 

Tampoco existían solistas sino músicos y compositores que solo brillaban por su talento y no se debían al público sino a las cortes y mecenas, únicas entidades que los escuchaban; el pueblo raso, quizás, nunca sabía de ellos y solo después de muchos siglos, sus méritos son reconocidos popularmente; así, la idolatría popular no tuvo lugar, pero vivirán por siempre. Ni Mozart, ni Miguel Angel, solo para mencionar algunos, eran motivos de frenesí.

Despertar estos sentimientos solo estaba reservado para el futuro con la tecnología de las comunicaciones y se dio con algunos vocalistas de la música popular. Quizás, las primeras manifestaciones de este tipo de alienación ocurrieron con John Lennon y Ringo Star en Gran Bretaña con los Beatles y Elvis Presley en los EE.UU,  a quienes sus seguidores veíancomo deidades que encarnaban la expresión musical de un género determinado. Esto fue una locura que marcó el punto donde los humanos se vuelven irracionalesfabricando íconos en grados fundamentalistas; es ahí donde la expresión cultural deja de ser cultura para convertirse en adoración.

Acá, en nuestro medio, esas manifestaciones comenzaron a verse con Diomedes Díaz en su época cumbre; cada una de sus ediciones musicales era motivo de un jolgorio total; las marchas de seguidores comenzaban en el aeropuerto mismo; se trataba de una deidad. Pero los idólatras pueden cambiar de dioses con facilidad y es que las culturas suelen ser paganas. Muera el rey, viva el rey. Ahora el amo de la fanaticada es Silvestre Dangond, que hoy está en el pináculo de la gloria, que hoy es efímera.

Es un cantante con muchas condiciones artísticas y físicas, que le ayudan, pero para igualar a Diomedes, en su época alta, habría que agregarle a Marciano Martínez o Yeyo Núñez, p.ej., para completar la parte del compositor. Por supuesto, esto no le quita méritos a SD, como intérprete de música de acordeón, SD es un fenómeno musical y así lo interpreta el público que ha llegado al paroxismo de la admiración. Por siempre, a los dioses e ídolos, sus seguidores no les ven defectos y ahora el turno es para SD.